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Lo ha conseguido. Parecía una quimera, pero Leonardo Dicaprio ya tiene un Oscar. Sólo ha fallado un detalle: no le ha llegado de la mano de Martin Scorsese, “quien le ha enseñado tanto”. Ha sido junto a Alejandro González Iñárritu, el hombre que entra en el palmarés de oro de los premios después de ganar dos Oscar consecutivos; se pone así a la altura de John Ford y Joseph L. Mankiewicz.
El mundo entero hablaba de ello. El mundo entero menos él, que en las últimas semanas se había dedicado a retuitear paisajes en un intento por fingir (¿o tal vez su calma era real?) que todo esto no iba con él. Su papel en El Renacido, sin embargo, estaba hecho para la gloria. Y Leonardo lo sabía mejor que nadie.
Parecía que llevaba toda una vida de frustración, pero a sus 42 años era la quinta vez que se colaba entre los nominados. Para la primera ocasión tenemos que remontarnos a 1994 y su ¿A quién ama Grilpert Grape? Aquella vez, el Oscar fue para Tommy Lee Jones por El fugitivo. Tardó más de diez años en volver a ser candidato. Fue en 2005 con El Aviador de su protector Scorsese. Jamie Foxx se lo arrebató por Ray. Dos años después, Diamante de Sangre. Pero la estatuilla fue para Forest Whitaker por El último rey de Escocia.
El Oscar le llega gracias a un famoso oso, pero el fenómeno se fue de madre por un lobo. Desde entonces (2014) los memes bromeando sobre la “maldición” de Leonardo Dicaprio en los Oscar habían sido constantes. La situación tenía jugo, ya que ese año se lo quitaba un Mathew McConaghey en estado de gracia que compartía con él en El lobo de Wall Street una memorable escena.
Con su premio, Internet deberá renovarse. Porque lo que nos faltaban eran gifs de victoria.
El discurso más esperado de la historia reciente del cine se ha hecho realidad. Dicaprio, otrora un ídolo juvenil y hoy uno de los mejores actores de su generación, no ha olvidado hacer alusión en él su gran obsesión, muy por encima del Oscar: la defensa del medio ambiente.