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Charlotte Gainsbourg: “No me atrevía a mirar a mi madre, Jane Birkin, de frente”

Charlotte Gainsbourg (izda.) junto a su madre, Jane Birkin

Javier Zurro

7 de marzo de 2022 22:56 h

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Charlotte Gainsbourg nació siendo famosa. Era la hija de la pareja de moda en Francia en aquel momento, la que formaban Serge Gainsbourg y Jane Birkin. Desde entonces, ha vivido la presión de ser “la hija de”. Una comparación que la ha acompañado en su faceta como cantante y actriz, y que ha logrado quitarse gracias a su trabajo con algunos de los directores más radicales del cine de autor como Lars Von Trier y a una interesante y sólida carrera musical que comenzó cuando, con 12 años, cantó junto a su padre el polémico Lemon Incest. Lejos de renegar de su apellido y de su herencia familiar, ella los ha abrazado siempre. Lo ha hecho de una forma delicada, guiada por la devoción que siente por su padre, que murió cuando ella tenía 19 años. 

Con su madre la relación fue más complicada. Tras el fallecimiento de Serge Gainsbourg, ella se fue a Nueva York junto a su pareja y comenzó una vida nueva, de espaldas a una familia marcada también por la muerte de su hermana Kate (hija de Jane Birkin y John Barry). En un momento dado, se dio cuenta de que necesitaba descubrir a su madre e indagar en una relación compleja y especial. Lo ha hecho en forma de un documental que llega este viernes a los cines (y el próximo 6 de mayo a Filmin) con el título de Jane por Charlotte. La actriz debuta detrás de la cámara y regala al espectador una mirada privilegiada, la de una Jane Birkin que se abre en canal. 

Charlotte Gainsbourg indaga en las relaciones materno filiales, en el legado familiar y en el peso de la fama en una obra en la que parece que miras por una cerradura lo que ocurre dentro de su casa. No se guarda nada en la recámara. Habla del duelo por la muerte de su hermana, de cómo tuvo que escapar a Nueva York para huir del dolor y de cómo aquello las separó como madre e hija que ahora pueden mirarse de nuevo a la cara.

Su película es muy íntima y delicada, pero mientras la veía todo el rato pensaba en una palabra: pudor. No sé si usted pensaba en esa palabra cuando rodaba.

Sí, y es muy raro, porque además es la palabra que más me gusta en francés porque define muy bien a mi padre. Él tenía una imagen de alguien muy provocador, pero tenía un pudor extremo. Creo que esa mezcla de las dos cosas es lo que provocaba su magia.

Tengo una hermana que, cuando era adolescente, tenía una relación complicada con mi madre. Sin embargo, en un momento dado, de adulta, todo cambió y han entablado una relación maravillosa. Viendo su documental, me he preguntado si hay un momento de la vida en el que una hija descubre a su madre.

He visto todo tipo de relaciones entre madres e hijas… y menos mal que no hay solo un camino. Lo importante es encontrar ese camino. Yo tengo la impresión de tener una relación bastante particular con mi madre, especialmente cuando vivíamos juntas en casa de mi padre y que fue un poco distinta después. Hemos tenido muchas relaciones diferentes. Me di cuenta de que se había creado una distancia. Después, cuando mi padre se muere, yo ya tenía una vida con mi pareja, con la que llevo desde entonces. Mi vida fue mi precoz. Pero con cada hijo ella ha tenido una relación diferente que ha ido cambiando. Después fue cuando vivimos el drama de la muerte de mi hermana, y eso fue una prueba insoportable como familia. Cada uno lo llevó de una forma. Yo me fui a EEUU para sobrevivir, porque no podía. Hablamos de ello en la película, y a mi madre no le gustó que me fuera entonces, pero yo lo necesitaba. Eso fue un punto de partida para la película porque, en un momento dado, yo necesito acercarme a ella y he usado esta película para lograr un momento privilegiado con ella.

Hay un momento en la película en el que usted le dice a su madre que va a mirarla como nunca lo había hecho o como nunca se había atrevido, ¿qué ha descubierto al mirarla así por primera vez?

