La escritora Encarnación Aragoneses Urquijo, más conocida por su seudónimo Elena Fortún, creó a su personaje más célebre a principios de la tercera década del siglo XX. Se llama Celia y es una niña de rizos rubios que tiene un superpoder más potente que el de volar o atravesar las paredes: hablar con la voz de sus lectores. Sus libros pasan de generación en generación, destartalados de tanto manosearlos, con entusiasmo auténtico por parte de quien los cede, que la presenta como su mejor amiga. Esa sensación de cercanía consiguió que algunos lectores –sobre todo mujeres– establecieran con la autora una relación parasocial preinternet que ha derivado en una comunidad detectivesca.
La filóloga profesora de la Universidad de Cádiz Marisol Dorao fue la iniciadora, posiblemente sin pretenderlo, de una red de investigadoras que descubren obras inéditas y detalles desconocidos de la literata para gozo de sus múltiples seguidores. El ejemplo más reciente es el libro Elena y sus amigos, editado por la también escritora y profesora de Teoría de la Literatura, Literatura Comparada y Estudios Culturales de la Universitat de València, Purificació Mascarell.
Este título forma parte de la Biblioteca Elena Fortún que la editorial Renacimiento puso en marcha cuando recuperó el libro Mila y Piolín en 2015. Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga, directoras de la colección, dieron una sorpresa enorme y grata con la reedición, en 2016, de Celia en la revolución, el trasunto de crónica de la Guerra Civil española que hasta el momento solo se podía encontrar en el mercado de segunda mano a precios que superaban los 100 euros.
La historia de cómo ese documento llegó a ver la luz merece un libro propio. Fue Marisol Dorao quien lo descubrió, en su búsqueda incesante por el mundo de los datos desconocidos de la autora –después los contaría en su tesis Los mil sueños de Elena Fortún–, entre los papeles que la nuera de la escritora le dio en Nueva York. La investigadora viajó de vuelta a España abrazada a esa valiosísima maleta, que además contenía otra novela de carácter autobiográfico y dirigida a lectores adultos titulada Oscuro sendero, también recuperada por la editorial sevillana.
El proyecto de Elena y sus amigos llegó a Mascarell a través de María Jesús Fraga. Esta había recopilado materiales de gente que había conocido a la escritora pero no tenía tiempo para darles forma así que, como sabía que Mascarell también había empezado a investigar sobre la autora, se los cedió para que los trabajase y publicase en Renacimiento. Esta historia habría sido del agrado de la propia Fortún, que era “tan amiga de sus amigas, tan del asociacionismo femenino y de la ayuda mutua”. “No podemos olvidar que ella comenzó a escribir y a publicar porque otra mujer la animó a ello, María de la O Lejárraga. A mí me pasó algo parecido con este proyecto”, dice la editora a elDiario.es.
Un mosaico por reconstruir
El volumen, prologado por Manuela Carmena, está compuesto por diecisiete textos escritos por conocidos personales y estudiosos del trabajo de Encarnación Aragoneses entre 1932 y 2001. Algunos son inéditos y otros estaban publicados en libros descatalogados o en revistas que ya no existen. Cada uno está precedido por una presentación de quien firma el artículo y el porqué de su inclusión en el libro. Entre otros nombres aparecen los de José Luis Borau, Josefina Carabias, Matilde Ras, Carmen Conde o Francisco Nieva.
Fue interesante descubrir a sus amigos del exilio, a la pedagoga María Concepción Cutanda, o a su jefe en la biblioteca de Buenos Aires donde trabajó a principios de los cuarenta
Mascarell explica que decidió dicha estructura porque una vez tuvo escogidos, editados, y pulidos los textos pensó que era necesario darles un contexto. “Eran como piezas de un mosaico que necesitaba ser reconstruido para un lector actual”, afirma. Fue un proceso de documentación exhaustivo pero satisfactorio, como no podría ser de otra manera para una de las integrantes del batallón detectivesco. “Fue interesante descubrir a sus amigos del exilio, a la pedagoga María Concepción Cutanda, o a su jefe en la biblioteca de Buenos Aires donde trabajó a principios de la década de los cuarenta, Francisco Luis Bernárdez”, declara Mascarell. Asimismo, menciona a la ilustradora Viera Sparza, a la que no se recuerda lo suficiente en España pese a lo interesante de su figura y a “su gran valedora en los años ochenta y noventa: Carmen Martín Gaite”, apunta.
La salmantina consiguió, junto a Marisol Dorao y Felipe Mellizo, que Celia en la revolución llegase a las librerías por primera vez en 1987 de la mano de la editorial Aguilar –casa habitual de la escritora– con ilustraciones de Asun Balzola. Asimismo, trabajó con José Luis Borau en la adaptación a la televisión de las peripecias del personaje que, en 1993, acompañó a una reedición de varios de los títulos de las colección que se pusieron a la venta en los kioskos. Fue uno de los picos de popularidad del personaje a finales del siglo XX.
