Estreno de Cine

Andrew Haigh: “Es importante mostrar el sexo gay en la pantalla para que no se asocie a la vergüenza”

Javier Zurro

22 de febrero de 2024 23:04 h

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Los viajes en el tiempo en el cine siempre han ido acompañados de un despliegue de efectos especiales y de un imaginario tecnológico cada vez más intrincado y complejo. Ese movimiento temporal venía unido a la existencia de una máquina y pedía un diseño algo épico, diferente y original. Fue Céline Sciamma la que hace unos años demostró con Petite Maman que un viaje en el tiempo podía ser algo tan sencillo como un paseo por el bosque en el que una hija se encontraba con su madre cuando tenía su misma edad. Una idea tan simple, que realizada con la sensibilidad y la inteligencia de la cineasta funcionaba mejor que cualquier Delorean. Sciamma decía entonces que aquel imaginario de la ciencia ficción era masculino y heterosexual. Era la forma en la que los hombres habían contado los viajes y era así como se había quedado.

El cineasta Andrew Haigh confirma con Desconocidos que para viajar en el tiempo basta con coger el metro al barrio de tu infancia. Así de simple es el mecanismo que articula su nueva película, Desconocidos, donde adapta la novela del mismo nombre de Taichi Yamada y la lleva a su terreno, al del cine queer que ha ido desarrollando desde su debut (Weekend) y en series como Looking. Ahora alcanza su cima con una película destinada a convertirse de culto para el colectivo LGTBI. Lo hace dando otra vuelta a los viajes en el tiempo (o quizás solo ocurre en la imaginación del protagonista). Si normalmente estos se utilizan para cambiar la historia, para evitar un cataclismo o el fin del mundo, para Andrew Haigh ir al pasado es la oportunidad para poder decirle a sus padres que es gay. 

Es lo que le ocurre a Andrew Scott, un guionista que en un momento de parón creativo acaba yendo a la casa donde creció y donde vivió sin poder decirle a sus padres lo que realmente sentía; por lo que lloraba en su habitación. Allí se encuentra a unos padres con los rostros de Jamie Bell y Claire Foy. Una historia tan personal para el director, que decidió rodar en su propia casa de la infancia. “Tenía sentido. Estaba escribiendo sobre la casa de mi infancia y no podía sacarme de la cabeza la imagen de mi propia casa. No había estado desde hacía 40 años y sin embargo recordaba cada rincón de aquel lugar. Así que cuando llegó el momento de rodar pensé que debíamos intentar rodar allí”.

Una forma de conseguir que su trabajo fuera “más personal”, pero que también “ayudó a los actores y a todos los técnicos a apegarse de una forma más personal a la historia”. “Hablábamos de sus casas, de dónde crecieron, de su relación con sus padres… fue fascinante y le dio a la película una sensación de extrañeza que creo que le favorece. Para mí fue como entrar en una casa encantada, porque yo estaba atormentado por mis propios recuerdos”, dice Haigh de su decisión.

Desconocidos es una película sobre cómo las personas del colectivo LGTB tuvieron que, en muchas ocasiones, huir de casa para ser libres, para ser quienes realmente querían ser y para buscar su propia familia. “Estoy feliz de contar una historia basada en una generación específica de personas queer, mi propia experiencia. Creo que para las nuevas generaciones todo es muy diferente, porque gracias a Dios ha habido mucho progreso, pero es interesante que vean cómo fue para los que crecimos en los años 80. Fue muy difícil. Tuvimos que luchar contra enormes cantidades de estigma y vergüenza que nos infligieron”.

Si dices que tienes que tener más de 18 años para ver algo con escenas de sexo gay, básicamente estás diciendo que hay algo malo en ello

Pero cree también que “por ser joven no significa que todo sea fácil, porque sigue sin serlo”. Por ello no hay dulcificación, y por eso el filme resulta, en ocasiones, tan duro, porque cree que todavía hay mucho por hacer: “Conozco a muchas personas de 20 o 30 años que vienen a la gran ciudad pensando que van a encontrar a su familia queer y no es tan simple. Es muy fácil pensar que podemos encontrar una nueva familia, pero en el fondo lo que queremos es que nuestra verdadera familia sea parte de nuestra vida”.

Como siempre en el cine de Haigh, consigue plasmar en la pantalla de forma tan natural como sensual el sexo, en este caso entre la pareja que forman Andrew Scott y Paul Mescal, cuya química les ha convertido en el dúo de moda en internet. Una forma de rodar el sexo queer que entronca con lo que contaba hace meses Ira Sachs, cuyo filme Passages, sufrió la censura del comité que otorga la calificación por edades en EEUU, algo que consideró que ocurrió por su forma de mostrar el sexo entre sus dos protagonistas masculinos. Haigh ha tenido más suerte con dicha calificación, pero cree que lo que pasó con aquel filme “no tiene sentido”.

“No me sorprende que Ira Sachs estuviera furioso, porque yo también lo hubiera estado”, confiesa Haigh, que cree que es evidente que “el sexo gay es un elemento por el que te dan una calificación más dura”. “Es muy importante que se vean escenas de intimidad gay y no se pongan entre paréntesis para asociar, de alguna manera, estas escenas con la vergüenza. Si dices que tienes que tener más de 18 años para ver algo así, básicamente estás diciendo que hay algo malo en ello. Por eso estoy muy feliz de que nuestra película no tenga esa calificación, y fue un error bastante grande que Passages la tuviera”, zanja.

Para la elección de la pareja protagonista, Andrew Haigh ha escogido a un actor abiertamente gay, algo que el cineasta considera que “no siempre es vital”. “Hay que tomar una decisión proyecto por proyecto y pensar lo mejor para cada papel, y te tienes que hacer muchísimas preguntas, y una de esas preguntas es si necesitas a alguien que coincida con la sexualidad del personaje. En este caso sabía que había tantos matices a los que quería llegar sobre la experiencia de una generación de hombres homosexuales que no quería tener que explicárselo a alguien que no lo había sentido. Las personas gays de esa generación lo sentimos profundamente, como algo anudado en nuestros propios cuerpos, y quería a alguien que hubiera experimentado eso, que entendiera esa emoción. Un actor heterosexual podría haber hecho un gran trabajo, pero no creo que hubiera podido acceder a lo que Andrew logró acceder en su actuación”.

Haigh considera que cada película es una lección, y con Desconocidos cree que ha aprendido a “ser más abierto como cineasta”. A pesar de que todas sus películas han sido personales, cree que hasta ahora había “reprimido mi vulnerabilidad casi hasta como ser humano”. “Siento que con esta película tomé la decisión consciente de que tenía que sentirse vulnerable, para que otras personas, cuando estén sentadas viéndola, puedan sentirse unidas a esa vulnerabilidad e involucrarse en la historia. Y eso significaba que yo tenía que involucrarme en la historia. Eso no significa que lo vaya a hacer todo el tiempo, porque es agotador”, concluye siendo consciente de que su experiencia ha conectado con la de muchas personas que también quisieran poder regresar a la casa de su infancia para poder decirle a sus padres todo lo que se quedó pendiente.