‘La amiga de mi amiga’, una comedia romántica rompedora para representar “a personas queer y bolleras”
Hay géneros que huelen a Brummel. A testosterona. El wéstern podría ser el ejemplo más claro, y de ahí el valor de reapropiaciones feministas como las realizadas por Kelly Reichardt o Jane Campion en First Cow o El poder del perro, respectivamente. Pero hay otros que, aunque se han vendido como lo contrario, también han perpetuado la mirada patriarcal. Ahí está la comedia romántica, que ha extendido un mensaje conservador sobre la familia y la pareja, y tóxico en cuanto a las relaciones. Recordemos ese elogio del ‘putero’ que era Pretty Woman, una mujer que necesitaba que la salvase el hombre que pagaba por tener sexo con ella.
En las comedias románticas, además, las minorías, sobre todo sexuales, no existían. Como mucho aparecía el amigo gay, exagerado y alivio cómico, pero nunca ellos estaban en el centro. ¿Es que el colectivo LGTB no se enamoraba, no quería reírse con sus historias y enredos sexuales y sentimentales? Ha costado, pero en los últimos años empiezan a llegar esas historias. Algunas hechas desde el modelo clásico como Bros; y otras, como La amiga de mi amiga, una “comedia de enredos bollera” como sus responsables la definen y realizada desde los márgenes y con la intención de ser una bola de derribo a todos los estereotipos que existen.
Una película española hecha con bajo presupuesto pero mucho encanto e inteligencia por Zaida Carmona, que ha escrito el guion con Marc Ferrer, otro representante del cine queer hecho fuera de la industria con películas como Corten. La directora también es la protagonista en un personaje que no es más que un trampantojo de ella misma, que se ríe de los estereotipos sobre las lesbianas (“todas son vegetarianas”), así como de los de la clase social a la que representan, jóvenes de gremios artísticos y culturales en una Barcelona cosmopolita. Gente que vive entre ciclos de Rohmer (al que homenajea en estilo y desde el título) y cenas con buen vino mientras se dan de cabezazos por su mala suerte en la vida.
Una película que antes fue un pódcast que la directora hacía con Cristina Pastrana y donde “se entrevistaba a diferentes bolleras que admirábamos”. Mostraban “referentes alcanzables que con su forma de estar el mundo hacen activismo”. Hablar de esos temas con “humor y cercanía”. En el confinamiento surgió la idea de pasar el pódcast a película, y con una campaña de crowdfunding y la ayuda de muchas amigas se ha logrado.
La amiga de mi amiga es activismo queer sin discursos ni subrayados, desde la normalización y la gracia. “Es la forma en la que yo me siento más cómoda haciendo activismo”, confiesa su directora. “Yo soy superfan de las comedias románticas, pero es un género al que las personas queer, y ya a las bolleras ni te cuento, parecía que no podíamos pertenecer. Las bolleras no pueden pertenecer casi a la comedia. Parece que no podamos ser divertidas, que no podamos trabajar con el humor, que tengamos que estar ahí enfadadas y tristes. A nivel cinematográfico faltaba conquistar ciertos espacios o ciertos géneros de los que se nos ha echado o a los que no hemos pertenecido. Lo lésbico aquí no es el conflicto del personaje, simplemente nos ponemos en primera línea de escena y celebramos nuestra identidad, y eso es una forma de reivindicación”.
Yo soy super fan de las comedias románticas, pero es un género al que las personas queer, y ya a las bolleras ni te cuento, parecía que no podíamos pertenecer
Igual que ha habido una reapropiación del lenguaje que antes se usaba para herir y ahora es parte del lenguaje del propio colectivo, ahora toca hacer lo mismo con géneros como la comedia romántica “que es superpatriarcal y en donde el amor está representado de una forma supertóxica”. En La amiga de mi amiga el amor también es tóxico: “No es que lo hagamos mejor, pero sí que hay una reflexión sobre lo tóxico que es, aunque luego sigamos teniendo ese tipo de relaciones. Es que también está esta cosa de que parece que cuando haces una ficción queer o feminista los personajes tienen que hacer las cosas bien y relacionarse bien, ser ejemplificador. Y es algo que tanto como espectadora, como creadora, me cuesta y me cansa un poco. Podemos hablar de lo de la toxicidad cayendo en lo tóxico, porque seguramente se parezca más a nuestra manera de relacionarnos y de repensar sobre ello”.
La película también plantea un dilema, ¿debe el cine queer estar siempre en los márgenes, debe ser punki y antisistema o puede estar dentro de la industria, producido por una gran compañía cinematográfica? Un debate que la propia Zaida Carmona no tiene claro y que tiene con su guionista Marc Ferrer. “El otro día lo hablábamos, él tiene claro que la esencia del cine queer es atentar contra el sistema. Yo estoy de acuerdo, pero siento que al final nosotros hemos hecho la película completamente al margen de la industria y eso es insostenible. Se puede hacer una película así, pero no se pueden hacer muchas más. Es verdad que luego la industria se lo apropia si le interesa y pone presupuestos más elevados, pero es que eso no está sucediendo. La verdad es que no tengo una respuesta, porque sí creo que hay algo en la esencia de este cine que tiene que ser punk, pero creo que estaría bien que trascendería más si llegara al mainstream, porque al final es como nuestros relatos estarían en línea con otros relatos. Tengo mis dudas y no tengo ninguna conclusión pero sí creo que tiene que seguir habiendo películas al margen, porque si los márgenes se tambalean, el mainstream también se empieza a mover”, dice.
La amiga de mi amiga funciona como homenaje a Rohmer, pero también como revisión de un cine muy heterosexual, “como todos los referentes que tenemos, que son extremadamente heteropatriarcales”. Una revisión que sirva para ver “cómo podríamos utilizar esas estructuras, ese aprendizaje y esa estética para contar nuestras historias desde nuestro presente”.
La autocrítica es otro de los elementos clave del filme, porque su autora no entiende la autoficción desde otro lugar, y más “en un presente absolutamente egocéntrico y narcisista”. “Reírnos de nosotros mismos nos puede salvar, y hemos hablado de la reapropiación, y creo que también pasa por ahí, por cómo usar este cliché para poder desmontarlo, reventarlo y reírse de él. Al final yo pienso en mi personaje, que se está enamorando y desenamorándose y sintiéndose supervíctima del mundo y pensando que nadie la quiere y en realidad es una niñata. Hay que decirle, cariño, tienes 35 años, espabila. Ponte a trabajar. Estamos quejándonos o hablando de activismo mientras estoy tomándome un vino en un bar superpijo de Barcelona”, dice Carmona con la misma gracia con la que se ríe de sí misma en una película que es un punto importante en la representación de lo queer en el cine.
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