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'Dos Cataluñas', el 'procés' explicado para guiris en un documental

El documental 'Dos Cataluñas' pretende explicar al mundo el conflicto catalán

Mónica Zas Marcos

A pesar de su título, el nuevo documental de Netflix Dos Cataluñas no muestra dos posturas absolutistas, erróneamente reducidas a la bandera rojigualda y la estelada. “Si hay siete millones y pico de catalanes, habrá siete millones y pico de Catalunyas, y cada una con sus matices”, explica uno de sus directores, Gerardo Olivares.

No es extraño que la plataforma estadounidense decida invertir en una cinta que explica el procés a sus 130 millones de suscriptores en todo el mundo, un conflicto mediático pero no ecuménico. La estrategia de los documentales de Netflix es ligeramente distinta a la de las series. En lugar de rastrear el mercado y pujar por las ideas que más venden en todo el globo, son ellos los que reciben propuestas, las filtran y por último firman el cheque. Da igual que sea sobre una secta religiosa de Oregon o del actual presidente de Francia si las saben convertir en un producto atractivo y de interés general.

“Tú tendrías que venir y decirme que no has podido dormir en los últimos meses porque quieres contar tal o cual cosa, y la quieres hacer de una manera determinada. Eso es lo que buscamos”, explicaba la responsable de la sección documental, Lisa Nishimura, en una entrevista con Cinemanía. Y eso hicieron Gerardo Olivares y Álvaro Longoria el año pasado alentados por la, según ellos, pobre cobertura extranjera del conflicto catalán.

“En los medios internacionales no se estaba explicando bien, lo simplificaban todo. Así que llamamos a Netflix y les propusimos contarlo meticulosamente para todo el mundo”, explica Gerardo. El documental Dos Cataluñas abandera -un verbo complicado en este contexto- la neutralidad y la pluralidad durante dos horas de entrevistas y contexto desde la Diada del 11 de septiembre de 2017. Para muchos, el día D del enfrentamiento entre el Gobierno del PP y la Generalitat.

A través de los principales líderes políticos de Catalunya, politólogos y periodistas de varias inclinaciones, el documental dibuja todas las escenas que conviven en el mismo territorio y la zancadilla que han puesto muchos políticos para frustrar esa convivencia.

“Antes no era así”, dice entre lágrimas un hombre estadounidense que porta al hombro la rojigualda mientras que su hijo pequeño le observa enfundado en la bandera catalana. El periodista Carles Francino también confiesa haber llorado en antena al tratar este asunto en su programa. Una idea que recoge el británico John Carlin, quien asegura no reconocer la Barcelona en la que lleva viviendo casi veinte años.

Quizá la mecha prendiese el septiembre pasado, pero el sentimiento independentista de Catalunya lleva años tomando forma. Así lo explican los historiadores del documental a quienes se les encomienda hablar de la guerra de 1714 y de los argumentos históricos que suele emplear el bloque soberanista. Dos Cataluñas no invierte demasiado tiempo en esto, pero ofrece las pinceladas suficientes para contextualizar muchos de los titulares que se han leído en estos meses.

La mayor parte del metraje, y a la vez su mejor reclamo, consiste en seguir a los políticos durante la campaña electoral del 21 de diciembre, fecha en la que algunos ya estaban en la cárcel y Puigdemont exiliado en Bruselas. “Todos nos querían utilizar como altavoz cuando les dijimos que veníamos de parte de Netflix”, cuentan los responsables. Las 85 entrevistas de las que consta el documental quizá hubieran sido posibles sin la marca mainstream como carta de presentación, pero definitivamente no de la misma forma.

Olivares y Longoria se metieron en el coche oficial de Inés Arrimadas, en el despacho de Quim Torra, en el cubículo de 8 metros cuadrados desde el que Carles Puigdemont lanzaba sus mítines en Bélgica o en el autocar con el que ERC recorría los pueblos de Catalunya en la campaña autonómica. Un trato diferencial que provocaba recelo entre sus colegas de otros medios y que ahora recuerdan entre risas. “Salíamos de la habitación de hotel donde aguardaban los políticos el recuento de votos y hasta se nos acercó la CNN para pedirnos unas imágenes”, cuentan con sorna.

Casi ninguno rechazó su propuesta de entrevista: Josep Borrell, antes de ser ministro de Exteriores, la expresidenta del Parlament de Catalunya, Carme Forcadell, Jordi Turrull y Raül Romeva antes de ingresar en prisión, el socialista Miquel Iceta, el candidato de En Comú Podem, Xavier Domènech, Inés Arrimadas, el jefe del gabinete de Mariano Rajoy (y única representación del PP junto a Andrea Levy) y, por supuesto, Carles Puigdemont. Tan solo dos fallaron por razones evidentes: Oriol Junqueras por estar en la cárcel y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría “porque ni nos contestó entre todo el fragor tras el 1-O”.

“Desde el primer momento les dejamos bien claro las reglas del juego, que eran iguales para todos. Sabían que iban a tener las cámaras encima todo el día y no cuando a ellos les interesaba. Al final se relajaron y así conseguimos entrevistas mucho más pausadas y en profundidad. De hecho, los políticos son mucho más majos e interesantes en las distancias cortas”, aseguran los directores, que así captaron los momentos de nervios, dudas y compadreos.

Las distintas posturas se van sucediendo a un ritmo vertiginoso en Dos Cataluñas como si fuera un partido de tenis. Sin embargo, hay un momento en el que surge el consenso y es al hablar de la brutalidad policial durante el 1 de octubre y la responsabilidad total del expresidente popular. “A algunos les crecen los enanos y a Rajoy le crecieron los independentistas”, dice la periodista Gemma Nierga.

Tras el incidente en los colegios electorales y la cobertura internacional de la respuesta desmesurada contra los ciudadanos catalanes, el discurso por la unidad de España del PP quedó diluido. “Yo no era independentista, pero después de ver cómo actuaron los antidisturbios creo que la salida de España es lo mejor”, dice un joven rodeado de varios amigos que asienten. “Yo no iba a votar, pero al verlo salí a la calle”, dice otra. “Mi madre fue a votar que no y al final por eso votó que sí”, replica una más.

Las imágenes de aquel día funcionan como punto de inflexión dramático de la cinta. Son espeluznantes y tremendamente tristes. “Un fracaso de la democracia”, como describe la mayoría de los entrevistados. Porque, como reza la cita de Daniel Patrick Moynihan que encabeza el documental, “todo el mundo tiene derecho a su propia opinión, pero no a su propia realidad”. Y no hay realidad democrática posible en la que la diferencia de opiniones se resuelva a porrazos.

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