Dolor para Amenábar y gloria para Almodóvar en unos Goya 2020 que ignoraron a su niño mimado

Alejandro Amenábar lo sabía antes de entrar en un irreconocible Palacio de los Deportes de Málaga. “Cuando tienes 17 nominaciones tienes más probabilidades de que acabes etiquetado como el gran perdedor de la noche”, le decía entre risas a los periodistas que le felicitaban sobre la alfombra roja.

No se puede decir que Mientras dure la guerra se haya ido de vacío (cinco galardones en total). Pero el que parecía que se iba a convertir en protagonista de la noche –y del año– ha subido al escenario únicamente para hablar en nombre de su ausente actor secundario, Eduard Fernández. La anécdota de Unamuno contra Millán Astray ha sido tan ninguneada en los Goya como los políticos que divisaban la gala desde la platea.

Era la segunda vez que un presidente del Gobierno acudía a la ceremonia de los premios más importantes del cine español. Una súplica que, año tras año, el sector pedía en sus discursos criticando el desinterés de los dirigentes hacia su séptimo arte. Aun así, Pedro Sánchez ha disfrutado tranquilo de esta 34 edición de los Goya porque apenas ha recibido dardos de una industria que no ha escondido su ilusión con el nuevo Gobierno progresista.

“En los próximos cuatro años vas a ser el coautor del guion de todos los ciudadanos españoles”, le ha interpelado directamente Pedro Almodóvar al recoger su cabezón por el guion original de Dolor y gloria. “Espero que le vaya muy bien porque si a él le va bien, nos irá bien a todos los demás”. Pero lo cierto es que al director manchego no le ha ido nada mal. Este sería solo el primero de algunos de los galardones más importantes –incluyendo a Mejor película y Mejor dirección– que ha recibido una cinta que proyecta tanto triunfo fuera como dentro de nuestras fronteras.

Contradiciendo al presidente de la Academia de Cine, Mariano Barroso, Almodóvar se ha atrevido a recordar que la industria española tiene “zonas muy oscuras”. Entre ellas, “el cine de autor, el cine independiente, el cine de fuera de las plataformas” que está “en serias vías de extinción y necesita la protección no solo de su Gobierno, sino del Estado”.

A pesar de estas duras palabras, las alegrías no han cesado para Dolor y gloria. La segunda vendría de la mano de Julieta Serrano, que a sus 87 años se ha metido en la piel de la madre de Almodóvar y los académicos la han premiado por representar a una figura tan mítica como la del propio cineasta. Después llegaría el de Antonio Banderas.

“Hoy se cumplen tres años desde que sufrí un ataque al corazón. Me habéis hecho un regalo. No solo estoy vivo, sino que me siento vivo”, ha dicho el primer chico Almodóvar con su primer Goya en la mano (sin incluir el de Honor que recibió como premio de consolación hace algunos años).

Pero no toda la fiesta del cine ha estado dedicada a su director estrella, que firma una reconciliación tardía con una Academia que le ha recompensado con solo tres Goyas a Mejor dirección (uno más que Oscars). También han destacado los discursos de los otros dos intérpretes premiados: Enric Auquer como secundario de A quien hierro mata y Belén Cuesta por protagonizar La trinchera infinita, la espectacular cinta vasca que ha acabado la noche con solo dos galardones.

Auquer, uno de los rostros más cotizados de este año, ha terminado agradeciendo el premio a “todas las antifascistas” en referencia al aplaudido discurso de Leticia Dolera en los Feroz por su serie Vida perfecta, donde el actor catalán representa un papel principal.

Cero contenido político y la 'ouija' a Marisol

Por lo demás, la 34 edición de los Goya ha relajado sus reivindicaciones sociales y políticas hasta rozar lo anodino. Los repetidores como maestros de ceremonia, Silvia Abril y Andreu Buenafuente, han hecho gala de su conocido humor blanco a excepción de algún momento ácido e inteligente como la radiografía del momento político actual a través de 16 películas míticas y el canto a la veteranía femenina por parte de una Abril enfundada en un inconcebible traje de nailon.

“La izquierda se enredó en un Laberinto de pasiones por culpa de Los amantes pasajeros hasta que quedaron Los abrazos rotos en los presupuestos”, han hilado los presentadores en el primero de estos momentos. “Mientras tanto, Los otros querían Volver a una España Entre tinieblas. Porque, para ellos, su país es La piel que habito usando La mala educación y a lo mejor sin ninguna Tesis. Poniendo a las Mujeres al borde de un ataque de nervios y a los derechos sociales Mar adentro”, concluyeron.

Más allá de eso, han hecho más Ara Malikian por los inmigrantes, Irene Moray (ganadora al corto de ficción) por la igualdad y Juan Diego Botto por el compromiso con la actualidad que todos los premiados juntos con sus discursos. “Entonemos un canto a la tolerancia y al derecho a amar a quien uno quiera, con independencia del sexo, la raza o el lugar de nacimiento. Valores en los que, a pesar de cualquier censura, merece la pena seguir educando a las futuras generaciones”, ha dicho Botto en referencia al pin parental.

Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, también ha rendido homenaje a los invisibles que no acaparan los focos en la alfombra roja: “Decenas de miles de familias malviven de este oficio donde el glamour es solo un espejismo. Sin ellos, no hay historias que contar. Para eso estamos aquí, no para ser famosos. Y eso nos enseñó Pepa Flores, que encontró su éxito personal cuando renunció a la fama”, ha recordado el máximo representante de la Academia.

Y precisamente esa ha sido la gran paradoja de esta edición: durante meses se ha perseguido a una mujer que hace décadas optó por refugiarse del debate público, de la parafernalia de los premios y de los estragos de una infancia arrebatada. Pepa Flores ha visto la gala “en una televisión grande desde su lugar tranquilo” porque, como dijeron sus hijas, “no es consciente (o prefiere no serlo) de lo feliz que ha hecho a la gente”. Y así, la mejor lección de humildad la ha dado una Marisol fantasmagórica que ni todos los Goyas del mundo han conseguido resucitar.

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