Daba igual en qué aplicación o web lo miraras, la previsión meteorológica para ese día en Vigo era clara: sol absoluto. “Es el único día malo que ha salido este verano”, decía una señora de la ciudad al ver la preocupación y las miradas al cielo encapotado y a la niebla que asomaba en el puerto. Si ese día malo fuera para unas vacaciones no pasaría nada, pero en un rodaje el tiempo es fundamental, y planificar un día con sol y que no aparezca es un imprevisto con el que no siempre se puede lidiar. A veces hay planes B, interiores que se pueden rodar, pero en esta ocasión no era así.
Al acercarse a la casa de una recóndita playa de la costa de Vigo donde se va a rodar esa mañana, la niebla es cada vez más densa. En el camino de tierra que baja al lugar aparece Carla Simón. Alguien del equipo de producción, gallego y conocedor de su tiempo, se acerca con una predicción: “Tranquila, que esto remonta en unas horas”. A la directora no se la ve nerviosa, al revés. Entra en su set de rodaje con esa calma que transmite y contagia. Luego confesará que rodando en Galicia ha aprendido a “abrazar” estos reveses meteorológicos.
Simón se encuentra en mitad del rodaje de Romería su tercera película. La siguiente después de aquel histórico Oso de Oro en Berlín con Alcarràs. Asegura que no siente presión porque ahora mismo está en “modo supervivencia” en medio del rodaje. Un rodaje que asegura que es muy distinto. Dejará la cámara en mano, jugará con fogonazos oníricos y habrá dos líneas temporales (los 80 y los 2000). En este cambio de estilo el reto es que “el tono siga siendo el mismo, que esté vivo”. Para ello contará con Hélène Louvart, la directora de fotografía de cineastas como Eliza Hitman, Lynne Ramsay y Alice Rohrwacher con quien deseaba trabajar desde hace años. Con Romería promete que cierra la trilogía de la memoria familiar que desarrolló en Verano 1993 y Alcarrás. Le faltaba uno de los vértices para indagar en su pasado y en su historia, el de la familia de su padre biológico.
Como el tiempo no remonta a pesar de la predicción, Carla Simón aprovecha para atender a un muy reducido número de medios que han acudido a Vigo para ver cómo rueda. Allí da pistas de lo que se verá el año que viene, en fecha por concretar y que dependerá de qué festival internacional decida acoger su estreno. Cuenta que la romería del título âademás de la connotación de “viaje místico del personaje”â una procesión con barcas en el mar, la pensaban también rodar con sol y llegó el único día de lluvia de todo julio y terminaron por grabar a la virgen envuelta en plástico. Para completar las inclemencias, un dron con una cámara cayó al mar un día de viento perdiendo todos los planos desde el aire. Ahora Hélène Louvart ha dicho que prohibidos los drones.
Las cartas del inicio
La idea de Romería nace de unas cartas que la madre de Carla Simón escribió. Eran cartas que había escrito desde muchos lugares, muchas de ellas desde Vigo, donde estuvo viviendo con su padre (ambos murieron de sida, como contó en Verano, 1993). En ellas encontró el testimonio de una generación de la que el cine no habla “por el tabú de las drogas y el sida”. “Yo lo he sentido así. He intentado encontrar mi memoria familiar y me la contaban siempre a cachitos y con eufemismos. Es muy difícil entender qué pasó, dibujar un poquito lo que a lo mejor vivieron mis padres. Cuando tus padres están vivos les puedes preguntar, y ellos te cuentan lo que quieran o no, pero te haces una idea. Cuando hay una ausencia con la muerte de por medio, hay mucho estigma y tabú”, explica sobre una película que dice que habla “sobre la memoria”. O mejor, sobre qué hacer cuando no existe “esa memoria familiar y cómo te la puedes llegar a inventar”.
