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Entrevista
Actriz

Ángela Molina: “Siempre he hecho un cine poético y político”

Angela Molina presenta 'Polvo Serán' en elDiario.es

Javier Zurro

13 de noviembre de 2024 22:59 h

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Cuando Ángela Molina entra en una habitación parece que se detiene el tiempo. Es un agujero negro donde se posa toda la atención. Su forma de hablar, de moverse. Sus ojos expresivos y profundos. Su belleza que dignifica el paso del tiempo, que lo acepta y lo abraza. Desprende una energía especial que vieron los mejores directores de España (y parte del extranjero). Que se lo digan a Luis Buñuel, que pronto se percató y le dio el papel (compartido) de Ese oscuro objeto del deseo. O a Manuel Gutiérrez Aragón. A Jaime Chávarri. A Borau. A Gillo Pontercorvo. A Marco Bellocchio. A Lina Wertmüller o Costa-Gavras. La lista es interminable. 

Es cierto que algo debería correr por sus genes –es hija de Antonio Molina y miembro de una saga de artistas–, pero aun así ella ha reivindicado su talento más allá de su apellido. Lo vuelve a hacer ahora con Polvo Serán, el musical sobre la eutanasia que ha dirigido Carlos Marqués-Marcet y donde uno vuelve a ver cantar a Ángela Molina –imposible no acordarse de Las cosas del querer–. Esta vez con canciones de Maria Arnal y coreografías de La Veronal en una de las mejores películas del año.

¿Conocía ya a Carlos Marqués-Marcet?

Qué buena pregunta, porque cuando conoces a una persona durante todo un proceso de trabajo y durante tanto tiempo, me es difícil hasta saber en qué momento primigenio le tengo en mi vida. Creo que vino a casa a traerme el guion. Y ahí fue donde nos conocimos. Nos fascinamos con la idea de trabajar juntos. Olvidó su bufanda. Era invierno, hacía frío. Tardamos unos días en volver a vernos. Una bufanda verde esperanza. Ahí nació todo.

Interpreta a una actriz, que además tiene algo de estar interpretando en su día a día, ¿cuesta más dar vida a alguien que no deja de interpretar?

Sí, es una deriva que no conozco. Yo no interpreto en mi casa. Ni aquí mismo. Yo si no estoy trabajando, no soy muy de interpretar. En el caso de ella me ha sido muy difícil, me resulta incluso curioso a mí misma.

Vuelve a cantar, como en Las cosas del querer que es parte de la historia del cine español. En esta ocasión canciones de Maria Arnal, ¿cómo ha sido volver a cantar en pantalla?

Me encanta el trabajo de Maria Arnal, me parece muy valiente. Es una mujer que crea unas atmósferas y unas músicas que te traen la historia, no solo la que contamos, sino también una deriva ancestral de la música. Es muy interesante, muy ligera y muy intensa. A mí me ha sorprendido, pero sobre todo me ha enseñado cómo lograr ese clímax, esa atmósfera.

También, al ver la película me he dado cuenta de que el personaje de Claudia canta esos temas que acompañan a ese estado de ánimo concreto, el de una mujer que se está yendo. Entonces tú no puedes cantar esos temas con la alegría de vivir que nos divertía tanto en Las cosas del querer, sino que yo misma, al verme cantar esos temas, me da bastante compasión, es como que quiere y no puede. Hay una cosa ahí que me toca muchísimo.

La película habla de la eutanasia, ¿ha cambiado su opinión respecto a este tema al hacer la película?

Yo es que siempre he pensado que la sociedad debe estar a la altura de la libertad de las personas, y si una persona lo necesita siempre tiene que tener esa puerta abierta. Pasó igual en la primera película que hice, que se llamaba No matarás. Interpretaba a una jovencita que venía a la ciudad, se enamoraba, se quedaba embarazada, y quería abortar. Lo hacía de una manera incongruente y en manos de alguien que no sabía y se moría. Era una historia real. Había pasado no hacía mucho y habría pasado tantas veces. ¿Por qué consentir eso si se puede ayudar en favor de lo que la persona necesita? Esta película me ha hecho reflexionar sobre tantas cosas. Esta historia de Polvo serán, pero polvo enamorado, como decía Francisco Quevedo –el título de la película se basa en un poema del escritor–. Amo ese poema. 

