El humano es el único animal que sabe que va a envejecer y a morir; y no quiere. Desde hace milenios todo el que pudo acceder a la vida eterna lo intentó. Ya fuera vía momificación, construyendo pirámides o atiborrándose con cocciones alquímicas, grandes personajes de la antigüedad quisieron vencer a la vejez y la muerte. Ninguno lo consiguió, que sepamos, y hoy seguimos gastando fortunas en el elixir de la vida en eterna juventud usando la cosmética, la cirugía o la moda.
Si aún fracasando somos capaces de someternos a operaciones quirúrgicas, tomar drogas o erigir panteones para mantenernos jóvenes y vivos, ¿qué no daríamos por una técnica que funcionara? ¿Qué no haríamos por la fuente de la eterna juventud real o por décadas extra de vida? Es una pregunta inquietante ahora que la ciencia está descubriendo que, al menos en ratones, hay un método para revertir los estragos de la edad; simple, pero que evoca pesadillas: la sangre de un ratón joven puede conseguir revertir la edad de uno anciano. La idea hace pensar en monstruos y aún no está demostrado que funcione en humanos, pero ya hay empresas que ofrecen transfusiones de sangre joven, por un precio.
La receta más truculenta se llama parabiosis. Se conoce desde los años 50 del pasado siglo y consiste en unir a dos ratones de laboratorio eliminando un trozo de su piel y suturándolos unidos. Los animales han sido seleccionados para vivir juntos (de lo contrario se matarán a mordiscos). Si la operación se hace correctamente, no hay rechazo inmunológico. A las pocas semanas sus sistemas circulatorios se unen y ambos animales pasan a compartir la misma sangre, que circula a través de los dos corazones.
Sucesivos experimentos demostraron que cuando la parabiosis se realiza entre un ratón joven y otro de mayor edad éste último rejuvenecerá de modo comprobable. El viejecito se recuperará mejor de las lesiones, mejorará sus parámetros sanguíneos y de densidad ósea e incluso recuperará capacidad intelectual. Y viceversa: el más joven será algo más lento en intelecto y metabolismo. Múltiples estudios han confirmado estos efectos, que también se producen con la simple inyección de plasma joven en animales de mayor edad.
Las explicaciones pueden ser varias. Es probable que el plasma joven contenga hormonas o moléculas mensajeras que reactivan las funciones de los tejidos envejecidos, o bien que tal vez la actuación de los órganos jóvenes (hígado, riñones) depure la sangre con mayor efectividad. El ratón joven también podría estar enviando células madre capaces de reparar averías en el anciano. Lo más probable es que todas tengan parte de razón; diversos experimentos han intentado separar los factores, demostrando que todos funcionan, pero el mayor efecto se produce cuando trabajan a la vez. Múltiples equipos de investigación intentan identificar las moléculas concretas, pensando en que pudieran servir para crear nuevos medicamentos antiedad.
Casi todos los experimentos se han hecho en ratones de laboratorio; los datos en seres humanos son mucho más escasos, aunque también son prometedores. No resulta nada fácil experimentar con personas por cuestiones administrativas y éticas, pero ante fenómenos con tanto potencial hay grupos que lo están intentando. Al menos un experimento resulta profundamente inquietante por sus posibles implicaciones, y por las imágenes que evoca: la prueba clínica que lleva a cabo la empresa Ambrosia. Un estudio extremadamente irregular, para empezar porque para servir como sujeto hay que pagar.
8.000 dólares por sangre joven
Ambrosia es una 'startup' sanitaria con sede en la ciudad californiana de Monterrey que ha puesto en marcha una prueba clínica consistente en comprobar los efectos de transfusiones de plasma sanguíneo juvenil en personas de más edad. El protocolo consiste en realizar a los sujetos análisis de sangre para después proceder a la transfusión de unos 1,5 litros de plasma procedente de donantes de entre 16 y 25 años de edad a lo largo de dos días. Un mes más tarde se repite la batería de test sanguíneos, que analizan más de 100 biomarcadores que suelen variar con la edad.
