'Vice' o cómo Hollywood ha ignorado el 11-M en los Oscar y la responsabilidad de Aznar en Irak
Al director Adam McKay no le ha temblado la mano al retratar a George W. Bush y a su vicepresidente Dick Cheney en El vicio del poder. En la película que este domingo aspira a ocho Oscars, el primero aparece como un majadero borracho y trepa que alcanzó los más altos despachos de la administración norteamericana, el segundo como la viva imagen de Satán, y ambos como la dupla responsable de una guerra decisiva para entender la ola de terrorismo y el tablero político actual.
Hollywood siempre ha tenido una relación sincera con el peor atentado de la historia del país y el conflicto bélico que siguió después. Casi siempre lo hace apelando a la fibra emocional, pero también situando a los cerebros y a los peones en el paredón.
El ejemplo indispensable fue En tierra hostil, con la que Katheryn Bigelow se ganó la enemistad del Ejército y obtuvo una merecida estatuilla dorada como recompensa. También Michael Moore se la jugó -aunque no en taquilla- con Farenheit 9/11 examinando los vínculos entre la industria petrolera estadounidense y la aristocracia de Arabia Saudí.
El vicio del poder se asemeja a Moore en un tono que usa la hipérbole y el humor para entender una política peligrosa para muchas personas, no solo para los civiles estadounidenses. Cerca de un millón de muertos en tres continentes diferentes es el saldo real del conflicto.
La película, menos trepidante pero igualmente irónica que The Big Short -el delirante recorrido de McKay por los años de la burbuja crediticia que derivó en la crisis económica mundial- se hace eco de los bombardeos contra los afganos y los iraquíes y de las posteriores consecuencias en Estados Unidos y en Reino Unido, país que fue sacudido el 7 de julio de 2005 por un atentado en el metro de Londres. Era hora punta, 56 personas fueron asesinadas y 700 resultaron heridas.
Pocos días más tarde, Al Qaeda asumía la responsabilidad del ataque terrorista y convertía a Londres en la tercera capital occidental hostigada por su implicación en la invasión de Irak. Vice, que en España se ha traducido como El vicio del poder, incluye imágenes de archivo que documentan este episodio, como en las que Tony Blair asegura en la Cámara de los Comunes que los atentados no tienen relación con la guerra.
Mientras el primer ministro pronunciaba esas palabras, una fotografía sobrevolaba Estados Unidos, Reino Unido y España: la que se sacaron Bush, Blair y José María Aznar en la Cumbre de las Azores y que dio el pistoletazo de salida a la ofensiva de 2003.
La implicación del país anglosajón en el conflicto queda patente en El vicio del poder a través de una representación del vagón de metro donde aquella mañana de julio estallaron tres bombas. Sin embargo, ni rastro de los trenes de Atocha, de la campaña bélica de Aznar ni de su posterior intento de encubrimiento adjudicando el 11-M a ETA. Ni siquiera de su derrota electoral tres días después de la matanza de Madrid.
Hollywood no solo ha obviado un par de imágenes de archivo. Pasa por alto el atentado más sangriento de la historia de España y el segundo más grave de Europa. También los 200 muertos, los más 2.000 heridos y las responsabilidades de un Gobierno que vendió la guerra como un acontecimiento imperdible en el que España no podía mantenerse al margen. Aquel 16 de marzo de 2003, en las Azores, se tomó la decisión de invadir países por motivaciones económicas y un saco de mentiras que fueron cayendo poco a poco. Incluidas -aunque Vice las obvie- las de José María Aznar.
Lo que Vice no cuenta
ViceEl atentado del 11-M y la Guerra de Irak pillaron Aznar en su momento de poder absoluto. Tras una primera legislatura en la que tuvo que pactar y ceder con Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) para poder ser presidente, desde el 2000 su partido tenía mayoría absoluta en el Congreso que le dejaba las manos completamente libres.
