Jessica Chastain se ha alzado con la Concha de Plata a Mejor Intérprete en el festival de cine de San Sebastián por su papel en Los ojos de Tammy Faye. No ha sido como mejor actriz ni ha tenido una contraparte masculina en el palmarés. El premio es compartido con Flora Ofelia Hofmann, de 16 años, por la película As in Heaven. Han sido dos mujeres, pero la decisión de eliminar la distinción de género por primera vez en los 69 años de historia del festival ha despertado opiniones enfrentadas en el sector.
José Luis Rebordinos defiende que “una construcción social y política” como es el género no debe ser un criterio para valorar una actuación y que así abren la puerta a otras “identidades que no se adscriben al género masculino o femenino”. El director de San Sebastián quería seguir los pasos de la Berlinale, el primer festival europeo que apostó por neutralizar la categoría de actuación para “seguir evolucionando y ayudando a construir una sociedad más justa e igualitaria”.
Sobre el papel suena coherente. Después de toda la polémica ¿ha sido una buena idea apostar por ello? “En condiciones de igualdad entre los roles masculinos y femeninos no tendríamos duda sobre su conveniencia, pero esa igualdad no es real”, exponen las Asociaciones de Mujeres del Audiovisual, que han pedido restituir los dos premios en el Zinemaldia. Aunque Chastain y Hoffman hayan ganado la Concha de Plata, les parece “una decisión errónea porque va en contra de la visibilidad de las actrices”, han defendido en un comunicado.
Rebordinos defiende que "una construcción social y política" como es el género no debería ser un criterio para valorar una actuación
“Para mí es una gran decepción que los festivales más importantes de Europa hayan apostado por restar visibilidad al trabajo de las mujeres”, opina Berta Ojea, actriz y secretaria de Igualdad de la Unión de Actores. “Es perjudicial porque nos enfrentamos a desaparecer del relato, como desaparecemos de los guiones”.
Los datos así lo avalan dentro y fuera de la ficción. En la industria española los porcentajes están lejos de ser paritarios. En dirección hay un 81% de hombres frente a un 19% de mujeres, firman el 74% de los guiones, componen el 89% de bandas sonoras frente a 11% y copan el 85% de los puestos en dirección de fotografía.
El caso de los actores y actrices es más difícil de medir en números, aunque las segundas se sitúan alrededor del 30%. Para Ojea “los grandes personajes siguen siendo para hombres y hay pocas mujeres que no sean acompañantes del protagonista de alguna manera”. También entran en juego los “patrones sociales” que determinan la vida laboral de una mujer en función de su edad, de su sexualización o incluso de la brecha salarial que les separa de los intérpretes masculinos.
Aunque la Sección Oficial de este año de San Sebastián no ha sido paritaria en cuanto a dirección (13 hombres y 7 mujeres), ha presentado potentes historias protagonizadas por actrices. Maixabel, Distancia de Rescate, La abuela o Los ojos de Tammy Faye son algunos ejemplos. ¿Algo está cambiando en la industria? Las profesionales del sector no lo creen así porque “las películas escritas y dirigidas por guionistas y directoras tienen un número elevado de protagonistas femeninas”, de forma que eliminar la categoría de Mejor Actriz “afecta al conjunto de reconocimientos de los films liderados por creadoras”.
Tampoco piensa Ojea que la decisión esté justificada porque Jessica Chastain y la joven actriz danesa se hayan hecho con el galardón. “No creo que haya sido una estrategia del jurado porque confío en su honestidad. Pero da igual que hoy lo gane una mujer o que lo gane durante tres años. Somos muy pocas y nos están dejando sin representación”, afirma la secretaria de Igualdad. “Y si la intención era incluir nuevas identidades, que me parece fantástico, ¿dónde están?”, se plantea.
Antiseparatismo: razones para la unión
La Unión de Actores comprende la relevancia que tienen los premios para los intérpretes, sobre todo para las actrices, que se encuentran en una trinchera continua para demostrar la valía de su trabajo. No obstante, hay quien cree que separarlos en dos perpetúa el mito de que las diferencias entre hombres y mujeres no permiten que sean evaluados con igualdad aunque desempeñen la misma profesión.
