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Emilio Martínez-Lázaro: “El éxito de 'Ocho apellidos' fue que ETA ya no existía, aunque haya gente que no se entere”

Emilio Martínez-Lázaro, en una foto de archivo

Javier Zurro

25 de marzo de 2024 22:13 h

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55 millones de euros. Más de nueve millones de espectadores. Las cifras que logró Ocho apellidos vascos en salas de cine en 2014 asustan. Aquel fenómeno nadie lo esperaba. Ni desde Telecinco, ni tampoco sus responsables. Aquella película se convirtió en algo transversal que todo el mundo debía ver y que unía a todos frente a una pantalla. En forma de comedia de choques culturales que ya había triunfado en otros países de Europa, los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José ponían en práctica lo que habían hecho en el programa Vaya semanita durante años. Se atrevieron a hablar del conflicto vasco desde el humor, y la gente lo agradeció. Poder reírse de ETA, aunque fuera bajo el cascarón de una comedia romántica que unía a un capillita sevillano y a una joven de la izquierda abertzale resultó catártico.

Detrás de todo aquello se encontraba Emilio Martínez-Lázaro, que no por casualidad tenía en su carrera otra de las comedias más exitosas del cine español, El otro lado de la cama, que también fue un éxito del boca a oreja en 2002. Nada que no hubiera demostrado ya en clásicos del humor del cine español como Amo tu cama rica (1991) y Los peores años de nuestra vida (1994). Por eso extrañaba que, en esta ola de comedias que asolan las salas buscando el rédito comercial, nadie hubiera echado mano de una apuesta segura como él.

Ha sido Amazon quien le ha recuperado para la adaptación del libro de Daniel Gascón, Un hipster en la España vacía, que llegará directamente a la plataforma el próximo miércoles. Han sido seis años sin que Martínez-Lázaro dirigiera, y la culpa, irónicamente, es de la exitosa franquicia de los apellidos, que le tuvo lidiando con una tercera entrega que nunca llegó; solo en forma de triquiñuela comercial el año pasado y sin nadie del equipo original al frente. “Ha sido por el enorme retraso que supuso intentar hacer la tercera parte. Las razones son largas de explicar, pero se fueron los actores. Primero Karra, que no quería que la gente le llamara Koldo por la calle, luego Dani Rovira… y nos quedamos solos Clara Lago y yo”, dice sobre su parón forzado.

“Aquella historia no podía ser, porque solo quedaba un personaje, y un día ya le dije a Telecinco que yo me iba igual que el resto. En una producción pasan cosas muy complicadas, y querían aprovechar el éxito en cines con esa marca, pero yo quería que fuera una historia que tuviera que ver con nuestro país, con lo que habíamos hecho antes… Y al final se hizo con otro nombre, y para rematarlo le pusieron el nombre de Ocho apellidos marroquís. Me dijeron que si les daba el permiso, y yo les dije que cómo no, ni que yo pudiera quitárselo”, comenta sobre esa secuela apócrifa con mucha retranca.

El tiempo le ha permitido analizar qué ocurrió con aquella película, “que más política no podía ser”. “Hablamos de un enfrentamiento que había en España, y de algo que había existido, que era ETA, y cómo los andaluces, que estaban muy lejos, veían aquello como si fuera la guerra de Irak, porque hubo muchos muertos. En Bilbao hubo años donde todos los días había un muerto, y la gente estaba muy a disgusto en toda España con lo que pasaba. Pero va ETA y en 2011 dice, se acabó, y se disuelve la banda, y nosotros dos años después hacemos una película que va de ETA. La gente se entera por la publicidad, y ve que habla de la kale borroka, y fueron a los cines como locos, y ese fue el secreto del éxito. No era solo que fuera graciosa, que también lo era. Ese superéxito estaba en que los espectadores sabían que aquello ya no existía, aunque haya gente todavía hablando de ETA, que parecen empeñados en que exista. Por eso fue la gente a los cines”, subraya.

La política no interesa en el cine cuando es pobres falsa, cuando se basa en el ridículo, en criticar al alcalde

Emilio Martínez Lázaro Cineasta

“Aquello fue un giro”, recuerda. La demostración de que la gente quería ir a ver una comedia con política. “La política no interesa en el cine cuando es pobre, cuando es falsa, cuando se basa en el ridículo, en criticar al alcalde”, opina. Las bases de Ocho apellidos vascos están, de alguna forma, en esta nueva película en la que un representante de la nueva izquierda se va a un pueblo de la España vaciada a dar cursos de nuevas masculinidades, feminismo, y otros temas de la agenda actual que chocan con una localidad cuyas preocupaciones son otras, entre ellas un alcalde cacique. De esta película le gusta que “también habla de nosotros como país, como lo hicieron los Ocho apellidos vascos y los catalanes”.

Aclara que lo que se ve en su nueva película “son exageraciones”. La describe como “una sátira brutal sobre las exageraciones de la extrema izquierda”. “Hay cosas que se han exagerado mucho, como eso del todes”, dice y pone de ejemplo un gag del filme donde un pastor se refiere a su rebaño como “machos, hembras y no definidas”. “Hay mucho material para criticar, pero eso no significa ir a por ello, no vamos a por el origen, no se critica a esa persona que quiere poner en marcha el pueblo, y que lo consigue”, subraya.

Como recientemente Políticamente incorrectos, Un hipster en la España vacía se convierte en un cine equidistante, que pide reconciliación en un clima de crispación. A Emilio Martínez-Lázaro esa idea le gustaba mucho al principio, el que los enemigos políticos rebajaran el nivel, pero confiesa que cuando ve lo que ocurre en el congreso ya no lo tiene tan claro: “Es que veo esos follones… no quiero entrar en el titular, pero veo al ministro de Transportes, Óscar Puente, y a Miguel Tellado (PP) del otro lado, y pienso, pero cómo enfrento a estos dos tipos sin darle la razón al ministro, es que lleva la razón, si el otro solo dice estupideces. Ahí no hay conflicto”.

A pesar del panorama no le interesa meterse en una sátira sobre la política real, porque “debería personalizar” y para él “lo sagrado son los personajes”. “En esta película aparecen políticos. El nuevo y el antiguo, y eso me gusta mucho porque en el fondo la reconciliación final es muy humanista”. Una película que, esta vez, no sabrá si triunfa entre los espectadores, ya que no pasará por las salas, aunque se pensó que lo hiciera, “pero Amazon ha decidido rentabilizarla desde un primer momento en la plataforma”. “Lo vivo con cierto disgusto porque en las proyecciones públicas a la gente le gusta bastante”, zanja sobre el dilema de salas o no.

Del cine español actual también lo tiene claro, no es “un gran fan”. “Creo que se hacen películas muy deprisa, y así es difícil que se hagan muy bien. Pero ahora viene un aluvión de directores y de directoras nuevas, y de ahí saldrán los mejores de todo esto”, dice con un punto optimista. Menos lo es sobre si llegará esa tercera parte de Ocho apellidos. “Con los mismos actores es imposible. El otro día fue el décimo aniversario y nos reunieron en la academia. Hubo muchos productores, pero al coloquio nos quedamos tres. Borja Cobeaga, Clara Lago y yo. En un momento dado un espectador habló de que fue una comedia que se llevó muchos premios, y eso es cierto, pero daba la casualidad de que los tres únicos que no tuvieron ni una nominación éramos los que estaban allí”, dice con sorna alejando una posibilidad que muchos todavía tenían.

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