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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El retrato del miedo que vive uno de cada diez niños españoles

El miedo es silencio. El miedo son mentiras que, en el fondo, es más silencio. Profundo e inescrutable. Decía el poema de Galeano que, además, éste es muy propicio a enredarse, a caer en círculos sin fin si no se enfrenta a tiempo. “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar trabajo. Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida. Es el tiempo del miedo” decían los versos de El miedo global.

Isaac Rosa lo sintetizó como un callejón social sin salida en su novela El país del miedo, publicada por Seix Barral en 2008, a las puertas de una crisis económica y social que en su novela ya estaba presente. Un laberinto de malas decisiones de un padre intentando lidiar con el bullying que sufre su hijo en el colegio.

La constante tensión y el manejo del ritmo se hacen con una historia nada difícil de trasladar en todo su alcance metafórico y premonitorio de la novela original. Un padre descubre el acoso que sufre su hijo por una niña del extrarradio. Al intentar solucionar el problema, acude a su centro educativo que, debido a los recortes, dispone de una psicóloga infantil que reparte su jornada en cuatro colegios y no puede atender a su hijo como es debido. El padre decide que llevará todos los días en coche a su hijo para que no se encuentre con la acosadora. Además, para que no se sienta acomplejado, decide mantener el hecho como un secreto sin que la madre del niño se entere.

“El miedo no es una cuestión arbitraria, sino que requiere un aprendizaje. Occidente es la sociedad del miedo. Los poderes ejercen una cierta pedagogía del miedo para tener ciudadanos atemorizados y poderlos manipular de una manera más sencilla”, consideraba Francisco Espada, director del film, en una entrevista. Un retrato de las pocas salidas que ofrece una sociedad basada en las apariencias y el temor a perderlas, a fracasar y a cometer errores. También, un interesantísimo retrato de cómo los problemas que tiene que afrontar la familia protagonista, ejemplo de la clase media española más prototípica, son casos aislados. Forman parte de un todo que nos define como sociedad.

El bullying y la pobreza infantil en España

El país del miedo retrata de forma templada, hasta distante, un caso de acoso escolar que desencadena toda la sucesión de desasosiego y falsa cobardía. El bullying en nuestro país no es un problema menor; se desencadena por una serie de prejuicios y resortes sociales que tienen que ver más con elementos clave del sistema social y educativo. Está en las aulas y está en los hogares familiares.

El último informe de Save the Children, sobre acoso escolar en España revela que un 9,3% de los estudiantes considera que ha sufrido acoso tradicional y un 6,9% se considera victima de ciberacoso. Lo que vendría a significar que unos 111.000 niños y 82.000 niñas han sufrido acoso durante los últimos dos meses.

Como bien se ve en la película de Francisco Espada, la mayoría de los casos se dan entre los estudiantes de primer ciclo de la ESO, de entre 12 y 13 años. Y sí, también son más los niños y niñas de primer ciclo que se reconocen como agresores.

Aunque la película sea una preadolescente, interpretada por una talentosa Marina Recio, la que cause el terror de padre e hijo, en la realidad ellas son las que más sufren el hostigamiento. Un 10,6% han sufrido acoso (frente al 8% de chicos), y un 8,5% ciberacoso (frente a un 5,3% de chicos). Además, entre ellos es mayor el porcentaje de los que se reconocen como agresores.

Las víctimas de acoso, según el informe, repiten tres razones por las que son acosadas: para ser molestadas, por su aspecto fisico o porque les tienen “manía”. En la película, Marta acosa a Pablo para robarle. Le roba películas, videojuegos y zapatilas. Ella, aunque su origen no esté del todo claro, siempre viste con el mismo chándal y duerme en un hogar de acogida. Actualmente uno de cada tres niños en España está en riesgo de pobreza o exclusión social. Ella carga sobre sus espaldas la representación de ese tercio.

Los últimos datos al respecto, del 2014, son realmente preocupantes. El 30,5% viven en hogares cuyos ingresos están por debajo del umbral de pobreza. Eso son 2.540.763 niños y niñas de nuestro país. Y un 15,7% vive en situación de pobreza severa. Eso son 1.307.868 menores. Datos que vienen a confirmar uno de las tesis que la película plantea: que la infancia de nuestro país es el colectivo que más está sufriendo las consecuencias de la crisis económica y de los recortes en las ayudas sociales. Uno de los muchos, porque en El país del miedo conviven todos los que quieras y más.

Un thriller social con garra

La novela original combina pasajes de ficción novelada con capítulos ensayísticos del propio autor. Para trasladar el texto de Rosa a la pantalla, Francisco Espada no lo tenía fácil. Además debutaba como realizador con una película íntegramente rodada en Extremadura que, paradójicamente, no tuvo el apoyo de la televisión pública extremeña. Partiendo de las trabas económicas y de un material de base complejo, lo cierto es que El país del miedo ha resultado ser una carta de presentación más que solvente.

Y sí, está planteada como un thriller efectivo de resortes europeos. Ecos del Michael Haneke de Caché le vienen a uno a la cabeza cuando el protagonista rechaza instalar una alarma en casa porque “no le parece bien que se haga negocio con el miedo”. Se hace negocio de todo y el temor es uno de los más rentables de la sociedad urbana contemporánea. “Somos la sociedad más segura de la historia y, sin embargo, somos la sociedad más obsesionada con la seguridad. Cuanto más seguros objetivamente estamos, más inseguros subjetivamente nos sentimos, y demandamos más protección”, contaba el mismo Isaac Rosa en una entrevista.

A pesar de todo, la película de Espada no se escuda en los clichés del cine social para justificar su mensaje. Los aborda de manera inevitable y, por momentos, con cierta inspiración. No en vano, su puesta en escena recuerda a Magical Girl, cuyo equipo artístico ha participado en parte de la película.

Tal vez estemos ante uno de los debuts españoles más interesantes de la temporada por su capacidad de convertir los detalles en un compedio de problemas mayores. Como ese ejemplar de La habitación oscura que el padre de familia le regala a su mujer. Como ese demoledor plano final en familia, comiendo paella y fingiendo normalidad. O tal vez sea su descorazonador retrato social. Pero el caso es que nada como El país del miedo para recordar las palabras de Galeano: es le tiempo del miedo.