El debut de Eduardo Casanova en la dirección no dejó a nadie indiferente. Acostumbrados a verle en la pequeña pantalla en una serie como Aída (donde daba vida a Fidel), su salto a la realización con Pieles sorprendió y demostró un universo propio radical y diferente. Un mundo donde las diferencias se abrazaban en tonos pastel; donde la provocación tenía color de rosa. Como carta de presentación en la industria era un salto al vacío. No había ninguna voluntad de complacer ni de agradar. Era una obra que le salía de dentro y que ha tenido continuación con La piedad, una segunda película que ha tardado cinco años en tener lista.
Su puesta de largo será en el festival de Karlovy Vary, uno de los más importantes del mundo, donde se podrá ver una historia que define como una película de terror nada convencional y que habla “de la relación más tóxica posible entre una madre y un hijo, estableciendo un paralelismo entre una dictadura y su pueblo, en concreto la dictadura de Corea del Norte”. Después, irá al Festival Internacional de Cine Fantástico BIFAN que se celebrará en Bucheon, en Corea del Sur, un morbo añadido por la temática del filme.
¿Nervioso por presentar, por fin, la película en sociedad?
Pues mira, me puse nervioso ayer. Lo que pasa es que como estoy currando se me olvida de repente. En realidad he estado enlazando muchos trabajos últimamente. No terminé de rodar La Piedad, estaba montándola y empecé a rodar otra cosa. Evidentemente, La piedad para mí es el trabajo más importante, porque es lo más personal que he hecho hasta ahora, pero como que no tengo conciencia de que el tiempo ha pasado. El otro día caí en que se estrena ya y me dio una taquicardia que me cagué de miedo. Pero bueno, también tengo muchas ganas porque de alguna forma estrenarla es como cerrar un ciclo.Y esta película, que está hecha de una forma muy catártica y y es casi como una sesión de psicoanálisis para mí, es una forma también de cerrar un ciclo tanto artístico como personal.
En la nota de prensa dice que La piedad es lo único que le interesa en la vida, ¿cuánto le ha consumido, que ha supuesto esta película como realizador?
Esa frase la dije antes de empezar a rodar y ahora no sé si diría que es lo único que me interesa en la vida, pero sí tiene que ver con eso. Diría que es lo único que he necesitado de verdad contar en mi vida hasta el momento. Creo que tengo la necesidad de contar cosas que para mí son relevantes. Siento que era una necesidad contar esta historia para mí a nivel personal, porque habla de una relación entre una madre y un hijo muy compleja. Tóxica. Y estableciendo un paralelismo con la dictadura norcoreana. Y dirás, ¿qué te toca a ti de todo eso, no? Bueno, pues al final todos nos relacionamos con el mundo, de alguna forma, tal como nos hemos criado o como nos han enseñado nuestros padres, nuestra madre, nuestros referentes, y entiendes la vida desde ahí. Entonces hay muchas veces que para solucionar o para poder empezar a entender las cosas de otra forma, necesitas entender la forma de relacionarte.
Cualquier relación, ya sea de amistad, familiar o sentimental, tiene algo de posesión, tiene algo de tóxico. No sé si también es algo que quería contar con La piedad.
Yo creo que sí, y es un poco de lo que habla La piedad. Yo creo que es que nosotros y nosotras, el ser humano, no tiene la capacidad, ni realmente quiere ser libre. De hecho, no sabe ser libre. Es como un mensaje que nos vende el sistema y que nos hemos apropiado como discurso, esa idea de ser libres. Pero en realidad la libertad absoluta nos da pánico y siempre necesitamos estar sometidos ante alguien o ante algo. El humano es dependiente por naturaleza, dependiente y paranoico por naturaleza.
Yo soy una persona complaciente y seductora, no a nivel físico, sino que intento complacer a la gente que sé que le puede interesar mi trabajo
No sé si esa figura del dictador que aparece en el filme, en el fondo, actúa casi como una figura paterna extrema que tiene que controlar todo.
Sí, claro, ese es el tema también. La película también reflexiona a través de la idea de que no existen mujeres dictadoras. Existen grandes figuras femeninas políticas como Jackie Kennedy, que ocupaba un lugar casi de pose, aunque muy interesante, pero de pose, o Eva Braun o incluso Carmen 'la collares'. Si tú dices la palabra dictador es posible que alguien piense en Franco, Hitler o Kim Jong-il, pero no existe la figura de una mujer dictadora.
Hay una cosa curiosa, y es que la presentáis en un festival de Corea del Sur... una película que habla de la dictadura de Corea del Norte. No sé si eso da un poco de morbo.