Contaba Carlos Marqués-Marcet que se rodó en Suiza, en una clínica real, ¿eso impone?

Impone, pero te hace verlo de una manera muy real, porque al día siguiente de nosotros rodar en esa cama, había una persona que iba también a emprender su vuelo allí. Y además una de las enfermeras que está en la película era la enfermera que estaba en esta labor tan delicada, tan dulce. Esta persona me enseñó tantas cosas… después de rodar, nos dimos un abrazo absolutamente emocionante. Al lado de un ser así, una no tiene miedo de nada.

Ha mencionado ya varias veces la palabra aprendizaje, ¿aprende en todos los proyectos o en este más que en otros?

También me ha enseñado que frente a eso todos somos iguales. Y esta reflexión es muy inquietante y muy hermosa.

También actúa en la última película de Costa-Gavras, El último suspiro, que aborda los cuidados paliativos. Dos proyectos que coinciden casi en el tiempo y en el tema.

Yo creo que el cine responde. Hay como una especie de necesidades invisibles de la sociedad que se trasladan a la creación, a una necesidad de explorar lo que todos de alguna manera estamos elucubrando en un momento dado. Ahora estamos tan tremendamente afectados por todas estas historias de sufrimiento que nos está trayendo cada día el latido de la gente en Valencia… somos uno, cuerpo del otro y alma del otro. Está siendo muy duro. Pero estas películas abordan esta temática desde otro lugar diferente, el de conocer, lo importante que es de alguna manera acompañar esos pensamientos y ese camino, porque tenemos que estar preparados. Como decía Costa-Gavras, vamos a llegar todos a ese horizonte, pues mejor hacerlo con esa conciencia y esa posibilidad de llegar ahí, si puede ser, hasta con una sonrisa de esperanza.

Eso no lo enseña la sociedad, nos da miedo.

Nos enseñan a no pensar. Porque para qué. Si además la vida es tan hermosa que para qué pensar en cuando tengamos que marcharnos. Pero yo creo que es interesante culturalmente, porque es nuestra historia y ese es el pulso de nuestra sangre, de nuestra fraternidad. Es hermoso poder recordárnoslo para bien.

Es curioso que sean un veterano, Costa-Gavras, y un cineasta joven como Carlos Marqués-Marcet, ¿hay diferencias entre ambas generaciones?

La edad es la sabiduría de la experiencia y eso no nos lo da nada más que el tiempo. En el caso de Costa-Gavras es un ser generosísimo. Es historia del cine mundial. Es un ser épico que nos ha hecho un cine político y poético que está ahí para siempre para nosotros. Conocerlo ha sido un regalo divino. Es un ser absolutamente adorable, generoso, humilde, intenso, necesario. En el caso de Carlos, para mí es la pasión más excelsa que yo haya podido disfrutar, porque Carlos es un apasionado en todo, queriendo, necesitando, pidiendo, dando. Es la pasión pura. Yo ahí he encontrado un eco muy potente, porque yo también soy muy exagerada en todo. A veces me paso, y con él como que nos comprendíamos y nos medíamos de una manera muy oportuna y muy total, con una confianza muy bonita y sobrepasando límites.

Los jóvenes están conectadísimos con la necesidad del otro. Es el futuro, es nuestra gente, está harta de mentiras y de historias y se guían por lo que necesitamos juntos. Me da mucho orgullo

Ángela Molina Actriz

Ha dicho que Costa-Gavras hacía cine político y poético, ¿ese es el cine que ha buscado hacer como actriz?

Sí, totalmente. De hecho lo he hecho siempre porque empecé con estos cineastas nuestros que tenían un compromiso político absoluto, de una respetabilidad memorable y que han logrado hacer un cine absolutamente necesario políticamente, pero mágico al mismo tiempo. Manolo Gutiérrez Aragón, José Luis Borau, Jaime Chávarri… estoy tan orgullosa de ellos y me nutro de ellos cada día. Esto no tiene fin. Me hace feliz saber que lo que han dado es nuestro y está ahí para nosotros.