Por eso la película es también “una especie de homenaje a esta generación”. “Nos sigue costando mucho hablar de la cantidad de gente que murió en ese momento por ese tema. Mucha gente perdimos los padres de sida y hemos tenido que convivir con eso. No solo nosotros, sino también sus familias, porque hubo mucho dolor por el hecho de perder a gente por sobredosis, sida o accidente de tráfico, que era lo que pasaba en ese momento. Se rompían familias. Hay familias enteras que perdieron a mucha gente. Aquí en Galicia especialmente, porque entraba casi todo por aquí. Cuando hacíamos el casting era muy fuerte, porque siempre les preguntaba cómo se habían relacionado con ese tema y casi todo el mundo conocía a alguien que hubiera muerto de sida”, añade.
Cuando tus padres están vivos les puedes preguntar su historia. Y ellos te cuentan lo que quieran o no. Cuando hay una ausencia, con la muerte de por medio, hay mucho estigma y tabú
Parece, por tanto, que Romería será como Alcarràs, el retrato que desde lo íntimo cuenta lo político. “Es que en todas las familias y en todas las historias personales hay un reflejo político”, dice con contundencia Carla Simón, que además aquí tiene esa voluntad. “De esa generación se dejó de hablar. Es muy injusto. Ellos no querían morirse de sobredosis, o de sida. Muchos ya lo habían dejado y luego tenían sida, que era el caso de mi madre. Y nadie sabía entonces qué consecuencias tenía la heroína. Parecía como si ellos hubieran escogido llevar esta vida. Muchos no podían salir, y creo que se habla de esa cara B de una manera un poco chunga que me parece muy injusta”, afirma.
Así, su tercer filme será una película que de alguna forma afronte eso que llamamos memoria histórica. “Es que siempre parece que cuando hablamos de memoria histórica es solo el franquismo y la Guerra Civil, y para mí esto también lo es. Más allá del cine quinqui no hay tantos relatos, y cuando se ha hablado de ello ha sido de una manera oscura y avergonzada. Yo, como hija de esa generación, no juzgo a mis padres. Yo quiero entender cuál es su historia. Lo que me parece interesante es que cuando hay un personaje en la ficción que ha vivido algo así, siempre está enfadado, pero yo no lo estoy, y entonces quiero retratarlo desde la curiosidad hacia la memoria familiar, que para mí es importante”, zanja.
Una actriz bajando del autobús
La predicción se cumple, y después de comer aparece un sol radiante para rodar la escena como la imaginaban. Una escena coral, donde aparece una de las novedades de esta película, la mezcla de actores profesionales y otros ‘a la Carla Simón’, es decir elegidos en procesos de casting largos y que van desde escuelas a patear la calle en busca de gente que cuadre con lo que buscan.
Es el caso de la protagonista, Llùcia Garcia, el alter ego de Simón en la ficción a la que ella y su productora, María Zamora, encontraron cuando bajaba del autobús. Habían visto muchas chicas, pero no daban con lo que buscaban. Un día, en el barrio barcelonés de Gràcia, bajando del autobús, con una mochila, apareció Llùcia, que volvía de una reunión de scouts. El día que hizo el casting cumplía 18 años, como si fuera una señal de que ella era la elegida. “Tenía el físico y el espíritu que buscábamos”, recuerda Simón, que confiesa que esta vez vio a actrices profesionales. También fueron a pueblos, a institutos… pero se resistió hasta el final.
A su lado Mitch Robles, Tristán Ulloa o Janet Novás, la protagonista de O Corno. Todos ellos han tenido un extenso tiempo de ensayos y ahora están en la escena que Carla Simón rodará esa tarde. Un encuentro de jóvenes y mayores donde se cantará y tocará en directo Tu mirá, de Lole y Manuel, canción que ya usó Tarantino en Kill Bill y que ahora suena en la voz de Novás. “Conociéndola la va a repetir unas cinco veces”, adelanta María Zamora. Y acierta.
Eso sí. Siempre con su estilo calmado. Hasta para decir que no está funcionando lo que está viendo lo hace con tranquilidad. “¡¡¡Más animados!!”, les corrige tras cortar la toma y volverse a meter debajo de una tela negra para ver el combo sin que le moleste la luz. Cuando uno se fija ve que no está sola. A su lado, también bajo ese manto negro, se encuentra su hermana Berta, que también fue parte de Verano, 1993 y de Alcarràs. Porque Romería también es una historia familiar, incluso en el rodaje.