La portada de mañana
Acceder
España, locomotora de Europa: aporta el 40% del crecimiento económico
La basura del diluvio dos meses después
OPINIÓN | '¿Y si Trump repensara la globalización?', por Enric González

Todos los personajes de 'Amanece que no es poco'

Jose Luis Cuerda | Pepitas de Calabaza

  • ¿Sabías que Joan Manuel Serrat iba ser el “cojito para toda la vida” o que la calabaza iba a ser una coliflor? Lo cuenta Jose Luis Cuerda en las notas a todos los personajes de nuestra película española favorita.

Berlanga me dijo muchas veces que el reparto de “Amanece que no es poco” era el mejor de la historia del cine español. Yo, con sus películas en la memoria, siempre le respondí lo mismo: «Pues, anda que los tuyos»

Teodoro:

Joven ingeniero español. Profesor en Oklahoma. Ha venido a pasar su año sabático en España. Para facilitarle el disfrute del mismo su padre le ha comprado una moto con sidecar. Es un muchacho de carácter muy noble. [Resines anduvo toda la película, consciente del disparate con el que tenía que bregar, aguantándose la risa como podía y esperando con impaciencia que llegara la secuencia en la que la Luna llena le provoca unas risotadas irresistibles. Lo que a su padre, Ciges, le parece inusual y hasta gilipollas].

Jimmy

El padre de Teodoro. Abierto, emprendedor. Orgulloso de su hijo, al que representa. [La aportación de Ciges a cualquier película era sustancial. Nadie olvidará nunca la presencia de Luis en una pantalla].

Gutiérrez

Cabo de la Guardia Civil. Al mando de la guarnición del pueblo. Hombre muy religioso [y, sin embargo, añado,] de gran bondad. [Saza es uno de esos actores especialmente deudor de su físico. Cuando se le conoce en persona (es la única vez que trabajamos juntos) se advierte, además, que su físico afilado es deudor asimismo de su mente aguda y de argumentación originalísima. Por ejemplo, él deducía en cada cena que, el que cada uno pidiésemos una cosa distinta —unos, tortilla francesa; otros, un consomé con un chorrito de jerez y otros más, un entrecot a la pimienta— demostraba cabalmente que los hombres éramos rarísimos, incomprensibles. «¿A que sí, director?»].

Ngé Ndomo

Hombre negro de treinta y tantos años. Catecúmeno. Vive dramáticamente el estar en minoría, le gusta hacer estampas vivas con las cabras. [Samuel Claxton, actor cubano de cine, teatro y televisión. De indiscutibles méritos interpretativos, era paradójicamente, según les adjudica la fama, uno de los hombres de su raza más incapacitados para el baile, lo que a él mismo le daba mucha risa. En cuanto a otro de los mitos atribuido a estos hombres y que afecta al centro mismo de su ser, fue, llegado el momento, certificado por tres de las actrices jóvenes del reparto que, una noche entraron en el dormitorio de Ngé, armadas con un linterna, y vieron lo que aquel hombre atesoraba. A partir del día siguiente, y gracias a la colaboración de una de ellas, Samuel dejó de dar las largas caminatas y los empinados trotes por cerros y riscos que acostumbraba a dar a su llegada a Ayna y en los descansos del rodaje].

Morencos

Joven labrador e intelectual. [Que, como es devoción en ese pueblo, se conoce a Faulkner al dedillo, lo que no impide que le arda el culo cuando ve a una mujer que le gusta. Este ardor también preña ipso facto y acelera la gestación un disparate ya que los nasciturus llegan al mundo en diez minutos y por parejas. Tito Valverde, en su bondad infinita, cargó con el encargo].

