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Clive Barker, el sadomasoquismo infernal de 'Hellraiser' y el terror con toques LGBTI

Ignasi Franch

19 de febrero de 2018 21:08 h

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Cuando irrumpió en las librerías y en las pantallas cinematográficas a mediados de los años ochenta, Stephen King le saludó como el futuro del terror. Se trataba del británico Clive Barker, un joven que escribía obras de teatro y había dirigido dos cortometrajes. Su arranque literario fue memorable: seis desasosegantes colecciones de relatos (Libros de sangre) y una poderosa novela breve, Hellraiser, el corazón condenado, que él mismo llevaría al cine. Haría lo mismo con su libro Cabal, cuya versión para la gran pantalla se retituló Razas de noche.

Hellraiser se convertiría en una película de culto que sigue generando secuelas de impacto progresivamente menor. Un relato breve de Barker también conocería una exitosa adaptación, en este caso en manos del realizador Bernard Rose: Candyman. Barker se despediría de la dirección cinematográfica, al menos hasta el momento, con El señor de las ilusiones. Las siguientes adaptaciones fílmicas de su obra serían industrialmente modestas y de mérito desigual: Santo pecador, Book of blood, El vagón de la muerte, Dread...

En España, la obra literaria de Barker se ha ido publicando de manera incompleta en sellos diversos. La desaparecida La Factoría de Ideas hizo una apuesta reiterada que también incluía algunas creaciones orientadas a la fantasía (Imajica). Más recientemente, Oz Editorial publicó dos entregas de su saga juvenil Abarat. En los últimos meses, han coincidido dos apuestas por la recuperación de sus clásicos en nuevas traducciones: Valdemar ha recopilado los Libros de sangre en dos tomos, y Hermida Editores ha publicado Hellraiser, el corazón condenado.

¿Quién es el monstruo?

Las primeras obras de Barker despuntaron por la violencia de su contenido, por la presencia de la sexualidad y también por el atractivo de algunas de sus creaciones. Quizá se ha destacado menos el estilo literario de Barker y su capacidad para perturbar a través de detalles. Porque su inventiva no solo reside en la creación de mitologías. En Libros de sangre, relata la muerte de decenas de maneras variadas, sugerentes y perturbadoras, explorando las fronteras entre lo siniestro y lo bello.

Temáticamente, Barker tenía también cosas que aportar. Desde el principio, su obra ha desafiado las definiciones restrictivas de normalidad. Y ese cuestionamiento se materializa mediante circunstancias sobrenaturales, mediante personajes de rasgos monstruosos con quienes el lector podía identificarse, pero esconden críticas sociales o más menos evidente. En Cabal, la persecución al protagonista remite a la opresión sufrida por todo aquel a quien se señala como diferente. Y los monstruos son los humanos que desean exterminar esa diferencia.

En su momento, Libros de sangre destacó por la naturalidad con que alternaba personajes de sexualidades y psicologías diversas, sin condenas, justificaciones ni comentarios añadidos. A mediados de los noventa, Barker declaró abiertamente su homosexualidad. Y en su obra podemos encontrar personajes transexuales o sin género definido. Esta apuesta por la representación de la diversidad ha sido cada vez más explícita y autoconsciente.

Quizá la creación más popular de Barker es la versión cinematográfica de Hellraiser, aunque la violencia extrema de algunos pasajes dificultó su introducción en el mainstream. Con todo, los antagonistas de la película, los cenobitas, se ganaron su espacio en el panteón del género terrorífico.

Místicos del placer y el dolor

Los cenobitas son unos seres sobrenaturales que pertenecen a un culto de nombre revelador: la Orden de la Incisión. La presencia más recurrente es Pinhead, cuya cara está ribeteada con clavos. El diseño de esta Orden remite a las cadenas del punk y al cuero nazi, tamizados por una cierta solemnidad monacal. Barker ha declarado que el auge de la estética sadomasoquista en los clubes gay de San Francisco y Londres también fue una fuente de inspiración.

