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Crítica

‘Decision to leave’, la nueva maravilla del director de 'Oldboy' que conquista Seminci

Fotograma de la película 'Decision to leave', un thriller romántico sorprendente

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El cine ha contado mil veces una historia de amor, y muchas de ellas han comenzado con una cita a ciegas. En 2022 todo el mundo conoce a alguien que ha quedado con una persona por Tinder. La primera quedada siempre suele ser igual. Ambas personas van a cenar, se sientan en una mesa y se preguntan cosas. En qué trabajan, de dónde son, qué han estudiado, sus amistades…¿Cuál es la diferencia entre esa cita y un interrogatorio? Quizás ninguna, de hecho, quizás un despacho de policía sea el mejor sitio para comentar un flirteo, ya que las normas que rigen dichos encuentros parecen las mismas.

La idea, tan brillante como loca, se encuentra en el corazón de Decisión to leave, la nueva maravilla del director coreano Park Chan-Wook, el mismo que revolucionara a la cinefilia con Oldboy, con Tarantino declarando su amor de una forma tan radical que hasta el propio realizador dijera que iba a ver su propia película de nuevo para ver si era tan buena. Desde entonces había entregado unas cuantas películas más que notables, como La doncella. Incluso sus coqueteos en Hollywood siempre han sido acercamientos interesantes al thriller oscuro como Stoker o la adaptación televisiva de la obra de John Le Carre La chica del tambor.

Con Decisión to leave entrega una de sus mejores obras, un thriller tan oscuro como entretenido que funciona con una precisión que asusta. A pesar de sus 138 minutos el ritmo que imprime Park Chan-Wook a la historia de un policía obsesionado con la sospechosa de haber lanzado a su marido desde lo alto de una montaña es tan bestia que uno no puede ni parar para respirar o para mirar el reloj. Es un cine tan entretenido como personal, una versión moderna de Vértigo, con sus mujeres sospechosas y sus misterios que se van abriendo como una matrioska, desvelando cada vez una nueva capa.

Lo que eleva la película de Park Chan-Wook por encima de otros thrillers notables para convertirla en una cita ineludible es la capacidad del director para concebir decisiones visuales innovadores, originales y sorprendentes constantemente. La película nunca agota su arsenal de recursos. Ninguno de ellos chirría, no son estéticamente forzados, pero uno nunca deja de preguntarse cómo es posible que al director se le ocurran tantas y tantas ideas visualmente potentes. Parece un espectáculo de un mago de primera categoría que deja sin palabras a su público, pero eso sí, sin ponerse por encima de lo que cuenta, siempre manteniendo ambas al mismo nivel.

Todo en Decisión to leave raya la perfección. El montaje, frenético, creando tensión y martilleando los nervios del espectador; la música, el uso del sonido, la excelente fotografía y las dos grandes interpretaciones que sostienen esta historia de amor imposible, hermosa y también enfermiza. Sus giros no siempre sorprenden, pero están en el lugar exacto para hacer mutar a su historia hacia otro lugar y no dejar que el público se acomode en la butaca, sino que siempre lo mantiene como parte activa de la experiencia.

Un thriller que pone el nivel de la Sección Oficial de Seminci en un lugar que difícilmente se supere. Sin embargo, algo pasa con Park Chan-Wook en los festivales internacionales, donde se forra a premios ‘menores’ pero nunca consigue los más importantes. Con Decisión to leave compitió de nuevo en Cannes y, aunque probablemente fuera el filme más redondo de la Sección Oficial, se conformó con el galardón a la Mejor dirección. La palma de Oro se le resiste. Ni siquiera con Oldboy, absoluto título de culto, lo logró. Se quedó con el Gran Premio del jurado y tuvo que ver cómo Fahrenheit 9/11, el documental de Michael Moore se hacía con una de las palmas más discutidas.

En 2009 volvió a competir por Thirst, que logró el Premio del Jurado en una edición que ganó de forma unánime La cinta blanca, de Michael Haneke. En 2016 su ausencia en el palmarés fue criticada. Se iba de vacío en una edición en la que se cuestionó el fallo del jurado, presidido por George Miller, de forma descarnada. Decidían dar su segunda Palma de Oro a Ken Loach por Yo, Daniel Blake, dejando sin premio a La doncella, pero también a otros títulos notables como Toni Erdmann o Elle.

Ahora compite por primera vez por la Espiga de Oro en Seminci con esta historia que, para él, no es más que una película romántica, porque “las personas muestran cómo son realmente cuando están enamoradas”, como dijo en la rueda de prensa de Cannes este año. Allí inició su recorrido internacional en el que competirá por el Oscar a la Mejor película internacional, ya que ha sido la elegida por Corea del Sur para representarles en Hollywood. De momento todas las quinielas la colocan como una de las grandes favoritas para entrar en el quinteto finalista en un año donde la competencia -con Alcarràs incluida- es espectacular y el nivel mucho mejor que el del cine de EEUU.

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