Festival de Sundance

Cassandro, el gladiador mexicano que desafió a la homofobia en la lucha libre, conquista Sundance

Javier Zurro

28 de enero de 2023 22:31 h

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Cuando uno ve un combate de lucha libre en la televisión siempre suele encontrar el mismo tipo de ‘gladiador’. Hombres muy masculinos, corpulentos, que desprenden testosterona en sus movimientos. Ahí estaban Los Sacamantecas, Hulk Hogan o El último guerrero. Todos respondían al mismo estereotipo de hombre. No había hueco para otro tipo de masculinidad… o al menos no nos la mostraban. Desde hace décadas, en México existe un tipo de luchadores que se les conoce con el nombre de 'exóticos' y que se visten con atuendos propios del mundo drag y luchan desafiando la heterosexualidad normativa. Realizan una performance donde exageran su feminidad, rompiendo todas las expectativas del público.

Los exóticos existen desde 1940, cuando Gardenia Davis entró con un ramo de las flores que le daban nombre y se las regaló a las mujeres del público, ignorando a los hombres. Su equipo le maquillaba, le perfumaba y también ambientaba el aire para quitar el olor a testosterona del cuadrilátero. Fue el primero, pero sin embargo su estilo de luchar seguía manteniendo las normas rudas y bastas de este espectáculo.

Los exóticos empezaron a proliferar, pero siempre con una condición, tenían que perder. Ningún luchador quería perder frente a un hombre vestido con ropa de mujer. Los consideraban guerreros de segunda. Iban a dar espectáculo y a dejarse ganar. Todo cambió con la llegada de Saúl Armendáriz, que pasaría a la posteridad con el nombre de Cassandro. Lo cambió todo por muchos motivos. Primero, porque conquistó a un público que siempre abucheaba a los exóticos y que cayó rendido a sus encantos. Segundo, porque fue el primero que declaró abiertamente su homosexualidad, rompiendo una barrera en la lucha libre que hasta entonces seguía puesta. Casi todos los exóticos eran hombres heterosexuales que se vestían de mujer y hacían un show. Cassandro dignificó a los exóticos y los llevó a otro nivel desde que llegó a las peleas en la década de los años 90.

Su estilo, único, hizo que le etiquetaran como 'el Liberace de la lucha libre'. Se subía a las cuerdas, les daba culazos, les provocaba, flirteaba con sus oponentes, cogía sus manos y hacía que tocaran su cuerpo… era un torbellino que revolucionaba todo lo que se daba por seguro en ese mundo. Tanto, que hasta el público quería que los exóticos ganaran. Era extraño que una personalidad tan atractiva y potente no hubiera tenido una película hasta ahora. Sí que había documentales (uno de ellos disponible en Filmin), pero no una ficción que contara su historia y su éxito. La película ha llegado, y lo ha hecho de la mano de Amazon Prime Video y con Gael García Bernal como absoluto protagonista. Él se transforma en Cassandro y da todo en una interpretación que no intenta imitar al personaje real.

Gael García Bernal se desplazó hasta el Festival de Sundance, pero no fue solo. Lo hizo junto al auténtico Cassandro, que produjo en el público del festival el mismo efecto que en el cuadrilátero. Al llegar a la alfombra roja y a la proyección desató su show y todos le alabaron. También tras el primer pase de la película, donde recibieron la ovación del público. Lo hizo mostrando las secuelas del infarto que le ha limitado la movilidad y que le hace solo decir frases cortas, pero con el mismo desparpajo de siempre. Este biopic, dirigido por Roger Ross Williams, recoge un momento concreto de la vida de Saúl Armendáriz. No es el típico filme de auge y caída, aquí solo vemos el auge, y lo hace con un tono amable (a veces demasiado inocente) que hace que Cassandro pueda convertirse en un éxito del boca a oreja en la plataforma.

La película se centra mucho en sus orígenes como luchador —su nombre lo coge de la mítica telenovela Kassandra— y en la relación de Cassandro con su madre, en donde a veces se pierde con el melodrama. Eso sí, se eleva cuando se centra en la lucha libre y en la ruptura de los prejuicios a golpe de cadera que realizó el luchador. La primera entrada del protagonista a ritmo de I will Survive cantado en español, completamente maquillado, vestido con ropa de su madre —que le mira emocionada— y sin máscara es un momento brillante, igual que la primera performance completa que realiza, donde frota su trasero con su rival y la gente empieza a llamarle despectivamente ‘culero’, un insulto profundamente homófobo. Diez minutos después, todo el mundo coreó su nombre rendidos a su gracia, encanto y frescura. Todas las peleas, incluido el combate final donde entra a ritmo de Baccara —ojo a la banda sonora donde también suena Chimo Bayo— son grandes momentos cinematográficos (aunque la curiosidad que todos comentarán será el beso de Bernal con la estrella del momento, Bad Bunny, que realiza un pequeño papel en el filme).

Una película que deja con buen sabor de boca aunque no explota todo el potencial de la historia ni del personaje. Cassandro muestra la importancia de los referentes, como deja claro en su emocionante escena final, cuando un niño cuenta en un programa de televisión que le había contado a su padre que era gay gracias a ver a Cassandro hablar abiertamente de su sexualidad en entrevistas y programas. Un ejemplo que hace pensar en la importancia para muchos chavales si, por ejemplo, un futbolista, hiciera lo mismo.