Fue muy impresionante cuando puse mi cámara y la enfoqué por primera vez. Tenía el pretexto de tener una cámara y un equipo, y eso me daba la excusa de poder filmarla. Pero, cuando empezamos a rodar, decidí coger yo la cámara y grabarla yo. Comprendí que no me atrevía a mirarla de frente. Lo entendí. Necesitaba una cámara para acercarme a ella. Hacer fotos fue una manera de acercarme a ella. De mirar su piel, de mirarla a ella, pero también significaba recoger el papel de mi hermana, que era fotógrafa, así que también era algo muy incómodo. Corría el riesgo de que mi madre estuviera incómoda. Ella no tenía problema en que le hiciera fotos. De hecho, dice en el documental que eso le encanta. Yo siempre he tenido complejos y ella ninguno. Lo que más le puede haber molestado a ella fue algún diálogo. Lo que nos decíamos en esa primera entrevista en Japón. Ahí se sorprendió, porque no se lo esperaba y se enfadó mucho.

Es muy difícil para una actriz hacerse mayor, entender que hay papeles que ya no podemos interpretar, que los hacen las jóvenes

Charlotte Gainsbourg Actriz y directora

Su madre dice en el documental que hay un momento en la vida de una actriz en el que lo mejor es quitarse las gafas y verlo todo borroso porque envejecer es muy duro para las mujeres, ¿lo ha vivido usted también?

No he llegado todavía, pero es muy difícil para una actriz hacerse mayor. Entender que hay papeles que ya no podemos interpretar, que los hacen las jóvenes y que ya somos las madres que tienen hijos de 20 años. No te lo dicen de frente, pero poco a poco te lo hacen entender y te encuentras con que estás en otra edad cuando lees un guion, y es terrible, porque no nos sentimos viejas.

La película no es solo una historia de una relación entre usted y su madre, sino que es de tres generaciones, abuela, madre y nieta, ya que su hija también es parte de la historia. No sé si le interesaba hablar del legado de las mujeres de una familia.

Entendí cómo iba a ser la película poco a poco. Primero quise hacer un retrato de mi madre, quise grabarla en Inglaterra y hablar de las navidades familiares. También quería hacer una parte en Japón, hablar de mi hermana Kate, ver Nueva York a través de mis ojos e Inglaterra y París a través de sus ojos, pero luego llego la COVID-19 y tuvimos que abandonar toda esta idea, y me he encontrado frente a frente con mi madre. Cuando volví a Francia e hice el montaje, la montadora me dijo que no había material suficiente. Me dijo que no esperara a tener un equipo de rodaje, que cogiera una cámara y grabara a mi madre. Me compré una cámara, y para darme un aliciente le dije a mi hija, la pequeña, que si quería venirse y que si le molestaba que la grabara junto a su abuela. Estuvo encantada. Entendió perfectamente lo que yo necesitaba, ver a mi madre a diario, en su día a día. No estaba simplemente grabando a mi madre, sino que estaba grabando a una abuela con su nieta. Lo que intentaba era reconstruir un puzle, encontrar puntos de conexión entre mi hija, mi madre, yo… y me di cuenta de que estaba haciendo una película sobre tres generaciones. Para mí, una de las escenas más bonitas es cuando mi hija sale jugando con un gorro y ves el perfil de mi madre. Me conmueve mucho, porque son las personas que más quiero en el mundo y he conseguido capturar ese momento.

Justo hace poco se estrenaba en España Viaje a alguna parte, un documental sobre Fernando Fernán Gómez que dirige su nieta. Hay un momento en el que ella cuenta que de adolescente decía que no conocía a su abuelo, de alguna forma renegaba de su identidad. No sé si a usted eso le ha pasado, si el peso de ser hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin ha podido con usted en algún momento.

Yo nunca he hecho eso, me han inculcado el respeto. No he tenido momentos de rebelión. Quizás, como hice películas desde muy joven, esa rebelión era a través de los personajes que elegía. Mi padre murió cuando yo tenía solo 19 años, y lo quería tanto... fue tan brutal, me rompió tanto, que nunca he podido hacer eso, siempre lo he tenido en un pedestal. Era muy complicado vivir con ese hombre, ese gigante. De eso me di cuenta cuando fui a Nueva York, cuando por primera vez entendí lo que era ser anónima. Tenía 42 años y por primera vez nadie me conocía, fue genial. Pero luego volví a Francia y me encontraba con todo el mundo hablándome de mis padres de forma superamable y también fue maravilloso. Pero durante seis años viví en el anonimato. Después, por la COVID-19 y por Trump, me di cuenta de que aquel no era mi país y volví a Francia. Francia es mi país.

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