Una mujer embarazada viaja con sus amigos a visitar al que, desde que se fue a vivir a Berlín, no ha dado demasiadas señales de vida. Álex les recibe sorprendido y evidenciando en cada gesto que la inesperada visita no ha llegado en su mejor momento, ni mucho menos. Pero no lo es solo para él, este grupo de treintañeros está decepcionado y frustrado, replanteándose su camino, cada uno con sus miserias e interrogantes. Y entre ellos, la que suma seis meses de embarazo ni coge el teléfono a su pareja, ni es capaz de dejar de fumar.
La segunda película de la cineasta catalana Elena Trapé Las Distancias plantea este punto de partida. El largometraje fue premiado por partida triple en el Festival de Málaga, como Mejor película, Mejor dirección y Mejor actriz para Alexandra Jiménez, la encinta protagonista. La directora valora en declaraciones a eldiario.es este reconocimiento como un “apoyo total para una película pequeña, que da visibilidad y permite que de repente distribuidores se entusiasmen”.
Defiende que “no hay que esperarlos y que cada uno tiene que estar contento con lo que ha hecho”, pero agradece haberles permitido “sacar la cabeza y tener presencia tanto en medios como cartelera”.
Cataluña, cuna de mujeres cineastas
La cinta cuenta con el apoyo de Isabel Coixet, a la que Trapé conoció en el certamen malagueño, donde le encargaron realizar un documental sobre la última ganadora del Goya a la Mejor dirección por La librería.
Ambas comparten comunidad autónoma y forman parte de la rica plantilla de cineastas catalanas. Coixet es veterana, pero también referente para nombres como Carla Simón, Elena Martín, Meritxell Colell y la propia Trapé. “Creo que el factor principal ha sido que en Cataluña las escuelas de cine se han lanzado a producir escogiendo proyectos sin baserse en criterios industriales”, expone la directora.
Ocurre en la ESCAC, la universidad Pompeu Fabra en su Máster de Documental Creativo y con los TFG de su Grado en Comunicación Audiovisual. Gracias a la última iniciativa, han podido ver luz dos títulos que emanan frescura y personalidad como Las amigas de Àgata, de Laia Alabart, Alba Cross, Laura Rius y Marta Verheyen; y Júlia ist, de Elena Martín.
La película de Martín comparte localización con la de Trapé, al desarrollarse igualmente en la capital alemana. Júlia ist contaba en primera persona, y con todas las idas y venidas que conlleva, la experiencia de irse de Erasmus. En Las distancias, el personaje que vive allí, interpretado por Miki Esparbé, “se marchó en el 2000 más por motivos artísticos [es diseñador gráfico] que por necesidad económica”.
Varios años después, cuando recibe la inesperada e inoportuna visita de sus amigos, continúa “porque Berlín es el lugar donde podía seguir existiendo”. La realizadora afirma que otras grandes urbes como París, Nueva York o Londres, “te expulsan en un determinado momento si no llegas a triunfar”. Sin embargo, “Berlín hasta hace poco era la última capital europea asequible”. Y una vez elegida, optaron porque todo ocurriera en inverno, porque es la estación en la que población alemana “no es acogedora, sino oscura, y si no sabes dónde están las cosas no es fácil encontrarlas”.
Así consigue crear una atmósfera de hostilidad en la que cada uno de los participantes del viaje se encuentra fuera de contexto. “Eso es lo que hace que todo vaya explotando más deprisa de lo que ocurriría si quedasen un día cualquiera a cenar en Barcelona”, comenta la también guionista del filme. En Las distancias esto no es posible, todos conviven en un mismo espacio en el que “no pueden tener mucha intimidad, que es lo que va tensando la cuerda para que vaya cayendo una cosa tras otra”.
Crisis de maternidad
Uno de los puntos fuertes del largometraje es haber elegido como protagonista a una mujer embarazada. Por desgracia, no es algo habitual en pantalla y aquí, aborda la crisis existencial que genera. La actriz Alexandra Jiménez, conocida por sus papeles cómicos desde sus inicios como África en Los Serrano o en largometrajes como Promoción fantasma o la reciente Toc, Toc, aquí saca a relucir su vis dramática expresándose mayoritariamente a través de sus gestos. Personifica la otra cara del embarazo, en la que todo no es tan maravilloso como lo cuentan.
Trapé recuerda que el papel surgió “porque tenía muchas ganas de rodar a una embarazada que no puede dejar de fumar. Parece una tontería pero está muy estigmatizado, es como si de repente dices que no quieres darle el pecho a tu hijo. Te hace ser vista como lo peor”.
Además, la catalana quería retratar el punto de vista de la futura madre, que también entra en crisis. “Estamos muy acostumbrados a ver a hombres que están a punto de ser padres y empiezan a comportarse como imbéciles o niños y, en cambio, la maternidad se entiende como un estado de epifanía en el que hay una especie de conexión mística con el embrión, y eso no siempre es así”, aclara.
Por ello, “quería ver a una mujer que ha de gestionar sentir que dar a luz le hará desaparecer. Lo vive como que va a ser el fin de todo”. No puede dejar de fumar, no coge el teléfono, vuela en avión a falta de tres meses para dar a luz cuando no es lo más recomendable. Trapé reconoce que “se plantea hasta que quizás no vaya a tener un hijo con el amor de su vida, sí con alguien con quien está muy a gusto, pero de pronto se encuentra con el fantasma de una de esas historias que te dejan una herida abierta”.
La irrupción de la crisis económica inyectó en varias generaciones una alta dosis de decepción, desencanto y frustración. La de a quienes les habían prometido que estudiando una carrera podrían conseguir sus sueños o, al menos, trabajar para ganar el dinero con el que tener una vida digna, sin tener que marcharse de España. Pasaron los años y no ocurrió lo establecido, dejando un poso de desubicación y desengaño muy difícil de gestionar. Es lo que “distancia” a los protagonistas de esta película y que tanto intentan ocultar, atrapados en “promesas que no valen nada”.