Emilio Ruiz del Rio, el hombre que hizo explotar el coche de Carrero Blanco en el cine
El 20 de diciembre de 1973 creó una imagen que todos los españoles grabaron en su retina. El coche de Carrero Blanco, presidente del gobierno en los últimos años de dictadura y hombre fuerte durante el franquismo, explota y él muere en un atentado de la banda terrorista ETA . La escena del vehículo volando por los aires y entrando en un patio de manzana del edificio que había a la altura del 104 de la calle Claudio Coello es historia de nuestro país. 100 kilos de Goma-2 y un túnel excavado debajo de la calle fueron los que provocaron una imagen que, con el paso del tiempo, ha pasado al imaginario colectivo.
Apenas seis años después, el director italiano Gilo Pontecorvo se puso al frente de una película coproducida entre España, Italia y Francia para contar el intento de secuestro y posterior asesinato de Carrero Blanco. Operación Ogro (1979) se convirtió en un fenómeno y en una película que es historia del cine por varios motivos, entre ellos la maestría de Pontecorvo o la banda sonora de Ennio Morricone. Sin embargo, de lo que todo el mundo se acuerda cuando menciona Operación Ogro es de la increíble recreación del atentado y de la explosión del coche. Una escena emblemática que parece sacada de un informativo en vez de una película de ficción.
El artífice de aquella obra maestra es español y se llama Emilio Ruiz del Río. Ruiz del Río (Madrid, 1923-2007) era un hombre del renacimiento. Era director artístico, creador de efectos especiales, pintor… pero sobre todo era un experto en maquetas y trucajes. Fue, precisamente con una maqueta, como hizo explotar el coche de Carrero Blanco en el cine. Ahora, su legado documental se incorpora a la Filmoteca Española gracias a una donación de la familia. Se amplían así los fondos presentes en la institución de un profesional que también realizó los increíbles decorados de Acción Mutante y que trabajó en filmes como Conan el bárbaro, El embrujo de Shanghái o El laberinto del fauno.
Curiosamente su obra más icónica, esa maqueta de la calle Claudio Coello usada en Operación Ogro, ya se encontraba en la Filmoteca, como recuerda Josetxo Cerdán, director de la institución que explica que el fondo de Emilio Ruiz del Río se encontraba en depósito en sus instalaciones, pero que gracias a esta donación podrán catalogarlo, meterlo en el inventario y conservarlo como se merece. Junto al trabajo de Ruiz del Río se han incorporado también los de otro de los grandes directores artísticos del cine español, Félix Murcia, responsable de los decorados de Mujeres al borde de un ataque de nervios entre otros muchos trabajos.
Para Cerdán “Emilio Ruiz del Río y Félix Murcia son la última generación de directores de arte analógicos, que trabajaban con las manos”. “El hecho de haber hecho la donación es muy simbólico por eso porque estamos ante una forma de entender la profesión que se acaba con esa generación y que dio algunas de las partes más visuales de la historia del cine, tanto en España como fuera de España, trabajos que a veces no eran muy reconocidos, y eran muy artesanales y con un valor artístico e icónico muy potente”, explica sobre la importancia del legado de estos dos magos.
La huella de Emilio Ruiz del Río está en muchísimas obras sin que el espectador lo sepa, por ejemplo en el Dune de David Lynch. Él mismo era consciente de que su trabajo siempre quedaba en un segundo plano, por eso le encantaba que una escena como la de Operación Ogro se hubiera convertido en emblemático gracias a sus maquetas. “Estas maquetas han quedado como un hecho histórico, y aunque muchas veces no no se dé el nombre de quién es el autor, para mi es una satisfacción tremenda saber que, escondido un poco, estoy en el hecho histórico metido”, contaba en una entrevista en TVE dentro de su propia maqueta.
También contaba los entresijos de cómo diseñó toda la recreación del atentado de Carrero Blanco en una película en la que no estaba contratado de primeras. “Me enteré de que estaban rodando esta película y tenía interés en saber cómo pensaban hacer el truco, pero no me habían llamado ni nada”, recuerda.
Al final le llamaron, y su principal preocupación era encontrar el coche. No podía ser uno cualquiera, sino que “tenía que ser un automóvil idéntico al de Carrero Blanco”. “Encontré este modelo en una juguetería y esto fue lo que me salvó”, reconocía Emilio Ruiz del Río, que con aquel coche de juguete ya tuvo la medida para la escala con la que iba a realizar la maquetar de la calle: “Fui a claudio Coello y la medí detalle por detalle, hasta los cuadritos de las aceras, todo. Lo ancho, los portales, las aceras, todo estaba medido cuidadosamente. Estuvimos allí tres días midiendo y la gente ya se asustó y salió un portero a decirnos que los vecinos estaban preocupados”.
Una vez lograda la maqueta el problema fue cómo lograr que el coche volara por los aires y cayera en el patio del edificio a escala. Lo intentaron con explosivos, pero “no había forma de conseguir que hiciera lo que había hecho el coche en realidad”. Cada vez se iba hacia un lado y “no había control”. Nada que el mago Ruiz del Río no pudiera solucionar. La solución vino con un tubo de aire comprimido con la inclinación exacta para provocar que, cuando el coche de juguete pasara por encima, saltara por los aires y rebotara en el tejado como ocurrió aquel 20 de diciembre de 1973. Una escena para el recuerdo que no sería lo que fue sin el trabajo invisible de este artesano cuyo trabajo ahora descansa protegido en la filmoteca.
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