Don Andrés

Sacerdote de mediana edad. Tiene muchísima nombradía y viene gente de todo el mundo (Universidad de Eaton, meteorólogos belgas, disidentes de los Coros del Ejército Soviético...) a oír sus misas. Tiene una mano especial para la liturgia. [Y le entusiasma el libre albedrío, que no puede practicar. Yo pagué con este personaje a Cassen el impagable favor de haber protagonizado Plácido, obra cumbre del cine mundial, que por sí sola justificaría la existencia y el respeto debido al, hoy pisoteado villanamente, cine español].

Elena

Joven labradora. Se enamora de un muchacho que le ha brotado en medio del bancal.

Pascual

Uno de los dos guardias civiles que tiene Gutiérrez a sus órdenes. [Interpretado por Ovidi Montllor, con tanta convicción como perplejidad. Yo recuerdo, dada su confesa y probada adhesión a Total, habe ofrecido a Serrat un papel en Amanece. Pensé que era el de «cojito para toda la vida», que interpretó Ferrán Rañé, pero, en reciente encuentro, Joan Manuel me aseguró que fue este papel, el de Rafael Díaz, acompañante de Ovidi, y que no pudo hacerlo porque nosotros retrasamos el inicio de rodaje, que coincidió así con sus, contratado ya, bolos del verano. Esto último es verdad, y lo otro, creo que también puede serlo, porque me fío más de su memoria que de la mía. La suya es prodigiosa como me demostraron él y su mujer al recitarme diálogos de Total de una tirada, el día que nos conocimos, en un homenaje a María Luisa Ponte.

Ovidi y Serrat hubieran hecho una pareja de la guardia civil catalanovalenciana de gran atractivo y algún dueto cantado podríamos haberles improvisado en tributo a la nova cançó. Ovidi no solo cubrió plaza de guardia escrupuloso y compungido, sino que en la vida civil de todos los días lo inauguré como amigo que velara por mi salud. Valga de ejemplo el de la noche en que, cenando mano a mano en «La Roja» de Ayna —donde era costumbre servir las chuletillas de cordero de una en una, recién sacadas de las ascuas de vid— la patrona me consultó: «Tengo puestas en la lumbre dos chuletas más. ¿Tendrá suficientes o le pongo alguna otra?». «Yo creo que son suficientes», respondí. Cuando nos quedamos solos Ovidi me preguntó: «¿Es que a ti te importa que yo te diga las que llevas comidas?». «¿Cuántas?» «Es que llevas diecisiete, ¿eh?»].

Fermín

El otro. Más instruido que Pascual. Habla de temas elevados y escribe a máquina son faltas. [«Sin» o «con». No lo sé. Las dos cosas serían verosímiles. Es una de las ventajas de escribir guiones como este. Rafael Díaz murió poco después de hacer la película. Como tantos otros. Hace poco me animé a verla y cuando iban mediados los títulos de crédito y contabilizados doce muertos, apagué la televisión y me fui a dar un paseo].

Álvarez

La madre de Ngé Ndomo. Soltera. [Chus Lampreave, que reinaba en Total, asume aquí con pasmoso realismo diálogos y situaciones que solo ocurren en otro mundo que no existe, pero que ella habita como si fuera su casa].

Paquito

El padre del cura. Sacristán, campanero, monaguillo, pregonero, turiferario... Es hombre de mucha soltura. Le gustan las mujeres para mantener relaciones sexuales. [Manuel Alexandre se ganó en mis repartos y en mi corazón calabacero un lugar de honor. Testigo de las partidas de póquer de mi padre, supe del talante de mi progenitor más por Manolo que por lo que paraba en mi casa. Archivo ambulante y bien clasificado del teatro y del cine español, contable emérito e inseparable del generoso derrochador que fuera Fernando Fernán Gómez, su mejor amigo, compartió conmigo confidencias, comidas y rodajes con fidelidad, talento y esplendidez].

Aurora

Mujer del pueblo. Casi sesenta años.

