'It': el bucle nostálgico ochentero y el payaso que (esta vez sí) da miedo
La adaptación al cine de It, una de las novelas más monumentales de Stephen King, puede servir de ejemplo de la lógica de repetición y variación en que se ha instalado Hollywood. El proyecto ha tardado cerca de diez años en hacerse realidad y ha pasado por diversas manos (entre ellas las de Cary Fukunaga, director de la primera temporada de True detective). También los hermanos Duffer se postularon para dirigir el filme. Y el rechazo que sufrieron motivó que hiciesen su propio pastiche que recordaba a It y otras obras: Stranger things.
La actual adaptación de It, que ya fue versionada en forma de miniserie televisiva en el año 1990, es otro ejemplo más del bucle en que ha entrado una parte de la cultura pop. La It cinematográfica recuerda a la Stranger things televisiva que a su vez se inspiró en la It literaria. En el nuevo filme aparece, además, uno de los actores principales del éxito de los hermanos Duffer. Y, de nuevo, tenemos a un grupo de niños que se desplazan en bici, viven en una pequeña localidad y se enfrentan a una amenaza fantástica con espíritu de equipo.
Con todo, no hay que olvidar que la propuesta se dirige en buena medida a un público que no vivió los ochenta. Muchos jóvenes no han visto las películas y series a las que Hollywood no deja de homenajear, y quizá solo las conocen a través de las referencias incluídas en Los Simpsons, Padre de familia o Rick y Morty. Así que los responsables de la película han ensayado una cierta actualización que intenta hermanar el universo King con las inercias dominantes en el actual cine de terror teen.
Miedo y crecimiento
Para empezar, se han cambiado los tiempos cronológicos. En la novela, la lucha de los protagonistas con su enemigo tienen lugar cuando son niños (1957-1958) y veintisiete años después (1984-1985). La nueva It se ha planteado con un díptico de películas cuya primer entrega solo se ocupa del primer enfrentamiento, que esta vez tiene lugar 1989. El personaje femenino, además, parece más vigoroso y decidido que su homólogo de la miniserie de los 90.
Más allá de este cambio de ambientación histórica y algunos otros ajustes, el realizador Andrés Muschietti (Mamá) y compañía respetan en buena medida el esqueleto temático y dramático del original. Nos explican la historia de unos chavales que comienzan a dejar atrás la infancia en plena oleada de desapariciones de niños. Después de vivir alucinaciones en las que se enfrentan a algunos de sus terrores más ocultos, descubren que les asedia un ente con forma de payaso perverso: Pennywise, un ser capaz de conocer y explotar los miedos de sus víctimas.
Tanto la novela como la miniserie realizada en 1990 también exploran la sensación de indefensión de los protagonistas antes unos delincuentes juveniles que les acosan, un aspecto algo menos tratado en esta versión cinematográfica. King ya había abordado este asunto en otras obras, como la novela corta que inspiró Cuenta conmigo. En los libros del escritor de Maine, de hecho, el paso a la vida adulta no solo tiene que ver con la sexualidad o con el descubrimiento de la mortalidad, sino también con la asunción de que la sociedad incluye unas elevadas dosis de violencia.
En el caso de It, la misma localidad de Derry se puede interpretar como una alegoría sobrenatural del abandono paterno o materno, y también de la normalización de la brutalidad por parte de las personas adultas. Los lugareños no consiguen proteger a sus hijos En algunas ocasiones, incluso les hieren y quiebran su inocencia a través de coacciones y maltratos. Además, parecen incapaces de ver las acciones del payaso asesino u otras agresiones mucho más cotidianas. En este entorno asfixiante donde los jóvenes están rodeados de amenazas de todo tipo, la solidaridad entre amigos se convierte en la única defensa posible.
Otros tiempos del cine de terror, otro payaso
Condicionada por las limitaciones económicas propias del medio televisivo en la época, la adaptación catódica de It no era especialmente intimidatoria. Pennywise era una figura malvada que también jugueteaba con el humor y alternaba su aspecto inofensivo con las amenazas brutales (o la exhibición de una dentadura más que inquietante). En la nueva versión de Muschietti, no hay lugar para alternancias: el payaso está diseñado para asustar con un aspecto anacrónico y amenazador. Ya desde el inicio del filme (repleto de lluvia, oscuridad y efectos de sonido ensordecedores) queda claro que se quiere apabullar al público.
El festival de sustos y el uso muy agresivo de banda sonora desprenden una cierta vulgaridad, una sumisión a una manera superficial de inquietar. Por otra parte, se pueda apreciar algunas escenas impactantes. Entre ellas, el diseño escenográfico de una sala repleta de payasos o la narración de un ataque a través de una pantalla de proyección de diapositivas. Al más puro estilo del horror japonés, entes sobrenaturales y aparatos tecnológicos mantienen una relación fluida.
Los responsables respetan el entramado de relaciones entre personajes, dedicándoles tiempo de un metraje más bien extenso a esta banda de autodenominados perdedores. Aún así, también se acercan peligrosamente a ese cine de terror donde el susto es el centro de la propuesta, de la misma manera que las escenas de asesinatos son el núcleo del cine slasher más vaciado de trama. El conjunto puede resultar correctísimo y apreciable, pero también algo formulario, por mucho se hayan incluido imágenes de violencia más crudas de las habituales en el cine de fantasmas cuasi familiar de Insidious, Ouija o Nunca apagues la luz.
It también incorpora unas cuantas bromas e insultos sexuales, algo que comienza a ser inhabitual en el cine de terror más comercial. Los grandes estudios apuestan por acercar a este género, a veces muy rompedor, a las normas del blockbuster de Hollywood, donde la violencia no salpica sangre y los niños parecen venir en cigüeña desde París.
Dicen las crónicas que Fukunaga perdió el sillón de director por querer ir más allá en las trangresiones puntuales (incluyendo todavía más violencia y escenas explícitas de sexo y violación) y, además, ofrecer un terror fílmico con personalidad propia. La versión firmada por Muschietti, y en la que Fukunaga conserva la categoría de coguionista, parece una materialización digna pero bastante convencional de este empeño.