Estreno de Cine

El cine rescata a la infiltrada que estuvo ocho años en ETA: “Si hubiera sido un hombre ya se habría contado”

Javier Zurro

9 de octubre de 2024 22:33 h

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La historia la cuentan los hombres, y por eso se centran en ellos mismos. Cuando uno habla de topos en ETA ―solo hay que comprobarlo buscando en Google― siempre sale aquel sobrenombre del Lobo, al que ya se le ha dedicado una película, más de un documental y unos cuantos libros (el último contado por él mismo y para el que incluso acudió a la presentación). Sin embargo no fue el único, y ni siquiera fue el que estuvo más tiempo dentro de la banda. 

Solo había que rebuscar un poco, poner el foco en otras historias y ahí estaba esperando la de Aránzazu Berradre, el nombre falso que adoptó la primera mujer que se metió en las entrañas de la banda terrorista. Lo hizo cuando tenía solo 22 años y estuvo allí ocho años en la década de los años 90. Una mujer que sacrificó su juventud por un ideal y que se enfrentó a la presión, al machismo a cambio de nada, porque sabría que su labor nunca sería reconocida de forma pública por la naturaleza de su trabajo. Ella fue clave para desarticular el comando Donosti, y hasta ahora pocos se habían enterado.

El cine ha rescatado su historia y lo ha convertido en un thriller que vendría a ser el reverso femenino y feminista de aquel filme sobre Lobo. Aquí Eduardo Noriega cambia por Carolina Yuste, absoluta protagonista de La infiltrada, el filme que ha escrito (junto a Amèlia Mora) y dirigido Arantxa Echevarría, directora de Carmen y Lola y Chinas y que se estrena este viernes. El proyecto llegó como una propuesta, pero en la primera frase ya estaba dentro. “Cuando me hablaron de la primera persona infiltrada de la Policía Nacional en una banda terrorista y que estuvo ocho años dije que sí”, recuerda.

La única petición fue que la dejaran escribir el guion: “Es que era un caramelo. Un thriller escrito por mujeres, montado por mujeres, producido por mujeres, y con una protagonista que era una mujer, que no estaba sexualizada, que no es la novia del chico ni la que muere ni la mala… Y encima poder hacer un thriller, que es un género supermasculino... imagínate, yo estaba feliz y con muchas ganas”.

Si La infiltrada se hubiera rodado hace 15 años la hubiera dirigido un hombre y las motivaciones de su protagonista serían diferentes, aunque Arantxa Echevarría es más tajante, si no conocíamos esta historia es precisamente porque no era un hombre. “Fue porque era una mujer. Lo digo siempre, si llega a ser un hombre el que se hubiera infiltrado ocho años, la infiltración más grande y larga que se conoce, esto estaba ya rodado. Y seguro que por un hombre”, apunta con contundencia.

Quizás por ello además de prestar atención al thriller y al contexto histórico, la cineasta crea una especie de juego de espejos donde el machismo es transversal. La protagonista lo vive dentro de ETA, y en ella misma y en su compañera dentro de la policía. “En la policía eran machistas, homófobos… solo la idea de que fuera una mujer la que se infiltraba era casi un insulto para ellos. Pero también en la cúpula de ETA pasaba. De hecho, si te fijas, excepto Yoyes nunca ha habido una mujer importante en la organización porque también era un mundo machista donde las mujeres eran casi las sirvientas de ellos. Las que facilitaban coartadas, coches o información, pero no tenían poder en sí. Arantxa, el personaje, lucha contra muchas cosas, y una de ellas es el machismo”, subraya.

En la policía eran machistas, homófobos… solo la idea de que fuera una mujer la que se infiltraba era casi un insulto para ellos. Pero también en la cúpula de ETA pasaba

Hay en La infiltrada un tema que es transversal a todas sus películas, y es la identidad. “Ella juega a ser una persona u otra en un espacio hostil y machista. Me interesa mucho qué es la identidad, ¿la da el sitio de donde vienes? Ella con 22 años no le da tiempo ni a ser policía, finge ser abertzale, pero también finge con su jefe, con sus superiores, con el entorno terrorista. Todo en su vida es fingir. Eso era algo muy interesante de desarrollar, porque a todos nos gusta jugar al impostor, pero esto es fingir ser otra persona. Me parecía muy interesante desde todos los lados cinematográficos”, valora la directora.

El terrorismo siempre ha sido uno de los temas que el cine español ha evitado tratar, aunque en los últimos años se ha vivido lo que se denominó como un deshielo respecto al tema, provocado sobre todo por el éxito de Patria. Hasta la comedia ya se ha atrevido con ejemplos como Fe de etarras. A pesar de ello, para Arantxa Echevarría el tema sigue siendo “espinoso”, pero cree que ejemplos como Días contados, Maixabel o Patria “han demostrado que el público sí que quiere ver esas historias, sí que quiere recordar y que la sociedad ya está preparada para hablar de un pasado del que no hace mucho tiempo, pero que ya es pasado, es memoria histórica”. 

Si hubiera sido otro momento en la lucha contra el terrorismo le hubiera costado más, pero era “la época del plomo, del dolor, era un momento donde acababa de ocurrir el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la sociedad estaba en la calle”. También aclara que ha evitado hacer un relato maniqueo, porque “nada es blanco o negro y ni la policía era toda estupenda, ni en los comandos terroristas todos eran Sergio Polo [el terrorista al que da vida Diego Anido], había muchos matices y muchas gamas de grises”. Por ello prefirieron centrarse en su personaje y “no hacer una película que hable del conflicto”, pero espera “que vengan muchas que sí hablen sobre ello”.

La infiltrada llega en un momento en donde la derecha rescata a la banda para usarla políticamente, algo que Arantxa Echevarría no termina de entender: “Los políticos están todo el rato hablando del conflicto vasco, aunque la sociedad ya haya pasado página. En cuanto hay algún debate sale la palabra ETA, pero yo creo que la sociedad está mucho más preparada que el mundo de la política para pasar página y pensar en el futuro. No hay que olvidar para no repetir, pero creo que la sociedad está preparadísima y que es una cosa necesaria, porque hablando con chavales jóvenes te das cuenta de que no tienen mucha idea de lo que pasó. No lo han estudiado en los libros de historia. Por ese lado me alegro de que la película pueda crear curiosidad en gente que no supiera nada y que se ponga a investigar y a aprender más sobre lo que pasó en el País Vasco”.