Adelaida

Hija de Aurora. Pero de más edad que ella. Es inmadura. [Elena Flores, la madre, y María Isbert, de más edad que ella, la hija, forman una pareja, que debía ser de obligada existencia en cualquier comunidad humana. Yo siempre me he considerado más viejo que mi padre, que murió con ochenta años y hechuras adolescentes. De ahí que en duetos como el de madre e hija (Aurora-Adelaida, aquí) o padre e hijo (Agustín González-Manuel Alexandre en Total) se repita el esquema de cronologías contra natura].

Varela

Labrador y amigo de Morencos. No es intelectual. Se le muere el padre. [Luis Perezagua, que sabe todo lo que ha pasado tras las bambalinas de toda zarzuela, revista o representación teatral en España, es de una ternura explícita. En la película es un hijo ejemplar que admira sin reservas cómo se ha muerto su padre y además quiere ser intelectual, porque no le ve nada más que ventajas].

Carmelo

Borracho. Es el marido de Gabriela; pero, como tiene impotentia coeundi, Gabriela se relaciona con el negro Ngé Ndomo. [Que, borracho, no vea doble sino que él sea quien se desdoble, uno sereno y otro curda, es honor que debía a Miguel Rellán, por Total, por Pares y nones... Portador aquí de diálogos y actitudes que merecen figurar en la unidad de destino en lo universal, que sufrió la patria española tantos años].

Gabriela

Es la mujer de Carmelo.

[Yo, desde pequeño, tuve gran curiosidad por las palabras de uso corriente cuyo significado no entendía. Principalmente las referidas a la ropa: manga ranglán, japonesa, bolero, jersey tipo mambo, falda evasé, pantalón bombacho, escote palabra de honor... Mi homenaje a todas ellas en boca de Rosalía Dans].

Nacho

El suicida permanente. Sale todas las tardes a la carretera a ver si lo pilla un camión. [Un paso más allá del Judío Errante, del Correcaminos o de la ruleta rusa se me ocurrió a mí la figura del suicida permanente. Un juego. Guillermo Montesinos, porque le acalorara el personaje o por que creyera que era un ensayo y sudaba, sacó en pleno rodaje dentro del mesón un abanico y se abanicó. Error o improvisación imprevisible, es la toma que monté].

Tirso

Mesonero. [Un Cris Huerta imponente. Me contaba que un día acompañó a un amigo de adolescencia, crecido a la sazón en policía, a la comisaría en la que trabajaba. Al parecer, allí había cantina y, cuando Cris se vio rodeado de pinchos surtidos, numerosos y apetitosos, no pudo aguantar su euforia, exclamó orondo: «¡Al régimen le van a dar por culo!». Al darse cuenta de que, además de las viandas, estaba rodeado también de policías, que clavaron sus ojos en él colectiva y simultáneamente, y viendo próximas las mazmorras del señor Franco, se disculpó tartamudo: «Al alimenticio, se entiende. Le van a dar por culo al régimen alimenticio». Cris era capaz de comerse media docena de huevos fritos con patatas como primero o segundo plato. El orden de los factores no alteraba el atracón].

Alcalde

Alcalde. Hombre mayor. En la recta final de su vida parece que ha encontrado una muchacha adecuada para él. Ha impuesto en el pueblo algunas prácticas curiosas y de cierto mérito. [Un espléndido Rafael Alonso, con el que no había conseguido trabajar hasta ese momento, da verosimilitud a algunas de las escenas más disparatadas que he escrito nunca, tributarias la mayoría de secuencias, fácilmente verificables, de películas de Berlanga. Hice que, a la hora de desvelar los resultados de las elecciones, quedase flanqueado por dos retratos enormes de Freud y de Eisenhower. Me pareció oportuno que esos dos iconos de las turbulencias que son propias del laboreo de ambos —el uno, Freud, hacia los adentros, y el otro, el general, hacia las afueras— sintetizaban bien los materiales que se manejaban en la secuencia. Y en la vida].

