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“Queremos que se muestre la diversidad gitana: ni todas vendemos en el mercado ni somos violentas”

Fotograma de 'Carmen y Lola', estrenada en Cannes

Mónica Zas Marcos

“Siempre estamos igual, Paco, nunca la dejas ir a ningún sitio, hijo, de verdad”, dice la madre de familia a su marido. “Flor, por mi raza que te estallo. Vuélvete muda, eh, vuélvete muda”, le replica el patriarca levantando el puño.

Esta escena de violencia familiar forma parte de la película Carmen y Lola, un debut cinematográfico que no ha caído demasiado bien entre la comunidad gitana.

Su directora, la bilbaína Arantxa Echevarría, pretendía llevar a la gran pantalla una historia de amor entre dos adolescentes gitanas y visibilizar una “temática tabú en la cultura gitana más tradicional”, según sus propias palabras. Pero el resultado, si bien captó la atención de Cannes, donde se estrenó a nivel mundial, ha sido rechazado por la misma población que representa.

La primera en reaccionar fue la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad, cuyas representantes afirmaron que la película “recrea estereotipos y perpetúa los prejuicios en las personas payas que nos marginalizan”. Pero más que por la cinta en sí misma -que reconocen no haber visto-, las activistas se han sentido denigradas por las declaraciones posteriores de Echevarría. En concreto, por una entrevista ofrecida en Público en la que la directora dijo que, “o cuenta una paya la situación de la mujer gitana o no la cuenta nadie. Y, desgraciadamente, tiene que ser una paya porque ellos no tienen voz”.

En un comunicado posterior, la cineasta debutante puntualizaba que “no he querido ni pretendido ser la voz de la mujer gitana. Ellas tienen la suya propia y asociaciones, sociólogas, colectivos feministas y mujeres gitanas empoderadas que ya se encargan de ser su propio altavoz”.

Al ponernos en contacto con ella para abordar la polémica, Echevarría ha preferido remitirse directamente a esta nota, donde detalla cuáles son sus intenciones con la película y cómo ha recibido “escupitajos e insultos por la calle y por las redes” desde su estreno en Cannes.

La situación se tensó aún más cuando la Muestra Internacional de Cine y Mujeres de Pamplona organizó unilateralmente un coloquio entre la directora y la Asociación de Gitanas Feministas. Ante el rechazo de la primera, porque “¿qué tipo de coloquio se puede mantener con alguien que ya te ha juzgado y sentenciado antes de ver la película?”, el festival comunicó lo ocurrido a las activistas gitanas, quienes tomaron la decisión de acudir igualmente como público.

“En este escenario expondremos, sin permiso, nuestro análisis de la película y tendrá que ser escuchado, eso sí, lo haremos desde el patio de butacas y con ruido de fondo”, anunció la AGFD en su sitio web. “El IPES de Pamplona, por miedo a represalias, me comentó que mejor era quitar la película de la programación”, explica la directora por otra parte en su comunicado. Y en ese momento estalló la bomba.

“Parece que las personas gitanas no podemos dialogar, analizar o protestar si no es con violencia. Después de silenciarnos, nos tachan de salvajes. Queríamos asistir a la muestra para debatir, ¿qué más se creían que íbamos a hacer? ¿Quemar la sala?”, se lamenta Carmen Fernández, vicepresidenta de la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad. “Lo único que hace eso es alimentar el prejuicio y el estereotipo”.

Aún así, “no vamos a boicotear la película ni vamos en contra de Arantxa”, promete. Para exponer mejor su indignación, la portavoz se remonta a la primera y única reunión que Echevarría concertó con la AGFD para pedirles consejo antes de rodar Carmen y Lola. “Estábamos encantadas al principio cuando nos llamó. De hecho, el encuentro fue amigable y bastante largo. Seis de nosotras estuvimos hablándole de nuestras costumbres, música, tradiciones y situaciones LGTBI durante horas”, cuenta Fernández.

Dice sentirse bastante sorprendida por las palabras de la directora, que afirma en su comunicado que “[la relación lésbica] era un tema que ellas no veían interesante”. “¿Cómo no vamos a querer que hable de homosexualidad en el Pueblo Gitano? Si la visibilización de otras identidades sexuales en hombres y mujeres gitanas ha sido una de nuestras luchas”, replica. “Lo que le pedimos es que se documentase bien y que mostrase la heterogeneidad que existe en nuestra comunidad”, explica.

Fernández se refiere a que todo el entorno de Carmen y Lola se muestra asfixiante, intolerante y sexista con las muchachas: dos chicas de dieciséis años que trabajan en el mercado con sus padres. La primera acaba de ser pedida a un joven de su edad, que pronto se descubre tan machista como sus mayores y presiona a Carmen para solo “cuidarme a mí y a los hijos que tengamos, ¿estamos?”. La segunda, Lola, aún se resiste, algo que su padre no tolera y que su madre apoya en la medida de lo posible.

“Le explicamos la necesidad de que existiera una heterogeneidad, que es lo que falta en el cine. No muestra nada positivo respecto a la población gitana. Y, al final, lo que vende es que nuestra cultura nos asfixia”, dice la activista gitana. Lamenta que, “tras hablar desde una perspectiva de género, LGTB, antirracista y decolonial”, la directora “haya buscado en el bulto”.

Arantxa Echevarría, por su parte, afirma que dicha reunión “fue desalentadora”, y que tuvo que encontrar por diversos foros a chicas gitanas y lesbianas con realidades “dramáticas” y violentas“. ”Me costó años granjearme su amistad, hablar con ellas en chats, y siempre desde su anonimato“, asegura en el comunicado. Fernández no duda de que eso ocurriese, pero echa en falta más sensibilidad a la hora de representar un entorno ”que no ayuda ni al Pueblo Gitano ni a la sociedad mayoritaria“.

“Ha acudido a espacios y realidades sesgadas, como el mercao. Claro que hay gitanos que venden en el mercao, pero no todas lo hacemos. Igual que no somos violentas. La hubiésemos apoyado si, como paya, le hubiera otorgado la seriedad correspondiente al contexto y argumentado mejor sus decisiones”, asegura Carmen Fernández.

Para eso, “tendría que haberla hecho con el cuidado, con la profesionalidad y con el asesoramiento necesario. De hecho, con mucho más cuidado que si hubiese hablado de su realidad, porque no conoce al Pueblo Gitano”, concluye.

Lo más grave, según ella, es que sugiera “que las adolescentes deben renunciar a su identidad para ser libres”. Arantxa Echevarría ideó su película como una forma de mostrar otras realidades del Pueblo Gitano al público mayoritario, pero para ellos es “más de lo mismo”. “Gitanos que venden en el mercao, que son antiguos, machistas y muy violentos”, dice Fernández. “Nada del empoderamiento de las mujeres gitanas que existe, de las más de 150 leyes antigitanas de nuestro país o del efecto pigmalión. La gente va a conocer cosas de los gitanos, sí, pero otra vez lo negativo”, protesta.

Carmen se queda con la sensación de que “se podía haber hecho algo realmente impactante y beneficioso: un boom de antirracismo”. Pero, más allá de rencillas en muestras de cine y debates por la libertad de expresión, ¿Carmen y Lola no servirá para que las gitanas hagan pedagogía feminista y antirracista sobre lo que muchas veces se nos escapa? “Eso es lo único que estamos intentando...si nos dejan”, remata.

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