Catherine Corsini estaba escribiendo en su apartamento de París cuando su novia, la productora Elisabeth Perez, le llamó sobresaltada. Acababa de ver en Cannes una nueva película que prometía arrasar con todos los prejuicios sexuales en tres horas de amor lésbico y escenas de cama sin recato: La vida de Adéle. La directora había invertido seis meses en un guión sobre una pareja de mujeres en plena resaca del Mayo francés y se negó a tirar el libreto a la basura. Tres años después, La belle saison ve la luz sobre nuestras pantallas y reivindica su mensaje, aunque haya quien piense que no recogerá ni las sobras de Abdellatif Kechiche.
Traducida sin esfuerzo en España como Un amor de verano, lo cierto es que esta cinta nació con un objetivo muy distinto al de su predecesora. La de Corsini se hace eco de una revolución pasada para despertar las conciencias del presente, mientras que el cómic El azul es un color cálido es una experiencia intimista, casi biográfica. La belle saison, aunque refleja el momento esfervescente de la lucha feminista en Francia, busca enfrentarse a una realidad retrógrada pero muy actual.
Todo surgió con las manifestaciones que inundaron París en 2013 para oponerse contra el recién legalizado matrimonio homosexual. “Estábamos horrorizadas”, nos confiesa Corsini sentada junto al amor de su vida -como se refiere a Perez- en la cafetería Ocho y Medio de Madrid. Por eso crearon a Carole y a Delphine, dos jóvenes revolucionarias que se enamoran mientras luchan por los derechos de la mujer en pleno auge del movimiento antiabortista.
Una representa la espontaneidad y el inconformismo de la capital; la otra es pura sociedad rural, donde mujeres y hombres se parten la espalda recogiendo heno y no conciben otra estructura familiar que no sea la heteronormativa. Campo y ciudad se unen así para pegar carteles en la Sorbona, tirar úteros de plástico a médicos falócratas y entonar juntas L'hymne des femmes, el canto del Movimiento de la Liberación de las Mujeres. Cuatro décadas después, las realizadoras lamentan que Francia haya olvidado a sus heroínas y que rechace más que nunca la diversidad sexual y la lucha contra el machismo.
La Belle Saison, además de una historia de amor, es un homenaje al movimiento feminista de los años 70, ¿qué le debemos hoy en día?La Belle Saison
Lo que las mujeres obtuvieron entonces cambió completamente la célula familiar. La revolución feminista consiguió más cosas de las que le atribuimos. Gracias a ella tenemos al alcance todos los métodos anticonceptivos y el derecho a elegir sobre el aborto, aunque todavía haya tantos países de la Unión Europea que ponen trabas. Los adelantos fueron tremendos también en cuanto a la paridad de los salarios. Pero aún queda mucho camino por recorrer. Por eso me parece escandaloso que las chicas jóvenes no quieran reivindicar el feminismo. Son lo que son gracias a aquellas feministas, pueden elegir cuándo y cómo van a tener un niño gracias a ellas.
La aparición de Internet y las redes sociales ayudaron a visibilizar el movimiento y también a hacerlo más vulnerable, ¿cree que está ahora especialmente perseguido?
El movimiento feminista adelantó mucho, pero ahora hay una especie de retroceso. Las redes sociales engendran cosas nefastas, porque es como un grifo que cualquiera puede abrir para soltar su inmundicia. Hay que saber filtrar. Son como empresas de demolición, pero en muchos aspectos, no solo el feminista. Es verdad que las mujeres somos uno de los blancos principales por la dominación masculina.
Pero las feministas de entonces también fueron muy atacadas, incluso físicamente. Como fueron las primeras en quemar el sostén, decían de ellas que eran velludas, feas y unas 'mal-folladas'. Se decían horrores, cuando eran todo lo contrario. Mujeres inteligentes, que iban a la universidad y tenían ganas de reivindicar lo que eran, porque se dieron cuenta de que las explotaban y las sometían. Atacaron los cimientos del sistema patriarcal y los cuestionaron. Y fue algo terrible para ellas porque sembraron el odio entre gran parte de la sociedad. Fueron una amenaza para el poder por formar parte de las luchas sociales y políticas de la época. El feminismo en los años 70 era parte de un todo, porque no era lo único por lo que se luchaba.
¿También con el auge de la extrema derecha?
Por supuesto. Poco a poco han conseguido negar todo esto. Hoy en día hay una regresión a la orden moral establecida. Digamos que siempre estuvo, pero antes no se atrevía a salir tanto a la luz y eso también es debido a las redes sociales. Este orden moral hoy utiliza el miedo, la situación política y la necesidad económica.
También vivimos una nueva guerra contra las mujeres por el auge de estas posturas radicales. Por ejemplo, el islam las ha vuelto a velar, cuando hace años no era obligatorio. Y en Occidente, con el tema que hablábamos de los salarios y el derecho al aborto, también buscan ponernos palos en las ruedas.
