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'Klaus' en los Oscar y 'Buñuel' en Europa: la animación española triunfa fuera mientras pasa hambre en nuestro país

Fotograma de 'KLAUS | Go Behind the Scenes of the Movie'. SPA Studios.

Francesc Miró

21 de enero de 2020 21:17 h

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Klaus se estrenó en Netflix en noviembre de 2019, pero ya ha hecho historia: es la segunda vez que una película de animación española consigue la nominación al Oscar. La primera vez fue Chico & Rita, de Fernando Trueba y Javier Mariscal. Pero además, la película no ha cesado de conquistar a público y crítica con su aliento de clásico navideño: con siete nominaciones es una de las favoritas de los Premios Annie -los más importantes de la industria-, está nominada a los BAFTA y, por supuesto, es una de las candidatas al Goya animado.

Por su parte, Buñuel en el laberinto de las tortugas se hizo con el Premio del jurado en el Animation Film Festival de Los Ángeles y con el galardón de Mejor film de animación en los Premios del Cine Europeo. Curiosamente, esto último también es un hecho histórico: solo otra película española ha ganado el galardón animado de la Academia de Cine Europeo, Un día más con vida, documental sobre el libro homónimo de Ryszard  Kapuscinski. En los Goya, Buñuel... cuenta con cuatro nominaciones, incluyendo guion adaptado y Dirección novel para Salvador Simó.

Ambas, qué duda cabe, han proyectado en todo el mundo una imagen del cine de animación español como industria talentosa y vigorosa. Una que, según datos del último Libro Blanco del sector, llegó a facturar 654 millones de euros y dar empleo directo a 7.450 profesionales en 2017. Pero aún contando con el aval de un palmario reconocimiento internacional, de puertas adentro la realidad dista de estar a la altura del talento. La animación aquí sigue enfrentándose a dolencias que lastran proyectos y dificultan el desarrollo de un arte alabado en todo el mundo.

Taponar la fuga de cerebros

“Tener un estudio de animación independiente implica tener muchos platos girando a la vez”, explica Sergio Pablos, director de Klaus y fundador de SPA Studios, la compañía de la que nació el film nominado al Oscar hace ya una década. “No han sido diez años únicamente dedicados a esta película: hemos hecho infinidad de cosas”, cuenta a eldiario.es. De hecho, su estudio ha trabajado en la reciente Smallfoot, en Rio, Futbolín o en Los Pitufos mientras invertía recursos y tiempo en desarrollar Klaus.

“Tenemos que intentar tener estructuras estables y no estudios que se vuelquen en una película y luego tengan que echar el cierre”, explica. Una película de animación en nuestro país necesita como mínimo dos años o más de desarrollo. Pero el caso de Klaus no es excepción: la inversión en los proyectos se puede alargar años hasta conseguir la financiación. Y la inestabilidad juega en contra de la contratación y la profesionalización.

Para Pablos, “deberíamos tener proyectos interesantes en los que el profesional de aquí quiera aprender e involucrarse. No proyectos en los que, estrenada la peli, se te vaya media plantilla fuera porque vas a tardar años hasta levantar el siguiente proyecto”.

“Nosotros armamos el presupuesto de forma muy medida”, cuenta Salvador Simó, director de Buñuel en el laberinto de las tortugas. “Hablamos de una película de presupuesto 1.8 [millones de euros]. En Francia estaríamos hablando de una producción de seis o siete. Así que íbamos con pies de plomo para que nada de nuestro trabajo creativo se desperdiciase. Esto nos llevó estrepitosamente hasta el final en cuestión de dos años y medio, que para producir una película de esta naturaleza es ajustadísimo”, describe.

The Glow Animation, el estudio detrás de la película de Simó, contaba con 35 artistas, pero con la producción de este filme ha llegado a tener a tener en nómina a 80 personas en distintas áreas. Un talento y unos recursos que se atomizan durante la producción de un título, pero que más tarde corren el peligro de irse fuera de España en busca de trabajo. “¡Me lo cuentas a mí que yo me he pasado prácticamente toda mi carrera fuera de España!”, exclama Simó. “Yo fui parte de esa fuga de cerebros. Al final con Buñuel y ya algunos tiros pegados, volví a casa con la mínima seguridad de que si no me salía una cosa me saldría otra. Pero para quien empieza es algo muy muy complicado”.

De hecho, el director nominado al Goya afirma que “es hasta positivo: la gente tiene que irse fuera para aprender cómo se trabaja, y más en este mundillo en el que cada peli es un mundo”. Aunque “ahora parece que nos va más o menos bien porque la gente que se fue fuera está empezando a volver. Y empiezan a abrirse proyectos y estudios que hacen cosas muy potentes”.

“La estacionalidad es uno de los problemas más enormes que tenemos”, coincide Alicia Núñez, presidenta de la asociación Mujeres en la Industria de la Animación (MIA en adelante). “La fuga de cerebros es un riesgo, pero a la vez es muy enriquecedor el poder formarte en cualquier lugar del mundo y volver a tu tierra para aplicar esos conocimientos”, defiende.

Lo que ocurre, según ella, es que “corremos el riesgo de que muchos no regresen. Así que esto es un arma de doble filo: reporta muchísimos conocimientos y el talento de aquí se enriquece, pero si no regresa tenemos un problema evidente”.