Tanto en el filme como en la novela, un personaje abre una puerta a otra dimensión a través de un rompecabezas en forma de caja. Frank, un hedonista dedicado a la búsqueda de nuevas sensaciones, cae en las garras de los cenobitas pero consigue escapar y materializarse en la casa donde acaba de trasladarse su bonachón hermano. La puerta abierta a lo fantástico se abre desde el principio, pero el grueso de la narración explica maldades muy humanas.

La novela Hellraiser, el corazón condenado puede leerse como una escenificación del castigo de la exploración del placer y como una posible proyección del miedo al sida. Puede interpretarse en clave moralizante, como una advertencia... o puede asumirse que se trata de una creación que intenta esquivar las lecturas unívocas. Los demoníacos cenobitas, por ejemplo, también son denominados ángeles.

Barker añade una consideración interesante cuando señala los límites de ese humanismo clásico, habitualmente centrado en el hombre blanco y heterosexual, que pretende entender todas las realidades únicamente desde la experiencia propia. “Su verdadero error había sido creer, de forma ingenua, que su definición del placer coincidía significativamente con la de los cenobitas”, afirma el narrador. De nuevo, Barker juega con el concepto de otredad. En este caso, una otredad temible.

En su vida fílmica, Hellraiser ha conocido algunas secuelas que han proyectado una escasa ambición artística. Después de caer bajo el control de Dimension Films, la suerte de la saga ha ido declinando. Las películas posteriores a Hellraiser III y Hellraiser: bloodline estaban dirigidas al mercado videográfico. Y las dos últimas entregas han sido realizadas para prorrogar los derechos que la productora detenta sobre los personajes creados por Barker.

A pesar de las circunstancias adversas, la recientemente comercializada Hellraiser: judgment puede verse como una pequeña revitalización de la franquicia. Las limitaciones materiales del proyecto se evidencian en los efectos especiales y en la brevísima duración del filme, pero sus responsables ofrecen algunas imágenes e ideas sugerentes.

A la espera del largamente rumoreado remake del original, o de continuaciones más cuidadas, siempre queda la posibilidad de recuperar las primeras encarnaciones del cenobita de la cara claveteada. O reclamar la traducción al castellano de la novela The scarlet gospels, donde Pinhead reaparece y coincide con otro viejo conocido de los admiradores de Barker: el detective Harry D'Amour (El gran espectáculo secreto, El señor de las ilusiones).

'Libros de sangre': relatos de horror y desasosiego

No suele suceder que autores contemporáneos formen parte del catálogo de Valdemar Gótica, una colección de gran formato y tapa dura de este histórico sello especializado en la literatura fantástica. Por ello, la publicación de Libros de sangre en esta serie, mediante dos tomos que incluyen una nueva traducción y textos introductorios del especialista Jesús Palacios, tiene algo de simbólico. Más de treinta años después de la publicación original de estos cuentos, Clive Barker accede al cánon como un clásico contemporáneo del género.

A raiz de la publicación original de estas historias, a mediados de la década de los 80, Barker fue encasillado dentro del splatterpunk, que relacionaba a autores diversos (como el desaparecido Jack Ketchum) por su tendencia a incluir escenas extremas de sexo y violencia. Sus relatos también remiten con otras lineas creativas en boga en aquel momento, como el body horror y el ciberpunk. Incluyen, por ejemplo, historias de transformación y profanación de los cuerpos que pueden recordar tanto a los delirios neolovecraftianos de Stuart Gordon (Re-animator) y Brian Yuzna (Society) como a mutaciones más tecnológicas (Videodrome).

Barker escribía desde la Gran Bretaña de Margaret Thatcher. En sus relatos conviven los paisajes de un cierto bienestar, poblados de artistas y otros profesionales de un cierto prestigio social, con los escenarios urbanos de desesperanza. En los cementerios de coches, en los desvencijados bloques de viviendas para obreros, en los niños y adolescentes perdidos, vemos ecos de los mundos ruinosos anticipados por el “no future” punk y su hermanastro futurista, el ciberpunk. En otras historias, descubrimos nuevas encarnaciones de los fantasmas y espíritus de toda la vida. En ambos casos, el lector debe abandonar toda esperanza, porque Barker no renuncia al humor (negro) pero ofrece pocas concesiones y treguas.