“Queremos manos abiertas al abrazo”. En tiempos marcados por un panorama nacional tan convulso, crispado y con la extrema derecha tan cerca –e incluso dentro– del poder en España, escuchar a una figura como Federico Mayor Zaragoza abogar por el entendimiento, el conocimiento, y una esperanza fundada, funciona como un halo de luz. Y no en forma de relámpago fugaz de los que iluminan el cielo durante milésimas de segundo para en seguida desparecer y llevarse consigo ese brillo; sino como un faro paciente y consciente de su pertinente, necesaria y relevante misión. Esta premisa es el corazón del documental Recuerdos del porvenir que la directora iraní Sholeh Hejazi ha armado en torno a sus generosas palabras.
Con ellas recorre la historia reciente desde una perspectiva más relacionada con pensar en qué puede aportar en el hoy y el mañana, que con quedarse anclada en un pasado que no importa si fue mejor o peor. La clave está en extraer de él aquello que pueda ser útil para encarar el futuro, entenderlo y tomar la responsabilidad de cambiarlo. Porque se puede. En ello confía y lo argumenta Mayor Zaragoza, un hombre que nació en Barcelona durante la Guerra Civil en el seno de una familia humilde. Durante la dictadura fue catedrático de bioquímica de la Universidad de Granada, en 1968 se convirtió en el rector más joven de la historia del centro, fue vicepresidente del CSIC, y subsecretario de Educación y Ciencia en 1974.
También tuvo un papel relevante durante la Transición, como diputado de UCD, consejero de Adolfo Suárez, Ministro de Educación y Ciencia en 1981 y eurodiputado años más tarde por el Centro Democrático y Social. Su biografía no acaba ahí, ni tampoco las fronteras que atravesó. Fue director general de la UNESCO entre 1987 y 1999 y creó la Fundación Cultura de Paz haciendo gala de su confianza y convencimiento de la capacidad de la sociedad civil de generar cambios. Por ello sus argumentos son tan inspiradores.
La película, que se ha presentado este jueves en CaixaForum Madrid con la presencia del protagonista y la directora, llegará a la plataforma audiovisual CaixaForum+ el próximo 29 de junio; y se articula en torno a una entrevista realizada en 2019 al político. La charla sucede en distintas localizaciones intercaladas con imágenes de archivo y otras de paisajes. En ella se muestra al profesor defendiendo que hay que “sustituir la cultura tradicional que desde el origen de los tiempos ha estado basada en la imposición, el dominio, la violencia y la guerra” por una de “conciliación, conversación, alianza y de paz”.
En el acto, Mayor Zaragoza dijo que Sholeh Hejazi había sido una “excelente receptora” de sus puntos de vista, y la felicitó públicamente por su trabajo: “Es usted una artistaza, muchas gracias”. “De manera muy normal hay que decirnos ahora que sí que son posibles muchas de las cosas que nos dijeron que no lo eran”, señaló desde el escenario en una presentación en la que también se reivindicó la desconocida faceta como poeta del protagonista. “La voz debe anteceder al hecho, prevenirlo. Después, no sirve para nada. Es aire estremecido”, son algunos de sus versos.
Cultura de la paz
Mayor Zaragoza lamenta, tachando de “vergüenza”, que vivamos sometidos a “la espada de Damocles de la bomba nuclear”. Frente a esta “amenaza terrible”, el profesor apoya “una inflexión histórica” que pase por una transición de entendimiento y paz, así como generar una cultura en la que “la gente no muera de hambre todos los días”.
Mayor Zaragoza no se limita a apuntar las metas a alcanzar, sino que se detiene en explicar los motivos que demuestran que son posibles. El primero: “Somos ciudadanos del mundo. Hace muy pocos años, éramos invisibles, anónimos y estábamos atemorizados. Hoy somos visibles, podemos expresarnos y conocer lo que pasa más allá de 50 kilómetros cuadrados”.
