La chavalería que estudió la Educación General Básica representa, según Xavier Gassió, “la primera generación que se educa con cierta libertad, primero y con cierta ausencia de normas, después”. Probablemente por eso, la década de los 80, tanto para los que fueron niños en ella como para los que fueron los padres de esos niños, significa una de las referencias nostálgicas más notables de España.
Xavier Gassió y Anna Gassió son padre e hija. Ella nació en los 80 y él, efectivamente, la crió en esa época. Juntos publican Los niños de EGB y sus padres que eran como niños (Luwerg Editores). En este libro se recoge toda la idiosincrasia ochentera a través de los objetos (imágenes, juguetes, gominolas, libros del colegio, juguetes, tebeos y, por supuesto, los incipientes videojuegos) y del imaginario (series de televisión, música, artistas…), siempre desde la perspectiva irónica de quienes entonces veían un concepto de sociedad por estrenar.
Gassió padre ya tiene experiencia en este tipo de recopilaciones. Además de guionistas de series de televisión y radio, previamente publicó el libro Los niños de Franco para la misma editorial, aunque en ese caso la visión infantil era la suya. En esta secuela Xavier contempla los acontecimientos de una manera más consciente y, aunque aborda todos los temas desde lo que se comía hasta lo que se decía, lo escribe y lo muestra de una forma socarrona que entretiene y no agota.
¿You talkin’ to me?
Algunas de las curiosidades que más llaman la atención son las expresiones que entonces se pusieron de moda como ¡Corta el rollo, cara bollo!, ¡flipa, colega!, o ¿Passa colega? También las procedentes de las pelis norteamericanas como el Sayonara, baby, el Yo soy tu padre o el ¿Hablas conmigo? de Taxi Driver, aunque para fardar completamente había que soltar en un inglés macarrónico un ¿ayutokintumi? Por otra parte estaban las frases que salían del Un, Dos, Tres o de Martes y Trece y el famoso Digamelón o ¡Encarnaaa!
La estética sufrió un cambio radical por esa sensación de ruptura y un arrebato de “ilimitada libertad de expresión”. No ser moderno significaba necesariamente ser todo lo contrario. Desembarca en el país la cultura de los productos light y nace el boom de los vaqueros de rompe y rasga, las zapatillas Reebok, las Kelme de Villacampa, las Shayber y, si había suerte, las Converse. Eso sí, llevarlas impolutas era de pardillo, entonces nada más sacar las John Smith de la caja se ensuciaban adrede ante la incrédula mirada de los padres. También estaban los relojes Casio y todos aquellos que además eran calculadora, alarma, tenían microluz, 24 frases hechas, un juego de carreras de coches incorporado y además era sumergible.
Un movimiento muy reconocible fue el surgimiento de la estética punk, el advenimiento del cuero negro, los cortes de pelo estrafalarios y los primeros piercings. Esta tribu estaba influida por Los Sex Pistols y por el género de cyberpunk cuya expresión máxima se podría encontrar en Blade Runner, Dune y obras similares. También La Bola de Cristal y los primeros guiños a la electrónica y la tecnología.
Hablar de la música que trascendió en esta época podría dar para varios ensayos. La adolescente gritaba frente al imberbe Miguel Bosé o Los Pecos. En lo alto de las listas se encontraba algunos atemporales como Michael Jackson, Madonna o The Police y en términos nacionales el amplio abanico procedente de la Movida y otros grupos pop del palo de Olé Olé, Nacha Pop, Radio Futura, Tino Casal o, por supuesto, Mecano y el romance entre Nacho Cano y Penélope Cruz.
En el libro también tiene cabida todo tipo de objetos a modo de recuerdo nostálgico como las canicas, la Barbie y su rival, la Nancy, también Chiquito de la Calzada o los Looney Tunes, los Playmobil, los Geyperman, los Sugus, los muñecos de He-Man o los bocadillos de fuagrás y los Kojak. Las videoconsolas eran un producto emergente desde las salas recreativas con el Street Fighter hasta el Donkey Kong y el Supermario con la llegada de la Game Boy.
Series y sagas
La importación de series y películas hizo que en las pantallas apareciesen títulos como McGyver, V, el Coche Fantástico o Sensación de vivir. Por otra parte hizo que en la Super Pop empezasen a aparecer caras como las de Patrick Swayze y Tom Cruise, además de Take That con un irreconocible Robbie Williams o Europe.
El cine juvenil, por su parte, dio lugar a sagas como Regreso al futuro, Star Wars, Loca Academia de Policía o Superdetective en Hollywood y su pegadiza banda sonora, Rocky o Star Trek. Y entre otros mitos, Los Goonies, La historia interminable o En el laberinto. Por supuesto se ha de añadir todo el material terrorífico como La Cosa de John Carpenter, Tiburón, Poltergeist y El resplandor. O los ya clásicos Pretty Woman, Cariño he encogido a los niños, Bitelchús, Top Gun o Ghost que refrescaría a Roy Orbinson.
Sea como fuere, sintetizar una década en un libro es una tarea ardua. Por suerte, en Los niños de EGB se consigue generar una idea muy aproximada de lo que era, a través de la visión particular de una familia, fotos de comunión y veranos en la playa incluidos, vivir en los años 80.