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Oda a la calabaza, San Pedro con tricornio y siete escenas 'surruralistas' para recordar a Cuerda

Paco Rabal como San Pedro en 'Así en el cielo como en la tierra'

Mónica Zas Marcos / José Antonio Luna

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Cierto es que pocas películas españolas cuentan con su propia comunidad de culto, y por eso hoy Amanece, que no es poco es destacada en la mayoría de los obituarios de José Luis Cuerda. Pero la filmografía del director manchego contaba con cuarenta años de historia que nos han dejado en los anales españoles un subgénero (el surruralismo) y varios exponentes del humor absurdo recordados y queridos por todos.

A modo de homenaje, destacamos ocho escenas míticas de varias de sus películas, como El bosque animado, Los girasoles ciegos o la última, Tiempo después, que ilustran muy bien sus apetencias y estímulos en el terreno de la creación. Hilarantes por momentos, sabias, emotivas y elocuentes en otros, pero siempre aderezadas con el toque personal que le convirtieron en “necesario”, nunca “contingente”.

1. ¡Alto, me caso en Soria!

El bosque animado (1987)

El bosque animado

La cara de Fendetestas, ladronzuelo amateur interpretado por Alfredo Landa, al ser descubierto por Roque Freire, el risitas, es una de las partes más recordadas de El bosque animado. Con ella, José Luis Cuerda abandonó la comedia madrileña, en la que se había formado junto a Trueba y Colomo, y se adentró en el frondoso monte coruñés. Las desventuras de Malvís, el personaje de Landa, sirvieron para hablar en tono jocoso de la vida rural en una fraga, de su sordidez, pero sobre todo de la honestidad de sus habitantes.

“Ya me he pensado el nombre de guerra, Fendetestas. El bandido Fendetestas, ¿a qué suena bien?”. Con una nueva identidad y un poco de barro en la cara, el albañil del pueblo confiaba en servirse del anonimato para salir de la pobreza. “¡Alto, me caso en Soria, la bolsa o la vida!”. Así abordaba al personaje de Manuel Alexandre, uno de los labradores más ricos de la zona, que le regateaba el botín en este intercambio dialéctico cargado de humor e ironía.

2. “Me cago en todos tus muertos, Tirso”

Amanece, que no es poco (1988)

Amanece, que no es poco

La taberna del pueblo es a menudo un lugar peculiar, como un epicentro de almas perdidas que intentan buscar su esperanza en el fondo del vaso. Así lo retrató Cuerdas en Amanece, que no es poco con una de sus escenas más míticas: la del poso de hiel. El protagonista es Tirso, el camarero, que limpia los vasos con un trapo mientras da su particular sermón sobre la importancia del amor, tema aparentemente apropiado para un after hours con una soprano cantando en directo.

“Ya sabe usted lo exagerado que es el amor, una patología tentadora y gratificante en muchos momentos, pero… siempre deja su poso de hiel”, aprecia tras la barra mientras su cliente, Don Alonso, continúa mirando sin hacerle demasiado caso. Hasta que estalla. “Me cago en todos tus muertos, Tirso. Me cago en todos tus muertos uno a uno. La tabarra que me estás dando, virgen santísima. Pero ¿yo qué te hecho a ti, vamos a ver?”, le replica el médico sobresaltado.

3. Oda a la calabaza

Amanece, que no es poco (1988)

Amanece, que no es poco

Pocas películas (más bien ninguna) cuenta con el privilegio de tener una oda dedicada a una calabaza. En ella un viejo labrador se lía un cigarrillo mientras observa detenidamente la planta, con el intimismo propio de una escena romántica. Pero no una habitual, sino una entre el hombre y la naturaleza.

“Calabaza, se acaba un nuevo día y, como todas las tardes, quiero despedirme de ti. Quiero despedirme y darte las gracias una vez más por seguir con nosotros. Tú, que podías estar en la mesa de los ricos y de los poderosos, has elegido el humilde bancal de un pobre viejo para dar ejemplo al mundo”, recita el campesino.

4. ¡El Apocalipsis, el Apocalipsis!

