Barcelona, 26 may (EFE).- La arquitecta barcelonesa Carme Pinós, que hoy recoge en Palma el Premio Nacional de Arquitectura, ha pedido a la administración que en sus concursos públicos favorezca el trabajo de “los despachos más creativos y de autor”.
En una entrevista con Efe, Pinós siente que el Premio Nacional de Arquitectura es “el reconocimiento a una trayectoria” que ha motivado una gran alegría a la gente que le rodea.
Para Pinós, esta trayectoria no ha sido fácil, más después de que decidiera proseguir su carrera en solitario, tras dejar atrás diez años de trabajo conjunto con su socio y marido, Enric Miralles.
Valora que este reconocimiento sea para una mujer y además una arquitecta en activo: “Los premios no han de ser esquelas sino que deben servir para impulsar las carreras, para hacerlas más creíbles y para ayudar, así como para hacer más visibles las obras y proyectos ante la sociedad”.
Preguntada por la situación de la profesión, Pinós considera que “no se ha recuperado aún de la crisis de 2008, que fue un mazazo para los despachos medianos y más de autor y creativos, y estos tienen en contra el tipo de concurso que se está haciendo”.
Sobre este punto, la arquitecta barcelonesa aboga por un cambio en los sistemas de los concursos públicos: “Ahora en estos concursos todo va a peso, y para optar a hacer un museo tienes que haber hecho cuatro, y ganar premios es lo de menos, porque están ganando esos concursos de la administración y las grandes empresas los despachos más masificados y estándar, en los que no se sabe quién es el autor del proyecto”.
Y añade: “La pandemia ha contribuido aún más a esta crisis, porque ha puesto en evidencia la falta de vivienda, a lo que se ha sumado que las administraciones públicas aún no se han reactivado con grandes obras públicas”.
La ganadora del Nacional de Arquitectura se muestra crítica con “un tipo de concursos en el que priman los números, pero no se favorece la creatividad, y al que no pueden acceder los despachos de arquitectos de autor, que se dejan el alma, que son más rigurosos y promueven más la investigación”.
“Sin riesgo -continúa- estamos abocados a la infantilización de la arquitectura”.
Pinós aplica su máxima de recurrir al “sentido común” para defender que la arquitectura surgida de la pandemia debe apelar a la “generosidad”: “Cuando yo estudiaba, un piso estándar de calidad debía tener 90 metros cuadrados, pero el mundo de la especulación ha hecho que eso sea hoy casi un palacio”.
A su juicio, “la pandemia ha puesto en evidencia la indignidad de la vivienda” y quizá la lección que se puede extraer de estos dos últimos años es que “si desde el poder político no se pone freno, el mercado siempre tiende a lo mismo y seguirán subiendo los precios de los alquileres y de la compra de vivienda, algo que influirá en las condiciones de esos espacios”.
En relación a otro de los problemas actuales, la sostenibilidad, Pinós piensa que “la arquitectura puede hacer mucho, pero debemos ser conscientes de que todos podemos contribuir a ella, ser responsables y reflexionar que cada acto individual tiene repercusiones globales. Siempre es mejor abrir una ventana que poner el aire acondicionado, y eso debería estar en la mente de todos”.
Sobre la España vaciada, Pinós sostiene que “la arquitectura por sí sola no es nada” y que “todo es un problema político, pues la política marca las pautas en que la sociedad se tiene que desarrollar: se debe pensar globalmente cómo la España vacía se puede conectar e incidir no tanto en las ciudades como en articular los territorios”.
Tras ganar el Premio Nacional, Pinós espera poder reactivar todos los grandes proyectos, “parados desde el inicio de la pandemia”, y mientras continúa con sus planes en el sector privado, “pequeños y bonitos, pero que no son los que proporcionan mejores números”.
Jose Oliva