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“Cine y derecho”, un género creciente desde la visión de un magistrado

"Cine y derecho", un género creciente desde la visión de un magistrado
Madrid —

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Madrid,16 mar (EFE).- El cine cuya trama es un conflicto jurídico es un género creciente con rasgos peculiares, según escribe el magistrado emérito del Tribunal Constitucional Rafael de Mendizábal en el libro “Cine y derecho. Togas en la gran pantalla” (Berenice).

Para el magistrado, la principal característica de las películas que giran alrededor de un caso judicial es la transversalidad, ya que se mezclan con otros géneros.

“En mis comentarios he situado a cada una de estas 22 películas en su contexto histórico y miro tanto al relato cinematográfico como explicar cada película en su propia coyuntura”, señala Rafael de Mendizábal en el texto, que cuenta con un prólogo del exfiscal general del Estado y crítico cinematográfico Eduardo Torres-Dulce.

Según el autor, el calificativo de jurídico puede ser aceptable para definir este género, aunque él prefiere “forense”, porque predomina una estructura procesal.

Para hacerse una idea de la cantidad de películas de este género, basta escribir en la “Internet Movie Database” la palabra “abogado” y aparecen 366 películas, con la de juez otras 251 y jurado 50.

Como la mayoría de las películas pertenecen al cine de Hollywood las diferencias con el sistema jurídico español son bastantes, ya que el papel del juez en estas películas “consiste más en resolver los conflictos sociales”.

La primera película que Mendizábal analiza es la alemana “M, el vampiro de Düsseldorf”, de Fritz Lang (1931), rodada en un momento de ascenso de los totalitarismos de uno y otro signo. “El abogado defensor del asesino en serie viene a ser la voz del derecho penal liberal” cuando su defendido es juzgado por un tribunal popular del hampa que desea lincharlo, así como la policía que rescata al asesino es “soporte y escudo de nuestra libertad”.

Mendizábal siempre resalta cualquier mención a España y describe paralelismos y diferencias, empezando por películas históricas como “Un hombre para la eternidad”, dirigida y producida por Fred Zinnemann en 1966.

La película narra los últimos años de la vida del político y humanista inglés Tomás Moro, Lord Canciller de Enrique VIII de Inglaterra. El rey desea que la Santa Sede le conceda el divorcio de su mujer, la española Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena. El jurista que es Tomás Moro predica el imperio de la ley y no acepta la arbitrariedad lo que le costará la vida.

En otras películas Mendizábal repasa la relación entre la Justicia y el Derecho, y los derechos fundamentales, como en “Pena de muerte” y “El hombre que mató a Liberty Valance”.

En la comedia, “La costilla de Adán” (1949), protagonizada por una pareja de abogados encarnados por Spencer Tracy y Katherine Hepburn -también pareja en la vida real-, y dirigidos por George Cukor, sale a relucir un incipiente feminismo. El magistrado señala que “la cinematografía no ha sido benévola con las mujeres que ejercen la abogacía”, ya que “casi unánimemente el cine forense las presenta con unos trazos estereotipados, peyorativamente”.

El papel del jurado es analizado en la obra maestra del cine forense, según el autor del libro, que es “Doce hombres sin piedad”, dirigida por Sidney Lumet (1957). Para el magistrado, “aunque esta sea la película paradigmática del jurado como institución, desde una perspectiva jurídica el tema principal es la presunción de inocencia”.

La jurisdicción militar se trata en “El sargento negro” (1960); los tribunales eclesiásticos en “Las brujas de Salem” (2002) y la justicia penal internacional en “Núremberg” (2000), entre otras obras.

Pero en todas las cintas el papel estelar recae en la fiscalía y la figura del abogado como “paladines de la justicia” y que tiene en España características menos espectaculares.

Estos “caballeros andantes” son analizados en “JFK, Caso abierto” (1991), de Oliver Stone, donde el fiscal del distrito de Nueva Orleans Jim Garrison, que investiga los sucesos que llevaron al asesinato del presidente John F. Kennedy en Dallas en 1963, es interpretado por Kevin Costner, y en “Matar a un ruiseñor” (1962), con Gregory Peck como el abogado defensor de un joven negro acusado de violar a una mujer blanca.

Lo notable de este género, a juicio del magistrado, “es cómo en muchas ocasiones las cuestiones jurídicas se abordan con profundidad y hasta con trascendencia, haciendo meditar incluso a los juristas del significado de la ley, el derecho y la justicia”.

Luis de León Barga

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