Doña Rocío

La mujer del cabo Gutiérrez. [Una noche, terminada la cena, Ciges, que estaba sentado junto a Carmen de Lirio, sacó del bolsillo la llave de su habitación del hotel y la puso encima de la mesa al tiempo que se despedía: «Me voy a dormir. Hasta mañana». Carmen, al ver el número del cuarto de Ciges, le bromeó: «Coño, Luis, si estás en la habitación al lado de la mía. Podías saltar una noche por el balcón y nos veíamos sin que nadie se enterase». Luis respondió cortante, con la fingida convicción que tan bien manejaba en sus réplicas: «Quita, quita. Y que me caiga y me mate. Déjate»].

Don Alonso

El médico. Sesenta y tantos años.

Doña Remedios

La mujer del médico. Pare a los diez minutos de joder. Siempre mellizos. [Queta Claver y Paco Cambres forman una pareja que, por lo que sea, no han conjugado satisfactoriamente en la cama. El hecho de que su mujer para a los diez minutos de gestación no le entra en la cabeza a su marido, médico rural de profesión, un científico. A mí, que siempre me ha parecido desproporcionado que el derrame semina en vagina propicia pueda llevar consigo traer al mundo una criatura con piernas, ojos, conciencia y pesadumbres; el hecho de que esto ocurra tan rápida como inusualmente incrementa mi zozobra. No volveré a escribir nada igual].

Sixto

Adolescente. Hijo del cabo Gutiérrez y de doña Rocío.

Don Roberto

El maestro. Pedagogo peculiar. [Paco Hernández lidera las escenas más socráticas y musicales de la película. Bendigo a todos —y me incluyo— los que rodamos las canciones de la escuela en un solo día. Nadie ajeno a la profesión sabe el mérito que eso tiene. Que los críos y Paco encajasen el playback (grabado por la Escolanía del Valle de los Caídos) con aquella facilidad, que improvisáramos la coreografía y la rodáramos sin ensayos, quenos quedara tal primor... Un diez para nosotros y un quince para Pepe Nieto, autor de músicas y letras. Yo me reservo un once para mi dode pecho con el examen sobre las ingles].

Padington

La Padington es como un faro para las mujeres del pueblo. [Una señora de Ayna se enteró de que Aurora Bautista iba a interpretar a este personaje y me confesó su devoción por la actriz que había encarnado a tanta heroína: Agustina de Aragón, Juana la Loca... Le prometí que el primer día que rodara Aurora la colocaría, como figurante, junto a ella. Se puso muy contenta; pero, ya veremos en su momento, no tuvo suerte].

Bruno

Exiliado argentino. Se casó con la Padington y escribe. [Tengo la impresión de que Arturo Bonin, el actor argentino que lo interpretó, andaba el pobre por Ayna como un pulpo en un garaje. No encontraba ninguna conexión entre los diálogos de la película y la vida que lo rodeaba. No era capaz de ver algo medianamente lógico ni en lo que hacíamos a diario ni en lo que rodábamos. Tan lejos de su país tampoco se animaba ni a preguntar ni a criticar. Y, menos, temeroso de que, con el personaje a cuestas, descubrieran que plagiaba a Faulkner en un pueblo en el que se sentía verdadera devoción por Faulkner].

Mercedes

Puta electa.

Pedro

Hermano de Álvarez. Tío de Ngé. Viejo labrador en cuya casa viven hermano y sobrino. [Alberto Bové le dedica un monólogo crepuscular a una calabaza y le queda de rechupete. Bové, que trabajó en las compañías de José Bódalo, María Jesús San Pedro o Tina Gascó, y que participó en el celebrado montaje de la obra de Fernando Fernán Gómez, La coartada, en 1985, monopolizó el monólogo de la calabaza, subrayado con una música excelente de Pepe Nieto, probablemente la secuencia de la película que más ha trascendido.