Yo estoy feliz de estrenar la película en Karlovy Vary, que es lo más reciente, porque es un festival de Clase A y es el festival más antiguo del mundo y te da puntos para el ICAA. Pero, realmente, a mí lo que me pone es estrenar la película en Corea del Sur y que Corea del Sur haya entendido esta película. No sé si nos verán como como exóticos, supongo que sí, pero para mí eso es un sueño absoluto. La película está rodada en dos idiomas, en norcoreano y en español. Y claro, me hace una ilusión que me muero. Yo soy… No sé cómo calificarlo, pero me interesa mucho la historia de Corea y en concreto la de Corea del Norte. Y claro, también me impone que que vaya a estrenar la película allí y descubrir en el mismo festival si habré conseguido hablar de esa historia de una forma bien documentada, que creo que sí. Y bueno, a ver qué opinión tiene la gente de allí.
¿Ha sido difícil financiar la película? Sus películas son complejas, arriesgadas.
Son películas imposibles de levantar, son películas muy difíciles de levantar. De hecho, parte del la depresión que yo pasé, por la cual sigo con medicación, fue porque era una historia que para mí era imprescindible contar, que sentía que era la que tenía que contar y que sentía que a la poca o mucha gente que le gusta mi cine era la historia que querían escuchar, pero era muy, muy difícil financiarla. Yo no sé si lo que hago está bien o mal, y eso no depende de mí decirlo, pero sí sé que lo que hago es muy difícil de hacer en España. No difícil de rodarlo, sino de que exista, porque hay gente con muchísimo talento que haría cosas chulísimas y mucho mejores que yo, por supuesto, pero es verdad que un cine tan autoral y con un punto de vista tan claro y tan poco complaciente para un público mainstream, pues levantarla de forma digna es muy complicado. Que lo haya conseguido se debe básicamente a Carolina Bang, que es una productora muy valiente.
¿Se llegó a plantear qué haría si el proyecto no salía adelante?
Sí, claro. Bueno, ahora que ha pasado el tiempo ya sí, pero es difícil entenderlo para una persona que no me conoce como tú o la gente que pueda leer esta entrevista. ¿Cómo de importante era para mí rodar esta película? Pues, cuando estás en un momento de mucha angustia y no tienes trabajo, y además te niegas a hacer más cosas porque lo único que quieres hacer es esto, y te empiezas a obsesionar con que es esto lo que necesitas contar a nivel personal, porque si no, no vas a seguir para adelante, y te deprimes porque no consigues contar esto, pues llega un momento en que piensas que si no haces esto no tiene sentido vivir. Luego te das cuenta de que sí, que sí tiene sentido vivir y que las cosas se acaban haciendo de una forma o de otra, y que se pueden contar de una forma o de otra. Y que el cine realmente no es tan importante. Lo que pasa es que yo no me he tomado esto como cine, me lo he tomado como un ejercicio personal. Con todas estas declaraciones que te estoy dando parece que yo he hecho una película única y exclusivamente para hacerme una paja y darme placer a mí mismo, pero tengo que decir y dejar claro que no es así. Yo soy una persona complaciente y seductora, no a nivel físico, sino que intento complacer a la gente que sé que le puede interesar mi trabajo. Y esta película también está pensada para lo que te decía antes, para que a la gente que le gusta mi trabajo se sienta satisfecha. Es decir, que no está solamente hecha para mí.
¿Cómo ha sido trabajar con una leyenda como Ángela Molina?
Pues es una locura, la verdad. O sea, eso es una locura porque en realidad no es trabajar, en realidad es como que te den una 'masterclass' de cómo se hace el cine y de cómo se vive y de cómo se debe comportar uno en la vida. Ángela Molina es un modelo de conducta de cómo se hacen las cosas bien. Es muy buena persona, es una actriz incuestionable, evidentemente, y es una gran amiga. Y te lo digo de corazón, para mí ha sido un regalo que una actriz, una leyenda como Ángela Molina, se preste no a rodar una película como La piedad. Me hace especial ilusión porque al final a veces tenemos la sensación de que a estas locuras se presta la gente joven, o la gente que cree que es moderna, y a veces los directores y las directoras no caemos en que hay una generación y hay un 'star system', unas leyendas que son leyendas precisamente porque entienden determinadas cosas. Me parece increíble que haya dicho sí a rodar escenas tan brutas y tan burras como las que hemos rodado, que es que es una actriz que ha rodado con Buñuel. Es un regalazo y una locura.