“El cine no es un trozo de vida, es un pedazo de pastel”
San Sebastián 2016 en una frase de Alfred Hitchcock
Último día de festival. A pocas horas de la gala de clausura, del anuncio de la Concha de Oro, de los grandes premios, la alfombra roja y los flashes, toca despedirse de la 64 Edición del Festival de San Sebastián.
Conocemos ya el premio del público: Ken Loach se hará con el reconocimiento, por si dos palmas de oro en Cannes era poco, gracias a Yo, Daniel Blake. Este drama social sobre un hombre incapaz de luchar contra el sistema para cobrar la pensión de invalidez debido a lo achaques de su corazón, ha conquistado las retinas y los corazones de los donostiarras.
También sabemos el premio de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, que ayer votaron su película favorita. La ganadora ha resultado ser El hombre de las mil caras, la nueva película de Alberto Rodríguez que llegó a las salas este mismo viernes.
La película narra la historia de Francisco Paesa (Eduard Fernández), exagente secreto del Gobierno español, y su affaire con Luis Roldán (Carlos Santos). Y sí, se va a convertir en una de las películas españolas más importantes del año.
Pero al margen de los premios, lo que hay en Donostia es cine y cine del bueno. Como el que ha tenido a bien regalarnos el canadiense Denis Villeneuve, que sin comerlo ni beberlo ha estrenado una de las mejores películas del festival: Arrival.
ArrivalLa expectación que había generado Arrival no era tanto por la película en sí como por lo que significaba. Era, para muchos, la prueba del algodón que demostraría si Denis Villeneuve era el realizador más apto para llevar a cabo la secuela de Blade Runner. Después de sintetizar la esencia del thriller contemporáneo en Sicario y la excelente Prisioneros, y de probar suerte con el drama psicologista en Enemy, le tocaba apuntar las bases de su habilidad en el campo de la ciencia ficción.
El resultado, debemos decir, es absolutamente satisfactorio. Arrival es, no sólo una de las mejores películas que se han proyectado en este festival, también es el título más interesante que el género nos ha dado en los últimos tiempos. Se trata de una original mezcla de referentes que convergen sin molestar en un relato pausado y contemplativo sobre la incomprensión y la falta de entendimiento. A su vez, también es un retrato íntimo de la sobre la inevitabilidad y la necesaria aceptación del trauma. Todo en una historia sobre una lingüista que quiere entenderse con alienígenas. Genial.
Fuego en el marEl mismísimo Tom Wolfe reflexionaba en Bloody Miami sobre un hecho del que se habla poco: el miedo de un periodista cuando tiene una gran historia en las manos pero no se siente capacitado para ser quien la narre. Algo de ese vértigo debió sentir Gianfranco Rosi antes de pasar un año en Lampedusa para grabar el drama de la inmigración en la isla más al sur de Italia. Pero se supo sobreponer y aceptó que puede que no fuera el mejor, pero lo que iba a hacer él no lo iba a hacer nadie.
Fuego en el mar, el documental con el que ganó el Oso de Oro en Berlín, es una visión única sobre el hecho que no carga las tintas en el terror del mar y la muerte extendida en las olas del Mediterráneo. Retrata por igual la cotidianidad de los habitantes de la isla, sus vidas y sus esperanzas mientras la llegada de barcazas repletas de inmigrantes procedentes de toda África. Lo que consigue es ese choque, que es el de toda Europa: seguimos viviendo con normalidad mientras vemos como nuestros mares se cubren de cadáveres de personas que querían justo eso, vivir con normalidad.
L'odysséeLa película de clausura de la 64 edición del Festival de Donostia es también una de las más convencionales que se han programado. Pero esto no es, per se, un indicativo de mediocridad. Al menos en el caso de L'odyssée, un film plano demasiadas veces visto que, sin embargo, se extiende ante nosotros con naturalidad y poca dejadez.
A la belleza de las imágenes que logra captar Jérôme Salle se le suman las plausibles actuaciones de Lambert Wilson y Pierre Niney como Jacques Cousteau y su hijo Philippe. Amén de una felizmente reencontrada Audrey Tautou como matriarca dolida. Todos aportan su granito de arena para que la convencionalidad que rodea cada uno de sus clichés narrativos no moleste en absoluto. Sin ser el biopic definitivo del legendario explorador, estamos ante una película filantrópica que aborda los claroscuros con ingenuidad pero demostrada fascinación por el personaje.
Y con ella nos despedimos de San Sebastián. Un festival que sigue siendo lo mejor de nuestro país en muchos sentidos y que puede que este año no haya estado demasiado inspirada en su Sección Oficial. Pero que sin duda ha sabido compaginarlo trayendo algunos de las obras más importantes que el séptimo arte va a dar este año. Nosotros nos quedamos con cinco imprescindibles: sigan la pista a Elle, Arrival, Sieranevada y Colossal. Y también a Que Dios nos perdone, que con El Hombre de las mil caras, va a ser uno de los títulos de la temporada del cine español.
San Sebastián 2016 en una frase de Alfred Hitchcock