De hecho, no ocurre en otras categorías como la dirección o el guion. Claro que en ellas, como en los Nobel, el Cervantes, los Priztker e incluso los Grammy, las mujeres suelen ser el peso ligero de la balanza. El hecho de que la neutralidad acepte a profesionales de ambos sexos no significa que tengan las mismas oportunidades. Pero también es cierto que separar los premios en Mejor actriz y Mejor actor solo maquilla una desigualdad enquistada en la industria del cine.
La Asociación de Mujeres del Audiovisual defiende que es distinto el caso de los intérpretes del de otros profesionales del cine: “Para ser director o directora no tienes un requerimiento de sexo que cubrir. Pero si en los guiones la mayor parte de los personajes son varones caucásicos de 40 años, excluyen directamente a las actrices”. Ojea comparte esta opinión y añade que “los actores y las actrices somos los que representamos el relato. Si nos borran, damos pasos hacia atrás”.
Hay quien cree que separarlos en dos perpetúa el mito de que las diferencias entre hombres y mujeres no les permiten ser evaluados con igualdad aunque desempeñen la misma profesión
El otro motivo que señalan los antiseparatistas es el de la concepción binaria del género per se. En 2017, con la preselección de Kelly Mantle en los Oscar en ambas categorías, Mejor actriz y Mejor actor, el debate alcanzó un nuevo grado de complejidad. También enlazó directamente con los premios Emmy de ese año, donde la protagonista de la serie Billions, Asia Kate Dillon, presentó su candidatura sin identificarse con ningún género. “¿Cómo no vamos a cuestionar esta división binaria del mundo si estamos en plena revolución sobre la concepción del género?”, se preguntaron entonces en la revista Vanity Fair.
Los premios juegan el papel de una suerte de escaparate que facilita el trabajo a los productores. Por eso, perder un hueco seguro en el palmarés no es plato de buen gusto para los actores ni para las actrices. Ese es es el motivo por el que los precursores Premios Simón recularon en su apuesta de tener una sola categoría: interpretación.
Ni San Sebastián ni Berlín: Zaragoza fue primero
Antes que la Berlinale y antes que San Sebastián, fue Zaragoza. Los galardones que ofrece la Academia de Cine de Aragón, los Simón, apostaron hace 10 años por no diferenciar el premio a la interpretación por sexo. “Alguno puede pensar que fue una decisión económica, porque los trofeos en sí mismos son muy caros y al principio el presupuesto era irrisorio y no teníamos apoyo de las instituciones”, reconoce Manuel Aparicio, miembro de la junta directiva de la Academia.
Pero además del ahorro en figurillas, quisieron diferenciarse del resto de ceremonias y reconocer “que en otras categorías y profesiones técnicas nunca se han distinguido”. “Es una discriminación para los otros grandes trabajadores del sector y me parece negativo que se haga solo en el caso de los actores y actrices”, justifica Aparicio.
No obstante, entiende que “es lo que el público ve”. “De forma masiva la gente no distingue si un técnico de sonido o un guionista es mujer u hombre, pero el público sí pone cara a los actores y actrices”. Pero su convicción sigue siendo que “la interpretación no entiende de género”. En su década de vida, los Premios Simón han galardonado a más actrices que actores.
Por eso, cuando hace dos años la asamblea de la Academia aragonesa votó que se recuperasen ambas categorías, Aparicio lo percibió como una derrota. “Me entristeció porque habíamos sido pioneros”, dice el portavoz. La propuesta nació del sindicato de actores y actrices de Aragón, que también forman parte de la Academia. “Para ellos es un escaparate. Cuando la portavoz lo expuso dijo claramente que era por tener más posibilidades de ganar premios”, relata.
En cuanto a la decisión de San Sebastián, que ha causado un revuelo al que ellos nunca tuvieron que enfrentarse, el académico la recibe con “alegría”. “Es un camino que nosotros abrimos y que siempre estamos a tiempo de volver a recuperar. Yo creo que con la suma del Zinemaldia y la Berlinale es un buen momento para usarlo como prueba”, concluye.
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