A destacar que esta editorial toma el nombre de Pepitas de calabaza de esta calabaza, papel que, como se verá en el guión, tenía que haberlo interpretado una coliflor; pero el regidor no la encontró. Hoy estoy convencido de que resultó más adecuada la calabaza. Dónde va a parar. Un corazón siempre será más calabaza que coliflor].

Susan

La muchacha andaluza que le gusta al alcalde. Turgente. [Las escenas de multitudes propiciaron que el paisanaje de figuración confirmara táctilmente que la muchacha era turgente, según confesión explícita de Fedra Lorente].

Cascales

Cascales es un disconforme. Quiere cambiarle el personaje a todo el mundo. [Esta es una oportunidad que habría que darle siempre a todos los personajes de todas las películas. Haríamos descubrimientos sorprendentes. ¿Os imagináis a Gary Cooper haciendo de Ava Gadner? Yo, sí].

Mariano

El muchacho que ha brotado en el bancal de Elena. Es hermoso. [Una historia de amor tan viva, tan primaria, tan vegetal que emociona].

Muchacho que brota

A diferencia de Mariano, aunque brotó también en un bancal, fue trasplantado a un semillero ad hoc y allí va creciendo.

Garcinuño

Es otro de esos hombres que salen de la tierra. Brotó en el siglo XVI y no termina de madurar. [Entre el muchacho y Garcinuño sintetizan lo que da de sí un semillero de hombres. La imagen del semillero era muy utilizada en el seminario (donde yo pasé tres años) y puede que estas escenas encuentren su raíz más profunda en una impensada reflexión sobre aquella estancia, mezcla de saberes clásicos, valentía torera y deseos sexuales reprimidos. También es verosímil que no].

Merceditas

La prima del cura y, por lo tanto, sobrina de Paquito. Paquito mantiene relaciones sexuales con ella. A ella esas relaciones sexuales le resultan insatisfactorias. [Da pena esta criaturica en semejante Cafarnaún].

Feriante

El dueño de la caseta de tiro en la verbena. Sentencioso. [Antonio Gamero, siempre. Encapsula en poco tiempo todas las virtudes de Temprado: feriante, charlatán y hombre libre de mi Albacete infantil. Tan pronto vendía baratijas en la plaza Mayor —mi abuelo le compró una mañana un cajón de alhajas de baratillo que lucían sus brillos ahogadas en serrín, para revender en el Masegoso, su pueblo— como montaba negocio de tiro al blanco —aparece el suyo propio en Bienvenido... de Berlanga— o inventaba y vendía el aparatito pulisía —periscopio mínimo de hojalata y espejos, retorcido hacia atrás— cuya utilidad pregonada era la de poder ver en el cine, durante la proyección, qué estaban haciendo las parejas en las filas de detrás de la tuya.

El personaje de Gamero no da para tanto, pero, a falta de tiempo para expandir sus habilidades, se explica que da gusto oírlo. Una epopeya de hombre si se hubiera juntado con dos o tres más. El veterinario de Ayna, que aplicaba inyecciones sedantes al cochinillo, para que no berreara durante las tomas, da réplicas en romance al feriante y por escucharlas con gusto desusado o por la sedación, aquello producía efectos laxantes en el animalico y manchaba a Ciges todos los días varias veces, con enojo del personal de vestuario. Ciges se mostraba comprensivo con aquellas debilidades. «Ea, pobre animal», decía].

Y además

Niños, muy activos física e intelectualmente, grandes cantores; gente del pueblo; una pequeña colonia de exiliados latinoamericanos, que unos días levitan y otros huelen muy bien; labradores peculiares; alcohólicos de plena dedicación; pendencieros, como en todas partes; mujeres muy bien organizadas; varios recién nacidos; conductores de vehículos; meteorólogos belgas; disidentes de los Coros del Ejército Soviético; invasores del pueblo de arriba y los imprudentes estudiantes de la Universidad norteamericana de Eaton.