Las tecnologías digitales me llenan de esperanza. Tienen sus riesgos, pero podemos manifestarnos. Se ha acabado la mordaza
El político toma las tecnologías digitales como aliadas para esta transformación. “Me llenan de esperanza. Tienen sus riesgos, pero podemos manifestarnos. Se ha acabado la mordaza. No somos ni silenciados ni silenciosos. Podemos decir lo que queramos”, expone. El tercer pilar en el que sustenta su mirada optimista y responsable hacia el mañana es en “la mujer”: “Hasta hace bien poco, no pintaba nada. No tomaban decisiones más que a lo sumo un 5% del total. Es una pieza absolutamente angular para este otro mundo que anhelamos”.
“Gracias a que podemos unirnos, podemos dar un gran grito diciendo que no. Y no solo con protestas, sino dando propuestas”. Nombrar las soluciones las convierte en posibles, factibles, y no en utopías. “El futuro debe inventarse. El pasado ya está escrito y debe describirse fidedignamente, pero el porvenir está por hacer”, llega a concluir.
Una infancia en la posguerra
El título arranca con el farmacéutico hablando sobre su infancia, y la Guerra Civil. “Recuerdo los bombardeos y aquella visión terrible de la gente corriendo asustada. Estábamos siendo espacio para las pruebas técnicas de la aviación alemana e italiana”, expresa. De la etapa formativa, recuerda que en la entrada del despacho del capellán de su colegio estaba escrito: “La puerta está abierta, pero más el corazón. Un mensaje para darte cuenta de que hay que abrir también la mente a la gente. Ser solidarios, personas de manos tendidas y no alzadas, armadas o cerradas”.
Recuerdo los bombardeos y aquella visión terrible de la gente corriendo asustada. Estábamos siendo espacio para las pruebas técnicas de la aviación alemana e italiana
Mayor Zaragoza incide en el valor de la ciencia para construir un mundo mejor. “No hay ciencia aplicada sino hay ciencia que aplicar. En la medida en la que conozcamos la realidad en profundidad, podremos modificarla en profundidad”, asegura al tiempo que afirma que los científicos deben estar cerca del poder para “anticiparse” y que “toda la gente perciba que el conocimiento siempre es positivo”.
Visión, generosidad y democracia
En su recorrido por la historia de España, Mayor Zaragoza mira hacia la Transición para destacar “la generosidad y la visión que tuvieron muchos de los políticos de aquel momento, que entendieron que la prioridad era pasar de un sistema dictatorial a uno de pluralismo y democracia”. En este mapa destaca, a su vez, la visión de Adolfo Suárez.
En cuanto al contexto internacional, reflexiona sobre cómo a finales de los 80 “eran años en los que todo clamaba paz”. Nelson Mandela “había sido capaz de manera extraordinaria de terminar con el racismo, que era una de las cosas más aborrecibles”, el imperio soviético “se había desmoronado”, se acabó la guerra en Mozambique, se firmó la paz en Salvador y se “inició el proceso de paz en Guatemala”, enumera.
El analista considera que es “imperdonable” que se impusieran las directrices de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Ambos decidieron que “fuera la ONU” serían los ocho o 20 países más ricos del mundo los que mandarían sobre los 196 países que componen las Naciones Unidas. “El neoliberalismo globalizador fue una trampa inmensa en la que cayeron los que aceptaron confundir valor y precio”, advierte en la entrevista.
Mayor Zaragoza afirma que su etapa en la UNESCO le sirvió para “saber que hay soluciones” y cómo estas “tienen que plantearse haciendo uso de la autoridad que le da a uno haber sido elegido para un cargo determinado”. Y añade: “No se puede jugar a medias tintas”. Recuerda que el futuro no está escrito aún y está abierto a “la capacidad creadora de la especie humana” ya que “cada ser humano capaz de crear es nuestra esperanza”.