Mascarell ha disfrutado especialmente de los dos textos de Carmen Laforet, escritora que tuvo una relación muy cercana con Fortún –a la que admiraba muchísimo– sobre todo por correspondencia. “Creo que, a veces, cuando hablamos de personas fallecidas a las que hemos querido y admirado mucho, en realidad estamos hablando sobre nosotros mismos. Esto pasa con Laforet si la lees atentamente”, indica. Y también se ha llevado alguna sorpresa, como al descubrir que, como casi todos los mortales, Encarnación también había fallado a sus amigas en alguna ocasión.
Es el caso de Inés Field, uno de sus pilares en Argentina, el país al que se exilió tras la Guerra Civil española junto a su marido Eusebio de Gorbea. En su texto cuenta cómo sufrió la escritora hasta llegar a Buenos Aires y sus dificultades para seguir escribiendo allí, pero también un dato que oscurece levemente la figura de Fortún. “Se inspiró (sin pedir permiso) en las cartas personales de su amiga Inés para construir la novela Celia, institutriz en América. Aunque Field adoraba a Elena, esto le molestó profundamente. Toda amistad también contiene pasajes dolorosos”, afirma la editora.
Estos descubrimientos hacen parecer que los secretos que se esconden en la biografía de Fortún no tienen fin. Para Mascarell, es una característica de los clásicos y la escritora debería, si no lo está ya, considerarse como “una de las grandes autoras de literatura infantil del siglo XX en todas las lenguas. Como profesora de Literatura Comparada, creo que en Elena Fortún hay un filón para trabajarla desde el comparatismo”, sostiene.
Mascarell ha publicado recientemente otros dos títulos: el ensayo Escrito en la carne. Corporalidades literarias de mujer (Tirant humanidades) y la novela Mireia (Dos Bigotes), cuya edición original en valenciano (Llibres de la Drassana) fue la ganadora del Premi Lletraferit de Novel·la 2022. Como escritora, reconoce la influencia de Fortún en su pasión por el cuento como género literario. “Como a Celia, a mí también me han fascinado siempre los cuentos maravillosos de la tradición oral, la fusión de la literatura con la vida, flotar en el difuso límite entre la ficción y la realidad, hasta que ambas queden confundidas… Todo esto está en Mireia”, dice.
Además, también le ha quedado la huella de las frases directas y sin artificios características de Fortún, tan naturales que parecen las de una niña cuando se trata de Celia o las de una conversación en el plano de la realidad cuando son adultos los que hablan. “Ella me ha enseñado que menos es más, que al lector siempre debes entretenerlo, mantenerlo atrapado, jugar con él, que la intensidad es la clave. En Elena y sus amigos descubrimos a escritores de la talla de Juan García Hortelano o Francisco Nieva admitiendo con gozo la influencia literaria de Fortún sobre ellos”, comenta.
Una sociedad secreta multitudinaria
Al igual que sucede con los fans de Tolkien o los devotos de Star Wars, existe un lazo invisible que une a los lectores de Celia. Cuando dos personas que apenas se conocen se descubren como admiradores de Elena Fortún se genera una simpatía mutua automática (que puede ser pasajera pero es real). “Es la magia de la amistad. Elena tiene el don, después de muerta, de unir a las personas que la leyeron durante la infancia. ¿No es maravilloso? Sus aventuras tienen la fuerza de grabarse en la mente y permanecer asociadas a instantes de plenitud, risa y evasión”, declara Mascarell. “Creo que la recordamos tanto, y nos identificamos tanto entre los ‘celiadictos’, porque fuimos felices cuando la leíamos y queremos recuperar esa felicidad como adultos reivindicándola y haciendo que otras generaciones de niños y niñas la conozcan y estimen”, remata.
Creo que la recordamos tanto, y nos identificamos tanto entre los ‘celiadictos’, porque fuimos felices cuando la leíamos y queremos recuperar esa felicidad como adultos
Carmen Laforet dice en uno de los textos que se recogen en Elena y sus amigos, publicado en ABC en mayo de 1954, que: “un día de este mes de mayo –el día 8– nos hemos reunido un grupo de escritores para recordar a Elena Fortún en el segundo aniversario de su muerte”. En dicho escrito aboga por la construcción de una estatua de la escritora, a petición de Matilde Ras (amiga y posible pareja de Fortún), que la imagina en “la Rosaleda del Retiro, donde juegan los niños y se abren las flores”. Esa idea se hizo realidad en 1957, con un mural realizado por José Planes en el que se ve el rostro de la escritora acompañado por Celia y su hermano Cuchifritín con la inscripción: “Los niños españoles a Elena Fortún, 17 de noviembre de 1886 - 8 de mayo de 1952”.
María Jesús Fraga ha continuado con la tradición explicada por la autora de Nada, impulsando varios encuentros-homenaje al pie de la figura. Dado el interés que despiertan las reediciones de la saga de Celia y los nuevos descubrimientos que llevan a cabo la red de incansables investigadoras de Fortún, quizá ha llegado el momento de un gran encuentro de ‘celiadictos’, como dice Mascarell, que está de acuerdo con la idea. Lo que sucediese en el evento podría constituir un nuevo capítulo de ese libro protagonizado por las detectives de Fortún que alguien debería escribir algún día.