Así en el cielo como en la tierra (1995)

Así en el cielo como en la tierra

San Pedro recibe a Matacanes en el Cielo vestido de Guardia civil. Es un Cielo muy parecido al Albacete del que procede el protagonista de Así en el cielo como en la tierra, interpretado por Luis Ciges, y al que llega por “no tener un duro para seguir bebiendo”. De nuevo, el reparto coral de la décima película del manchego ha dejado varias escenas para el recuerdo, como la de Agustín González como obispo entonando el Apocalipsis frente a una clase de niños o Fernando Fernán Gómez hablando en nombre de Dios. Sin embargo, Matacanes debatiendo con Paco Rabal y cruzando al “edén” con el himno de España de fondo es fácilmente una de las mejores.

Pero sirva cualquiera de ellas para recuperar la tercera parte de la trilogía surruralista de Cuerda, en la que Jesucristo, celoso por dejar de ser hijo único, se plantea “celebrar un Apocalipsis como Dios manda”. Convencido por él y por la lectura de Nietzche, el creador empieza los preparativos del Juicio Final.

5. El espectáculo de la naturaleza

La lengua de las mariposas (1999)

La lengua de las mariposas

“A mí siempre me han gustado las historias de moral difícil y en las que no sé dar una respuesta clara. ¿Qué hubiese hecho yo en el caso de tener que dar mi vida por defender unas ideas?”, así hablaba José Luis Cuerda de La lengua de las mariposas, una de sus películas más famosas, duras y premiadas. La Guerra Civil encuentra a los habitantes de un pueblecito gallego y a los pupilos de la escuela Rosalía de Castro desprevenidos. Pero Don Gregorio, veterano maestro, les enseña a apreciar los valores sociales que están a punto de resquebrajarse a través de la naturaleza.

“La naturaleza, amigos míos, es el espectáculo más sorprendente que puede mirar el hombre”, les dice Gregorio a los niños. Cuerda aprovechaba el personaje de Fernando Fernán Gómez para ensalzar a los maestros de la Segunda República Española, sobre todos los que impartían a la clase rural. Una educación individualizada, participativa y abierta que contrasta con ultrarreligiosa que llegó en la dictadura.

6. “Nadie les podrá arrancar la libertad”

La lengua de las mariposas (1999)

La lengua de las mariposas

“El planteamiento de la parte final del filme es el paulatino advenimiento del fascismo, de la intolerancia, del oscurantismo religioso, de la reprehensión de la curiosidad, la expresión artística y el conocimiento científico, y por ende de la pérdida de las libertades individuales”, se dice de la desgarradora conclusión de la película. Sin embargo, antes de la escena del camión que todos recordamos, conviene destacar el fantástico discurso de despedida de don Gregorio: “Si conseguimos que una sola generación, tan solo una, crezca libre, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad, nadie les podrá robar ese tesoro”.

7. La huida a Lisboa

Los girasoles ciegos (2008)

Los girasoles ciegos

La brillante novela de Alberto Méndez también tuvo su adaptación al cine gracias a Cuerda. Los girasoles ciegos no fue una película más de la Guerra Civil, sino una que al igual que el libro ponía el foco en las víctimas de una contienda que, a veces se tenían que abandonaban su hogar escondiéndose en zanjas dentro de sus propias casas. Tal y como hoy se muestra en La trinchera infinita.

Es lo que refleja la escena en la que Ricardo, amenazado por sus ideales, tiene que despedirse de su hija. Esta se ve forzada a huir embarazada con su marido, que también es perseguido, para intentar llegar a la frontera de Portugal por la noche con la única motivación de conseguir un pasaporte falso y asentarse en Lisboa.

8. “Las banderas solo crean desacuerdos”

Tiempo después (2019)

Tiempo después

Tiempo después es la película heredera de Amanece, que no es poco. Es también la última del cineasta manchego y también “lo mejor” que ha hecho en su vida, según sus propias palabras, en lo que se refiere a cine. “Me siento muy querido, no me voy a engañar yo ni engañaros a vosotros. Soy bonachón, aunque tengo fama de terrible, de 'cuidao con Cuerda, que tiene una mala uva”, añadía el realizador entonces, en referencia a cómo se sentía en el set.

Puede que una buena muestra de Tiempo después sea aquella escena en la que los parados y hambrientos del cosmos intentan armar la revolución para conseguir otro mundo mejor. En ella una monja porta una bandera cuando, de repente, parece que las reivindicaciones pasan más por las ideas que por las banderas. “Señora monja, vamos a ver. Aquí luchamos por lo que hay. Las banderas, los escudos y todo eso solo sirven para crear desacuerdos”.

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