En la película, una parte de la asociación feminista se niega a ayudar a un gay encerrado en un manicomio. Defienden que mezclar la causa homosexual y la feminista difumina su lucha, ¿cree que se pueden perder matices?
Hay muchos feminismos, no es un dogma. Y es verdad que a veces se oponen en cuestiones esenciales como el velo, la prostitución o la pornografía. Pero a mí me parece que son cosas que se adicionan. Son más una suma que una oposición. Pero hay mujeres que solo quieren que se ocupen de las mujeres. Las feministas de verdad ayudaron a las homosexuales a salir del armario, y viceversa.
Es cierto que ahora hay una escisión, pero yo no quería mostrar un movimiento que se quebraba. Mi prioridad era reflejar que había exclusión y también muchas cosas que funcionaban. Quería hacer una película positiva, porque mostrar solo los conflictos o los bandos dentro del mismo movimiento habría hecho perder la esencia.
También muestra la mentalidad del campo como mucho más retrógrada. Y justo ahora en municipios rurales de Francia como Camaret-Sur-Aigles han censurado el cartel de la película.
Ya sabemos que el Frente Nacional utiliza el argumento de que los homosexuales amenazan la defensa de la familia que ellos venden. Nosotras reaccionamos en seguida, hay que estar muy pendientes de todo esto. El alcalde se justificó a Catherine de una forma totalmente ridícula. El problema es que los votantes del Frente Nacional dan total credibilidad a esta gente tan inepta.
La propia sala que sufrió la censura agradeció mucho nuestra reacción y la proyección fue un éxito total. El cine agotó las entradas y mucha gente se tuvo que quedar fuera. Así que al final el alcalde hizo el imbécil. Porque, aunque quería desacreditarnos, terminó haciendo la mejor publicidad para la película.
¿Y cómo reacciona el sector del cine ante estas censuras, que además son ilegales?
Mira, esto es muy interesante. También censuraron el cartel de El desconocido del lago en muchas salas, que muestra el dibujo de dos hombres besándose. El tema pasó de largo. Pero los grupos de extrema derecha consiguieron meterse en las instituciones y dos años después de su estreno prohibieron su visionado a los menores de 18 años, así como el de La vida de Adéle y Tom Boy.
Nosotras pertenecemos a una asociación de realizadores donde intentamos vigilar todas estas situaciones desde cerca. Los miembros de la comisión queremos cambiar la relación entre cine y política para no tener que sufrir a estos locos. Son muy virulentos y están muy bien organizados.
Dijeron que Francia está viviendo uno de sus episodios más homófobos y machistas, ¿cuándo dirían que empezó a resurgir?
Desde que se autorizó el matrimonio homosexual en Francia, la extrema derecha se puso en marcha. La batalla está siendo mucho más cruenta que antes. Cuando lo conseguimos nos relajamos y dijimos, “bueno ya está, hemos ganado”. Para nada.
En La Belle Saison me burlo del profesor Jean Bac, que da charlas contra el aborto en la universidad. Este hombre no es ficción, existió de verdad y se llamaba profesor Le Jeune. Cuando murió, el Papa fue a bendecir su tumba y hay asociaciones que le siguen reivindicando. En las manifestaciones contra el matrimonio homosexual llevaban pancartas con su cara y es una figura emblemática de la lucha contra el aborto ahora más que entonces. En mi ingenuidad pensé que después de su muerte iba a desaparecer, pero no.
En los años 70 los fascistas fotografiaban a los fetos en la basura, ahora son los mismos, la siguiente generación, los que se manifiestan por sus ideales homófobos. Cada domingo se van a esposar a un hospital que realiza abortos en pleno París. La extrema derecha hace cosas ilegales, y después dios dirá (nunca mejor dicho). Aunque son minoritarios... de momento.
Hay quien dice que el mensaje de la película tendrá menos calado después de La vida de Adele, ¿qué opina?La vida de Adele
Cuando Elisabeth vio La vida de Adéle en Cannes me llamó corriendo muy preocupada. Yo estaba escribiendo el guión en París. Pensamos que quizá íbamos a tener problemas con la financiación porque son películas con una temática parecida y muy seguidas. Como anécdota, al principio Carole era profesora de dibujo y lo eliminé inmediatamente (ríen). Me lo plantee muy seriamente: ¿qué hago? ¿tiro seis meses de trabajo? Y luego me di cuenta de que las películas eran muy diferentes.
Primero porque la mía transcurre en los años setenta e ilustra la relación campo y ciudad. Y segundo porque el personaje de Delphine era alguien con barreras, mientras que en La vida de Adele ninguna de las protagonistas encuentra trabas reales. Digamos que el tema de la película no es el mismo. La vida de Adéle es más una película de iniciación, el personaje de Lea Seydoux utiliza a su pareja pero no le aporta nada. Aquí, al final de la película te das cuenta de que las dos se han ayudado mutuamente a madurar.
Fue una suerte que los financieros de Canal + nos respaldaran cuando se han hecho dos películas a la vez sobre una historia lésbica. Pero, en realidad, deberían existir muchas más películas sobre mujeres homosexuales.