¿Le ha faltado alguno en esa lista tan inmensa de directores con los que ha trabajado?

Bastantes. Pero a veces hasta esas historias son bonitas. Las de esas no posibilidades de estar en ese momento concreto cuando ellos deseaban y yo no podía. Esas cosas han pasado mucho. Me ha pasado con Saura. Tres veces. Sería que no podíamos. La vida manda. Haber podido conocerles me ha hecho muy feliz, y también muy infeliz por no haber podido trabajar con ellos cuando teníamos tantas ganas. Hay muchos cineastas nuestros que ya son clásicos, aunque sean jóvenes, y con los que me gustaría trabajar. Mi ilusión no cambia.

No hay muchas actrices que puedan decir que han trabajado con Luis Buñuel, así que tengo que preguntarle, ¿cómo era?

Luis Buñuel es un genio. Es un genio para los genios. Eso todo el mundo lo sabe. Era una especie de monstruo de la libertad y con una imagen sencilla que te trasladaba la memoria a un lugar esencial de sorpresa en continuidad. Su cine está vivo en cualquier momento del día que te lo pongas. Es una persona que al haberme conocido tan joven y tan inocente en el oficio, porque tenía veintipocos años cuando trabajé con él, se hizo cargo de mí de una manera que me enseñaba. Lo hizo de la manera más divertida y pura que se puede concebir este lenguaje nuestro del trabajo. Era la primera vez que yo trabajaba con video, que podíamos vernos grabados los ensayos. Él nos corregía en la pantalla las posiciones como si fuera un pintor. Mira la taza, cógela más acá. Pero luego, cuando él planificaba la escena, te decía lo que necesitaba para llegar a ese momento de sueño que necesitaba la historia. Cuando ya estábamos todos con ganas de parir la escena, entonces era cuando la rodaba con un timing perfecto y hacíamos una toma.

¡Rodaba a una toma!

Y él si estaba feliz, que lo estaba casi siempre, porque eso se había generado durante bastante tiempo hasta que sucedía, entonces hacía una toma, a no ser que el equipo dijera a don Luis que por algo había que hacer otra. Si no, él se conformaba con todo, y con poco.

Se crio entre bambalinas, ¿siempre quiso ser actriz?

Desde niña he observado la vida desde lo hondo de mi alma. Siempre. Las fotos que veo mías de niña, siempre estoy o disfrutando que más no puedo, o con una mirada de decir: ¿perdona, y esto? Siempre he sido muy observadora de los demás. Recuerdo que yo hablaba con los espejos ya desde que tenía uso de razón y les contaba mi vida, y también que empecé a trabajar en la lectura de los clásicos. Muy niña, muy joven, con alguien a mi lado. Y todo eso como que me fue metiendo en este mundo del que yo ya era carne de cañón, pero sin saberlo. Carne de cañón no, que no me gustan los cañones, mejor carne de nuestra carne.

Ha mencionado los clásicos que yo creo que son muy importantes y parece que los tenemos olvidados, ¿cómo de importante han sido esos clásicos?

Han sido parte de mí y siguen siéndolo. Yo recurro a ellos en continuidad. Yo recurro a todo tipo de lecturas inteligentes. Me flipa la lectura. Yo soy una ignorante con los móviles, con las ciencias. Realmente soy una ceporra, pero es que no me hacen caso. Pero a mí el libro me hace caso. Ahí está todo lo mejor de quién lo haya escrito. Para mí, directamente, y para el que lo quiera, que eso es lo bueno.

¿Ese ambiente de artistas en el que estaba desde pequeña le dio también unos valores progresistas, libres, modernos?

Eso estaba ahí desde el origen. Siempre he crecido así. Siempre me he tenido que inventar en el colegio la mano dura porque como a mi alrededor todos hablaban de mano dura, pues yo siempre me lo inventaba para ver qué pasaba. Pero en mi casa jamás, la confianza era real. Nos movíamos en tropel porque éramos un montón, ocho hermanos. Las historias eran una continuidad del movimiento de la familia. Había libertad para llorar y reír juntos, para contarnos y explorar. Para llamar a las cosas por su nombre y tratarlas de entender juntos.