A finales de 2002, una vez derrocado el régimen talibán en Afganistán, EEUU puso su mirada en Irak, a quien incluía en la lista de países que integraban su “eje del mal”. El país gobernado por Sadam Hussein trató de evitar la invasión por todos los medios. Acató las resoluciones de la ONU, entregó toda la documentación que le reclaman y aceptó la visita de inspectores para que verifiquen si tiene armas de destrucción masiva. Los inspectores no encuentran nada. Irak se prestó incluso a destruir algunas de sus misiles que podrían ser reconvertidos en bombas de mayor potencia.
Sin embargo, el engranaje de la operación militar ya se había activado. Ante el rechazo a la invasión expresado por Alemania y Francia, ocho líderes europeos firmaron una carta de apoyo a las EEUU contra a Irak. Entre esas firmas está la de José María Aznar. El debate entonces ya no es tanto si habrá guerra o no, como si España se sumará a ella sin el apoyo de la ONU. Siete veces le preguntaron sobre ello al entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y siete veces evitó contestar.
En aquella batalla diplomática que se libraba mientras EEUU desplazaba ya tropas a Irak, Aznar vio la oportunidad de colocarse a él mismo y a España en el primer plano de la política internacional. “España no puede quedarse sentada en un rincón de la Historia”, dijo ante los miembros de su partido el 3 de marzo de 2003, en una arenga que buscaba cerrar filas ante las dudas que suscitaba en el partido la invasión de Irak, que estaba recibiendo un inmenso rechazo en las calles.
El 4 de marzo de 2003 el Congreso votó a favor de la invasión si Irak no cumplía las exigencias de desarme. Todos los diputados del PP, sin excepciones, apoyaron la resolución. Toda la oposición votó en contra. El 16 de marzo tuvo lugar la cumbre de las Azores. Aunque en la foto que inmortalizó ese momento solo se ve a tres líderes y se ha consolidado la expresión “trío de las Azores”, eran cuatro los mandatarios de ese encuentro: George Bush, presidente de EEUU, Tony Blair, primer ministro de Reino Unido, José María Aznar y Durao Barroso, primer ministro de Portugal.
Aquella cumbre supuso un impulso para la guerra de Irak al fijar un ultimátum para su desarme. Las imágenes del encuentro dejaron claras las aspiraciones de Aznar. Cuando los líderes tienen que posar para la foto, Aznar está situado por casualidad al lado de Barroso. Se da cuenta, pasa por detrás de él y de Blair para colocarse a la izquierda de Bush. Así quedó retratado para la historia. Cuatro días más tarde, cae la primera bomba sobre Badgad.
Aznar estaba entonces, y sigue ahora, convencido de que aquella decisión fue muy beneficiosa para España. En un acta de una reunión mantenida con Bush quedó reflejado lo que pensaba entonces el presidente del Gobierno: “Estamos cambiando la política española de los últimos 200 años”. “España, en esta ocasión, estuvo donde tenía que estar y con los que tenía que estar”, escribió luego en un libro. En 2017 repitió lo mismo en una entrevista: “Nunca he tenido mejor foto que la de las Azores”.
Un año después de que se lanzarán las primeras bombas en Irak, el 11 de marzo de 2004, estallaron cuatro trenes en Madrid causando 200 muertos. Quedaban tres días para las elecciones generales y el Gobierno de Aznar, consciente del desgaste que les había provocado la guerra de Irak en la opinión pública, trató desde el primer momento de vincular a ETA con los atentados. El propio Aznar llegó a llamar a algunos directores de periódicos para decirles que la banda terrorista era la responsable.
Era mentira. Los atentados del 11M fueron obra de Al Qaeda, que los reivindicó dos días después a través de un vídeo. Se generó una ola de indignación entre los partidos de la oposición y entre la ciudadanía, con varias manifestaciones durante esos días. El 2 de abril la Policía localizó a la célula yihadista en un piso de Leganés. Cuando los GEO trataban de entrar Aunque hay quien ha tratado de mantener viva la conspiración de que ETA estaba tras el atentado, tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo ha confirmado que se trató de un ataque yihadista.
Bush dijo que la guerra de Irak había sido su mayor error. Blair pidió perdón por la invasión. Aznar es el único del trio de las Azores que jamás se ha arrepentido: “No voy a pedir disculpas por defender el interés general de España”.