Ayudas al desarrollo y medidas contra la estacionalidad

“La industria de la animación está minusvalorada en todos sitios”, opina Sergio Pablos, “pero en España vamos despacio y seguros. Hemos conseguido crear estructuras estables, como Ilion, como Lightbox o como Spa Studios sin ir más lejos, que estamos metidos en varias producciones que están teniendo repercusión internacional”.

Salvador Simó, sin embargo, cree que “la situación es muy complicada a nivel financiero”. Para él no se trata de un tema de talento, sino de si este se puede remunerar de forma digna. “Las ayudas no te permiten subsitir para desarrollar otros proyectos”, cuenta, “en nuestro país hay unas pocas ayudas al desarrollo de comunidades autónomas. Pero dan 25.000 euros, cuando en Holanda la misma ayuda serían 400.000. ¿Cómo vas a pagar a un equipo de guionistas y animadores que trabajen dos años para ti con 25.000 euros? Es impensable”.

“O empezamos a promocionar las ayudas a desarrollo de proyectos para apoyar a los creadores mientras crean, valga la redundancia, o aquí la inestabilidad está difícil de combatir”, sentencia. Y vuelve a comparar “Nuestra competencia directa en las salas de toda Europa ha sido Dónde está mi cuerpo”, un largometraje de animación francés candidato al Oscar en la misma categoría que Klaus, “¿Sabes qué presupuesto manejaban? Uno de 3.6 millones. No podemos competir con esto a nivel europeo. Y más si le añadimos la distribución y la promoción, que nosotros hemos hecho con cuatro duros. No hemos tenido ni recursos para hacer campaña para los Oscar”, confiesa. “Es una lástima perder oportunidades por ver que tu país no te apoya a la hora de hacer películas como esta”.

“No creo que todo tenga que pasar por ayudas: deberíamos conseguir más inversión privada y te diría incluso no depender tanto de plataformas”, opina Alicia Núñez apuntando hacia Netflix, en la que se pueden ver tanto Klaus como Dónde está mi cuerpo? . “Aunque sí debería haber más apoyo para todo el tema de desarrollo. Antes podías levantar una financiación con una ayudita por aquí y otra por allá. Si conseguías también preventas en otros países ya podías salvar los muebles. Pero ese modelo ya no funciona. Estamos viviendo un cambioestructural que no sabemos hacia dónde va exactamente”, reflexiona la presidenta de MIA.

Nuevos y viejos caminos para la animación

“No sé si Klaus habría funcionado en cines”, explica Sergio Pablos. Klaus narra una historia de cuento navideño clásico, y como tal su estreno en salas habría sido sí o sí fijado en estas fechas. Ocurre que el mercado del blockbuster está colonizado por Disney, y “si a un loco se le ocurre estrenar una película navideña de animación tradicional para competir contra Frozen 2, lo iban a destrozar”.

Así que para SPA Studios “ha sido una gran suerte haber caído en Netflix”. Según su fundador, “el VOD [Video On Demand] es un medio que no compite en salas. Nos ha dado la libertad de acceder a un tipo de público distinto. Si tuviesemos que saltar al mercado competitivo de las salas, lo hubieramos tenido muy difícil contra una peli de Disney o Dreamworks”.

Algo que sí ha hecho, en distintas circunstancias, Buñuel en el laberinto de las tortugas. Se estrenó en cines españoles el 26 de abril de 2019 y, según datos del ICAA, al cierre del curso pasado había recaudado 48.152€ con 8.630 espectadores. Las comparaciones son odiosas y, además, se dirigen a un público distinto, pero Tadeo Jones 2, el secreto del rey Midas recaudó 17 millones de euros y la vieron más de 3 millones de espectadores. Más que la más taquillera de las películas españolas del 2019: Padre no hay más que uno, dirigida y protagonizada por un Santiago Segura que ha hecho 14 millones de euros en taquilla.

Simó opina que “hay que ir educando al público poco a poco”, pues en el fondo Buñuel en el laberinto de las tortugas es una película de animación para adultos que narra el rodaje de un documental del genio surrealista de Calanda. No es, a priori, lo que llamaríamos una película mainstream. “El público siente que la animación se dirige únicamente al público infantil porque es lo que le hemos dado hasta ahora. Pero haciendo películas como Buñuel, poco a poco el público va apreciando que la animación no es solo eso. Si no financiamos animación adulta, pues no se ve. Es la pescadilla que se muerde la cola”.

La misma pescadilla que, dice, se encuentra también en las salas de exhibición: “Las salas comerciales tampoco están acostumbradas a proyectar películas de animación que no vayan dirigidas al público infantil. Por tanto, no creen en ellas y no las proyectan. Y el público no las ve o piensa que, como no está en su multicines, no valdrán la pena”. Para el director de Buñuel en el laberinto de las tortugas “está en nuestra mano intentar romper ese bucle”.

Para Alicia Núñez “las plataformas de VOD están dando la oportunidad de hacer unos contenidos algo más diferentes, más arriesgado”, porque si compites en el mercado de exhibición tradicional “tienes que crear un tipo de contendido muy específico y dentro de unos estandares. Las reglas del juego están muy delimitadas por los grandes estudios”. Pero advierte de que tampoco se puede generar una dinámica de dependencia “porque si solo tenemos una o dos plataformas que hagan animación adulta o diferente, también estamos cayendo en un negocio en manos de muy pocos”. 

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