En la petición oficial de permiso del comité de control ético se indica que las pruebas se harán con 600 voluntarios a los que solo se les solicita ser mayores de 35 años y menores de 80. Lo que no dice la petición es que también se les solicitan 8.000 dólares (unos 6.800 euros) para cubrir los costes de análisis, administración e incluso la propia revisión ética. A cargo del estudio está el fundador de Ambrosia, el médico Jeff Karmazin, y la compañía ha recibido muestras de interés del inversor de Silicon Valley Peter Thiel, conocido (y polémico) entre otras cosas por su proximidad a Donald Trump y por financiar el pleito que acabó en el cierre del medio online Gawker.
Este millonario, que ganó su fortuna con inversiones tempranas en empresas como PayPal o Facebook, invierte en la extensión de la longevidad, que ha financiado a través de la Fundación Thiel; se ha publicado que incluso está interesado en probar estas técnicas personalmente. Como otros multimillonarios de la Red, le preocupa su propia mortalidad.
El diseño del experimento inquieta: personas maduras con capacidad adquisitiva que pagan una jugosa cantidad de dinero por recibir sangre de jóvenes, con toda probabilidad compensados a su vez por las donaciones (una práctica legal en EEUU). Ricos comprando juventud a través de sangre de pobres: las comparaciones vampíricas se escriben solas. Y todo ello sin que siquiera esté confirmado que la técnica funciona en humanos. El pago, la necesidad de trasladarse y mantenerse en Monterrey durante el experimento por cuenta propia y el hecho de que el reclutamiento sea voluntario implican que no hay control estadístico de la muestra ni forma de compensar el efecto placebo, lo que reduce en mucho cualquier valor del experimento. De ahí la sospecha de que se trate de un truco para ofrecer de tapadillo una terapia no probada.
En declaraciones a medios estadounidenses, Karmazin ha defendido su diseño experimental basándose en que no es el primer ensayo clínico que exige un pago y en que al ser el plasma un producto natural no podrá patentar ningún resultado del experimento. De momento, Ambrosia aún ofrece plazas y quiere realizar las primeras transfusiones en agosto de este año.
Otros estudios en marcha parecen mejor diseñados desde el punto de vista científico, como el que ha lanzado la compañía Alkahest, dirigida por el profesor Wiss-Coray, investigador principal del artículo científico publicado en 2014 que relanzó el interés por estas técnicas. Alkahest va a comprobar el efecto del plasma joven en 18 pacientes de Alzheimer para buscar posibles efectos en su capacidad cognitiva y evaluar la seguridad del tratamiento, y espera disponer de resultados preliminares a finales de 2017, esta vez sin coste para los sujetos. Entre los inversores en Alkahest (tiene un 45%) está la compañía española Grifols, especializada en derivados del plasma sanguíneo.
Otro estudio, este en un hospital surcoreano, analiza la eficacia y seguridad del uso de plasma y células de cordón umbilical en la prevención de senectud en ancianos.
Además, otra publicación reciente ha venido a complicar el panorama al mostrar que el trasplante de células madre en el hipotálamo de ratones ancianos alarga su vida de modo sustancial. Se conocían indicios de que el hipotálamo, una estructura basal del cerebro, está implicado en el envejecimiento, pero ahora se ha confirmado que su manipulación conduce a un alargamiento de la vida.
El fenómeno indica otra posible vía para extender la longevidad; una vez más, en ratones, unos modelos experimentales cuyos resultados no siempre pueden extrapolarse a humanos. Dado que en este caso se emplean células madre del mismo individuo las dificultades éticas son menores y la técnica no evoca imágenes de vampiros.
Lo que está claro es que con la creciente demanda de técnicas y medicamentos para vivir más y mejor estos experimentos proseguirán, y los intentos de vender bálsamos de Fierabrás también. Porque gente dispuesta a pagar por un rato más de vida o un hálito más de juventud no faltan, aunque sea a costa de pagar por sangre joven.