He leído que fue una hippie antes casi de que el término existiera.

Bueno, pero lo digo porque ‘paz y amor’ nos gusta a cualquiera. Eso es el pan de cada día.

¿Es optimista? Viendo lo que ha pasado en Valencia, lo que ha pasado en las elecciones de EEUU, todo parecen malas noticias.

Yo lo sufro fatal. No puedo. No soy la misma cuando pasan estas cosas. Me siento triste, deprimida, me cuesta cumplir con mis obligaciones de una manera ilusionada, como me suele pasar. Me da mucho orgullo que la gente joven esté yendo a Valencia a raudales. Mi hija misma, que tiene 20 años, está hoy ayudando con su novio y con sus amigos. Lo han organizado ellos, que les sale del alma, que nadie les dice nada. Entonces me digo que tan mal no lo estamos haciendo, porque son gente que está conectadísima con la necesidad del otro. Es el futuro, es nuestra gente, está harta de mentiras y de historias y se guían por lo que necesitamos juntos. Eso es una manera de soñar magnífica y de obrar absolutamente responsable. Me da mucho orgullo.

Justo le iba a preguntar por cómo veía a las nuevas generaciones.

Siento que son seres a los que les hemos dado todo, pero tontos no son, y si cabe les ha sobrado amor. Y eso nunca hace daño. Ahora ellos son consecuentes con que tienen una sociedad que les necesita. Están siendo aplicados en sus formas, en su modo de proceder, de formarse, de trabajar, de formar parte de lo que somos juntos de una manera muy consciente. Y en ese sentido, me da paz.

¿Hay algún director, quizás más allá de Buñuel, que le cambiara la vida como actriz?

Manolo Gutiérrez Aragón. Me enseñó tantas cosas. Echo mucho de menos su cine. De hecho, los directores nuestros creo que debieran seguir rodando.

Lorca nos agarra la tierra. Su imaginación es tan profunda, es tan nuestra… Descoloca todo para volver a crear universos en los que te ves de una manera necesaria

Ángela Molina Actriz

Por ejemplo Jaime Chávarri, que también trabajó con él, hasta que ha podido volver a rodar el año pasado le ha costado mucho. Parece que hemos perdido un poco ese respeto a los clásicos que nos han enseñado.

Totalmente. O Gonzalo Suárez. Gonzalo Suárez tiene un guion, que yo he leído porque tiene un personaje hermoso que quiere que interprete, y no lo puede rodar porque no hay producción. O Saura, que se fue con ganas de rodar una película sobre Lorca y no encontró financiación. ¿Cómo puede ser que culturalmente un país no atienda a la fuente de la cultura de nuestro cine? Pues no tiene explicación, pero también a lo mejor faltan ese tipo de productores que había antes, que ahora los hay y muy valientes, como en el caso de los productores de Polvo serán, pero a lo mejor de una manera más complicadamente pertinente.

Ha mencionado a Lorca. Siempre ha dicho que le gustaría interpretar un Lorca en el teatro. ¿Ese deseo sigue estando ahí?

Sí, sigue estando ahí y cada vez más fuerte. Así que no me extrañaría que hiciera algún personaje de Lorca ya vieja, aunque sea haciendo de joven. El teatro lo permite todo.

¿Qué tiene Lorca? Es de los autores que más nos…

Nos agarra la tierra. Su imaginación es tan profunda, es tan nuestra… nos hablan los silencios y la belleza. Descoloca todo para volver a crear universos en los que te ves de una manera necesaria. Porque a veces, cuando lo llamas todo por su nombre tan ordenado, pierdes un poco de espacio y conciencia para disfrutarlo. Pero cuando te lo dan de otra manera, excelsamente bella, de tantos otros colores inimaginables, y con esa belleza pictórica que tiene el lenguaje de Lorca… es como palpitante siempre.

Otro que es político y poético.

Absolutamente político y poético, y extraordinariamente bello.

¿Ha pensado cómo le gustaría ser recordada como actriz?

Me gustaría que me llevaran en el corazón como yo llevo al público, a quien le entrego mi trabajo con devoción.

Vídeo de la entrevista completa

Vídeo: Nando Ochando y Javier Cáceres

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