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Crítica

¿Puede una fantasía sexual de sumisión ser feminista? Nicole Kidman se desata en Venecia con ‘Babygirl’

La directora Halina Reijn (izq.) y la actriz Nicole Kidman posan en una sesión fotográfica para 'Babygirl', en Venecia

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La pantalla se ilumina y aparece en un plano cenital el rostro de Nicole Kidman gimiendo de aparente placer mientras tiene sexo con su marido; al que interpreta Antonio Banderas. Tras acabar acude a otra habitación, enciende un ordenador portátil, se tira en el suelo y comienza a masturbarse viendo una escena pornográfica donde el hombre somete a la mujer. Su orgasmo, ahora, es real. Pero no puede gritar. No puede soltarlo. No quiere que la escuchen. Su deseo es prohibido, secreto. Su deseo está mal visto. Tras la escena aparece el título de la película, Babygirl, y con solo dos minutos ya ha conseguido ser más provocadora y vigente que muchos de los estrenos que llegan cada semana a las pantallas.

La nueva película de Halina Reijn ―que sorprendió hace años con su slasher Bodies, Bodies, Bodies― se ha presentado en Venecia y ha pasado como un terremoto. La directora es consciente de ello, porque va sin freno en su disección del deseo femenino, del consentimiento, del placer y de los tabús en torno al sexo. La película está condenada a dividir al público entre los que la considerarán una patochada y los que vemos en ella una brillante, atrevida, arriesgada y feminista mirada a todo lo que nadie quiere afrontar de un tema tan central en las vidas como el deseo.

Al terminar la proyección incluso hubo un grito despectivo hacia el filme. Es imposible no acordarse viendo Babygirl de otra cineasta, Jane Campion, a quien adentrarse en el terreno del thriller erótico le costó la carrera con En carne viva, donde los ataques machistas de la crítica, más centrada en el desnudo de Meg Ryan, hicieron que nadie viera en ella la pionera mirada de la cineasta hacia el placer femenino.

Ahora es otra mujer la que coge los códigos del thriller erótico noventero para aportar desde una mirada feminista otros ángulos y abrir otras discusiones. Entre otras una que escocerá a muchos, ¿puede una fantasía sexual de sumisión ser feminista? Los debates en torno al sexo también se han convertido en demagogos, y para muchos esto es algo impensable. Pero es lo que le ocurre al personaje de Nicole Kidman, una CEO de una empresa que lleva décadas de frustración sexual hasta que un becario comparte con ella esa fantasía.

El hecho de que ella sea su jefa lo complica todo, y sirve para que la directora introduzca otros muchos conceptos complejos, como las relaciones de poder, que pueden ser jerárquicas, pero que también son una cuestión de género. ¿Quién tiene el poder en la relación, ella por ser su jefa o él por ser un hombre? La directora habla de todo ello siempre al borde del precipicio, sin ser moralista, a veces con una ambigüedad que puede asustar, pero siempre con un arrojo que no se suele ver actualmente.

El filme es muy consciente de que podría ser interpretado de formas ambivalentes, y por ello se permite unos cuantos subrayados que son pertinentes, como la escena donde Antonio Banderas, el marido engañado; y Harris Dickinson, el amante, debaten de forma explícita precisamente sobre eso, sobre si esa fantasía es producto de la falocracia o no. “Eso es muy viejo”, le dice Dickinson abriendo uno de los temas del filme, la lucha de dos generaciones que entienden el deseo y el sexo de formas diferentes. También se muestra esa claridad en cómo se afronta esa relación, siempre basada en el consentimiento, palabra que se dice abiertamente en múltiples ocasiones. Todo vale mientras sea pactado, deseado y consentido. 

El filme no es solo imponente en su discurso, sino también en su puesta en escena. Cómo se nota que hay una mujer al frente. La mirada femenina en las escenas de sexo, en las de sumisión, donde nunca cae en la fetichización ni en la explotación de los cuerpos, hacen que todo encaje. A eso sumen una fotografía gélida, una excelente selección musical ―el Dancing on my own de Robyn nunca falla―, y escenas como la discoteca donde los cuerpos se funden y se besan sin distinción de género bajo una luz estroboscópica. El resultado es una de las películas más explosivas del año, sin duda. 

Todo ello descarrilaría si no tuviera un reparto entregado a la propuesta. Desde Antonio Banderas como marido progresista (director teatral) incapaz de entender el deseo femenino y anclado en los marcos sexuales de su generación a un Harris Dickinson que desprende erotismo por cada poro. Pero sobre todo con una Nicole Kidman desatada en uno de sus papeles más atrevidos y complejos. Uno que hasta sirve de trampantojo de las críticas que ella misma ha recibido (en un momento se pone bótox y es criticada por ello). Solo alguien que cree en esto es capaz de lamer leche de un plato sin caer en el ridículo o en la fantasía exploit.

Una historia liberadora

A pesar de ser una película que puede polarizar al público, también es evidente que puede cuadrar perfectamente en un palmarés que elegirá el jurado presidido por Isabelle Huppert, y es que Babygirl tiene algo de las películas de Paul Verhoeven, especialmente de Elle, protagonizada por Huppert. No es casualidad, Halina Reijn fue guionista de Verhoeven en El libro negro y en la rueda de prensa del filme dijo explícitamente que su idea fue hacer una película como las del director pero “con una mirada femenina”. Definió su obra como un filme “sobre el deseo femenino, pero también sobre la masculinidad, sobre el poder y el control”.

Todos los seremos humanos tenemos una bestia dentro, pero a las mujeres nunca se nos ha dejado explorar ese lado. No nos han dejado ser poderosas, pero tampoco débiles

Halina Reijn Cineasta

Para la directora “todos los seres humanos tenemos una bestia dentro”, pero a las mujeres nunca se les ha dejado manifestarlo. “A las mujeres no nos han dado espacio para explorar ese lado. No nos han dejado ser poderosas, pero tampoco débiles”, añadió y dijo que también cree que su obra muestra el choque generacional en cuestiones de sexo.

Nicole Kidman, que fue recibida con una ovación enorme, manifestó su deseo de que la película sea recibida como “una historia liberadora”, y subrayó la importancia de “que tenga la mirada de una mujer, que es quien la escribe y la dirige, y eso la hace tan única”. “Es muy difícil hablar de estos temas, y por eso es importante que este material esté en manos de una mujer. Con ella supe que nunca se iba a explotar mi cuerpo en cámara”, añadió sobre un papel que confesó que la ha hecho sentir “vulnerable” y “expuesta”. Hasta lanzó un dardo al festival cuando preguntó a la moderadora por el número de mujeres compitiendo por el León de Oro.

A su lado estaba también Antonio Banderas, que subrayó el hecho de que se haya rodado un filme así en un momento que definió de “corrección política” que ha provocado “una censura para el cine”, y que fuera una mujer quien la haya filmado: “Cuando leí el guion dije, por fin alguien que piensa más allá, que tiene el coraje de poner en pantalla las cosas que todos pensamos, porque todos somos prisioneros de nuestros instintos”.

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