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Francesc Miró

19 de febrero de 2021 22:47 h

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El panorama actual, batallando por descender las cifras de la tercera ola de la pandemia, nos ha dejado con solo el 39% de cines abiertos en España, según datos de la consultora Comscore.

Las pocas salas que siguen abiertas enfrentan multitud de vicisitudes: sin estrenos hollywoodienses y sin palomitas conviven además con el aforo reducido, la ausencia de la sesión más rentable (la de las 22 horas), el miedo a la enfermedad o el desconocimiento del público.

A pesar de todo, los programadores y propietarios de salas de cine se reinventan a marchas forzadas: el cine independiente ahora supone el 93% de la cartelera, y estas películas pequeñas gozan de más tiempo en pantalla. También vuelven los clásicos y la programación de ciclos especializados. “En los peores momentos, más imaginación y esfuerzo le ponemos”, defiende ante elDiario.es uno de los exhibidores afectados por la situación.

Sin grandes estrenos y con ayudas insuficientes

Los cines españoles viven un largo fundido a negro desde marzo de 2020. La Federación de Cines de España —FECE en adelante— publicó el pasado noviembre un comunicado en el que alertaba de que el sector estaba haciendo frente a un descenso acumulado de la taquilla del 84.4%, debido a la inactividad durante el periodo de confinamiento. A ello cabe sumar las cambiantes restricciones a la actividad de las distintas comunidades autónomas y la falta de grandes estrenos en la etapa de reapertura. 

“Este está siendo nuestro principal problema desde verano hasta hoy”, argumenta Borja de Benito, portavoz de FECE. Según él “sin ese tipo de estrenos importantes no podemos arrastrar a la gente a la sala de cine”. Antes de la pandemia, el mercado norteamericano dominado por majors como Disney, Paramount o Warner suponía una cuota de entorno al 75%. De hecho en 2019 una de cada tres personas que fue al cine lo hizo para ver una película de la casa del ratón

De prolongarse esta situación sin grandes estrenos, el descenso rotundo de público conllevará el cierre de cines y la pérdida de muchos puestos de trabajo. Hablamos de una actividad que soportaba 32.681 empleados en España y que, directa e indirectamente, contribuía a generar 1.876 millones de euros en la economía. Antes de la pandemia los cines suponían un 0'15% del PIB de nuestro país. 

El mismo mes del alarmante comunicado, el Gobierno anunció 10 millones de euros de ayudas a las salas de cine para combatir el coronavirus. Para el portavoz de FECE “no fueron suficientes porque eran unas ayudas dirigidas a la implantación del protocolo de sanitario ante la reapertura. Pero ni de lejos estaban planeadas para aguantar los cierres temporales ni las nuevas restricciones de una segunda y una tercera ola, que han sido absolutamente devastadoras”. 

El ministro Uribes, en una entrevista concedida a este periódico, argumentó que se estaba preparando otra partida de ayudas, pero no se sabe si serán suficientes para un sector con el agua al cuello, cuyos problemas no terminan aquí. 

Las ayudas del Gobierno no estaban planeadas para aguantar una segunda ni una tercera ola que han sido devastadoras

Un público confundido y un sector discriminado

Las distintas restricciones y los cambiantes escenarios de la segunda y la tercera ola en cada comunidad autónoma han terminado por confundir al público, que en muchas ocasiones ignora siquiera si es posible ir al cine. Hace unas pocas semanas la distribuidora independiente DeAPlaneta realizó una encuesta que arrojaba datos sobre esta situación: el 44% de los encuestados no sabía que los cines estaban abiertos en su provincia

La situación se agrava en cines especializados y pequeños no pertenecientes a cadenas de multisalas. “Gran parte de nuestro público eran personas mayores de 55 que venían de lunes a viernes”, explica Alfons Mas, propietario de los cines Boliche de Barcelona. “Y ese es justamente el sector de la población que más ha dejado de ir al cine. Y es todo por miedo, a pesar de que las salas han demostrado ser lugares muy seguros”. 

A día de hoy, no se tiene constancia de que se haya producido un solo brote de contagio en una sala cine española. Algo que no se ha cansado de repetir la industria: la cultura es segura. “Los datos son nuestro mejor argumento: somos un sector preparado para esto, con distancia de seguridad, mascarilla y buena ventilación. Los contagios no se producen en cines”, defiende Borja de Benito. “La situación es mala para todo el mundo y comprendo que haya gente que prefiera quedarse en casa. Pero la experiencia que ofrece el cine, el hecho de ir a una sala sigue siendo algo único e irrepetible que yo creo que no se va a perder. El cinéfilo va a seguir viniendo al cine”, reflexiona Alfons Mas.  

Lo que es posible que no pueda hacer dicho cinéfilo es comer palomitas: los pocos cines que se mantienen abiertos tienen prohibida la venta de comida y bebida. El cierre de los bares de las multisalas, que eran parte de esa experiencia cinematográfica, supone un descenso de ingresos importante. “Nos parece contradictorio que te puedas quitar la mascarilla en el interior de un restaurante y comer tranquilamente, pero no puedas pedirte unas palomitas en un cine. Lo vemos como un elemento claramente discriminatorio porque no hay ningún argumento científico que avale que en los bares sí pero en las salas no. No lo entendemos y nunca nos lo han sabido explicar”.

La situación es mala pero la experiencia de ir a una sala no se va a perder: el cinéfilo va a seguir viniendo al cine

Hacia unos cines con otra sensibilidad

La actual situación ha provocado cambios muy arraigados en la industria. Los propietarios de los cines abiertos buscan alternativas programando ciclos especializados e intentando captar la atención de determinado público. “En los peores momentos, más imaginación y esfuerzo le ponemos”, subraya el propietario de los cines Boliche, que ahora mismo proyectan un ciclo de películas del realizador hongkonés Wong Kar Wai que difícilmente podrían haber realizado antes. 

Otro ejemplo: el inmovilismo de las grandes majors ha dado como resultado una presencia mayor de las películas de pequeñas distribuidoras. Un balón de oxígeno para los cines que se resisten a tirar la toalla.

La Asociación de distribuidoras independientes —ADICINE—, remarca que desde la reapertura de los cines, las películas de distribución independiente constituyen el 93% de los estrenos. “Hemos decidido dar nuestro apoyo a las salas”, explica Miguel Morales, presidente de la asociación. “No podíamos echarnos atrás con la terrible reducción de taquilla, la incertidumbre y los ingresos mermados. Para que los cines sigan abiertos tienen que tener películas que estrenar. Y sin novedades, el público no va al cine. Así que las distribuidoras hemos dado un paso al frente”. 

Además las películas independientes se mantienen más tiempo en cartelera y ocupan salas que antes estarían reservadas, muy probablemente, al blockbuster de de la semana. Aunque está por ver si este cambio en las dinámicas de exhibición ha llegado para quedarse. “Espero que algo cambie en el futuro. Tal vez no haga falta tener cinco salas para la misma película de Hollywood, y los cines del futuro tengan espacio para otro tipo de películas más pequeñas. Estoy seguro que el público agradecerá la diversidad”, subraya Morales. 

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