'Doctor Strange en el multiverso de la locura', Sam Raimi trae aire fresco y terror a Marvel
Sam Raimi no dirigía una película desde hace nueve años. Uno de los directores más importantes del cine reciente, maestro del terror y autor de títulos fundamentales e influyentes como Posesión infernal lleva sin encontrar un solo proyecto desde aquel fallido Oz: un mundo de fantasía. Es curioso que haya sido 20 años después de que rodara la primera gran película de Marvel, Spider-Man (2002) cuando haya regresado para dirigir otro título de la misma casa, Doctor Strange en el multiverso de la locura.
Vuelve en un contexto completamente diferente. Aquella película fue la que cambió todo. Demostró que había un hambre atroz por los héroes de Marvel, y junto a Iron-Man se pusieron las primeras piedras de todo lo que estaba por venir. “El padrino de las películas de superhéroes”, como le definía Benedict Wong, ha regresado para demostrar que nunca se tenía que haber ido. La marcha de Scott Derrickson de la secuela de Doctor Strange dejó una vacante que en el estudio decidieron, inteligentemente, llenar con Raimi. Su regreso es un acontecimiento por lo que significa, pero también porque ha traído aire fresco a la saga.
Ya la primera entrega de Doctor Strange aportó novedades en lo visual. Aquellos desdoblamientos, juegos de espejos, realidades paralelas y trucos varios puso en bandeja una película de acción lisérgica e imaginativa. Su secuela podría haber sido una continuación sin más de aquella propuesta, pero desde Marvel se ha apostado por una película que coquetea directamente con el género de terror. Podríamos decir que estamos ante la primera horror movie del Universo Cinematográfico Marvel. Raimi ya había dejado escenas que jugaban con el género en su trilogía del hombre araña, como aquel despertar del Dr Octopus y la muerte de los doctores con sus brazos mecánicos en Spider-Man 2.
Aquí no se contenta con unos apuntes, sino que construye todo el filme como una película de terror. Por supuesto que no es un horror para adultos, lleno de vísceras y todo lo bestia que él hubiera querido, pero sí es arriesgada y supone un paso adelante en la propuesta de Marvel, en cuyo celuloide la sangre ni siquiera aparece y las muertes resultan por arte de birlibirloque. Aquí hay muertes violentas. Raimi juega con la puesta en escena para burlar la calificación por edades, pero gracias a decisiones imaginativas y al fuera de campo se las apaña para colocar: un cuello roto, una persona partida a la mitad, una cabeza que explota y un empalamiento con verja. Más que lo que se podría esperar de una película de superhéroes de Disney.
La película continúa la trama, sobre todo, de WandaVisión, y coloca a Bruja Escarlata como la gran villana. Le da un argumento sentimental para su maldad. Wanda quiere la vida que se le ha impedido tener. Una vida con sus dos hijos como la que proyectó en la serie de Disney+. Para ello necesita controlar el Multiverso y por eso requiere a América Chávez, incorporación latina y LGTB a la franquicia: la única que puede saltar a su antojo entre universos aunque no sepa cómo.
Será Stephen Strange quien la proteja, y la estructura del filme supondrá, básicamente, una huida hacia adelante en la que ambos escapan de Wanda en busca de un libro para acabar con todo. Doctor Strange en el multiverso de la locura es, en muchas ocasiones, una home invasion en la que los protagonistas se encuentran en una estancia y nunca saben por dónde va a aparecer el enemigo. Raimi se luce en todos estos momentos. Ofrece pequeños sustos, construye tensión con la excelente música de Danny Elfman y hasta se permiten momentos que rozan lo kitsch (como ese montaje paralelo con una arriesgada composición musical de Elfman) y escenas de peleas que están entre lo más original de la franquicia, como esa increíble lucha con notas musicales y partituras.
Es una película oscura, que juega con elementos del terror constantemente y en la que Raimi hasta se reserva algún guiño a su propia cinematografía, con un cuerpo que sale de una tumba, un libro maldito y el mítico cameo de Bruce Campbell. Hasta logra esquivar la presencia de sangre pero que parezca que la película tiene. Hay un momento en el que Bruja Escarlata aparece cubierta de una sustancia que bien podría serlo, aunque acabe de desmembrar unos robots y sea aceite o alguna sustancia extraña.
Con todo esto y algún otro truquito visual (el paso por los universos paralelos en los que hay dibujos animados y hasta pintura) se tapa la inconsistencia de la trama. Un guion simplón que consiste en una huida hacia adelante sin muchas más aristas. Eso sí, el juego de multiversos provoca la aparición de numerosos cameos que harán las delicias de los fans. No conviene destriparlos, pero sobre todo uno de ellos en la escena de los Iluminati y la aparición sorpresa en la primera secuencia postcréditos tendrá a los fanáticos de Marvel deseando pagar la siguiente entrada. Ojalá sea de nuevo con Raimi al frente y que le permiten jugar más y ser más libre, alejarse del canon impuesto y ofrecer algo que no solo sea aire fresco, sino una auténtica revolución en el universo cinematográfico de Marvel.
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