A pesar de las numerosas películas y series que en los últimos años han contado la vida de Pablo Escobar, el narcotraficante colombiano más sangriento y famoso de los años ochenta, el cineasta Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) no perdió su interés por contar esa historia.
Bien es cierto que fue el actor Javier Bardem quien contagió al director, desde que se conocieron en el rodaje de Los lunes al sol, esa mezcla de fascinación y de horror por el líder del cartel de Medellín. Por todo ello la reciente Escobarmanía no frenó los planes de uno de los realizadores españoles, más premiados y más reconocidos por los aficionados.
Fernando León, en una entrevista con eldiario.es, explica de este modo los motivos que impulsaron el proyecto de Loving Pablo, una superproducción que se estrenó el pasado 9 de marzo en más de 200 salas.
“En primer lugar, estaba convencido de que una historia tan desmesurada como la de Pablo Escobar necesitaba ser proyectada en una gran pantalla y en formato scope. No se trataba en absoluto de sentimentalismo cinéfilo, sino de la exigencia de utilizar grandes angulares, por ejemplo, para marcar la diferencia con otros formatos”, señala.
“En segundo término, quería ver cómo el talento interpretativo de Javier Bardem se aproximaba a un personaje como Escobar. Pero, sobre todo, he querido mostrar a Escobar desde la mirada de una mujer, desde la visión de Virginia Vallejo, una periodista colombiana que fue su amante en la década de los ochenta y a la que interpreta Penélope Cruz”.
Inteligente, culta y atractiva, procedente de una familia de la burguesía colombiana, Virginia Vallejo (Cartago, Colombia, 1949) publicó hace unos años unas memorias tituladas Amando a Pablo, odiando a Escobar que han servido como hilo argumental del guion del filme.
Exiliada desde el año 2006 en Miami y protegida por la DEA (la agencia de lucha contra el narcotráfico de EE UU), Vallejo ha manifestado en una reciente entrevista que Pablo Escobar no la mató, tras su ruptura sentimental, porque necesitaba que ella escribiera la biografía de aquel narcotraficante que llegó a amasar una fortuna de miles de millones de dólares, ordenó asesinar a multitud de políticos, jueces, periodistas o competidores en el negocio de la cocaína y fue abatido por las fuerzas de seguridad de Colombia en 1993 cuando contaba 44 años.
“Dentro del trabajo de documentación del filme”, recuerda Fernando León, “que me ha llevado años y la lectura de muchos libros, periódicos e incluso informes de la CIA, tuve también la oportunidad de conocer a Virginia Vallejo. Sin ninguna duda ella fue una periodista de un perfil muy alto, una mujer con una fuerte personalidad que, en sus años de esplendor profesional, tuvo una enorme influencia en la sociedad colombiana como presentadora de televisión”.
Pese a que, a priori, podía parecer una relación improbable, el narcotraficante de origen humilde y la periodista de la alta burguesía vivieron una tormentosa e intensa historia de amor. La propia Vallejo ha definido de esta manera las claves de aquella atracción: “Yo era el trofeo máximo; bella, inteligente y famosa. Él sólo tenía dinero y necesitaba poseerme”.
La visión que ofrece Loving Pablo se aleja de cualquier intento de emitir juicios morales sobre la crueldad del narcotraficante, pero tampoco mitifica en absoluto esa figura del malvado que, en ocasiones, la literatura y el cine tienen la tentación de admirar.
“Creo que el filme muestra”, comenta su director, “la extremada dureza del personaje, pero sin caer en ninguna moraleja. Los espectadores suelen ser listos y estoy persuadido como cineasta de que la mejor moraleja se basa en contar las cosas como son”.
Después de esa inmersión en el mundo de Pablo Escobar y tras el rodaje en Colombia, el realizador madrileño confiesa que aquel país sudamericano ha cambiado de forma sustancial desde los años ochenta. La pacificación del país con los acuerdos de paz entre el Gobierno y las guerrillas, un cierto clima de reconciliación o la propia transformación de Medellín, cuna de Escobar, en una ciudad donde ha prosperado un impulso cultural configuran algunos de los ejes de la nueva Colombia.
Cuando se le pregunta a Fernando León sobre la excepcionalidad de un personaje como Escobar, el cineasta responde: “Por supuesto que el narcotráfico no ha desaparecido ni en Colombia ni en otros muchos países del mundo, pero opino que hoy los narcotraficantes no buscan, sino todo lo contrario, ese reconocimiento que perseguía Escobar. Cabe recordar que el cartel de Medellín introducía el 80% de la cocaína que se consumía en Estados Unidos mientras Escobar se sentaba en el Parlamento colombiano porque había logrado un escaño de diputado. En la actualidad los narcos prefieren pasar más desapercibidos”.
De hecho, Pablo Escobar, como revela la película de Fernando León, no se conformaba con ser inmensamente rico y poderoso, sino que aspiraba al reconocimiento social, “a ser respetado”, como afirma en una secuencia del filme.
Fernando León evoca como anécdota que Escobar fue rechazado como socio del Club de Campo, algo que contrarió mucho al capo colombiano. En otro momento de Loving Pablo, el narcotraficante instruye a su pequeño hijo y le dice: “Si no puedes ser querido, has de ser respetado y si no hay más remedio, has de ser temido”.
El cineasta, con ganado prestigio de ser buen director de actores, relata que ha sido un placer trabajar con Bardem y Cruz y con el resto del elenco. “Contar ese universo social y político de Colombia en los años ochenta, con esos personajes, ha sido la parte más bonita de una película que hemos rodado en inglés porque así lo demandaba una producción ambiciosa, en la que ha participado Bardem y que opta a un mercado internacional. No obstante, Loving Pablo se distribuye en España tanto en copias en versión inglesa original como en versión doblada”.
Con una ya larga y galardonada filmografía a sus espaldas, que incluye títulos tan sobresalientes como Familia, Los lunes al sol o Un día perfecto; y con varios documentales en su haber, Fernando León de Aranoa no se siente incómodo con el calificativo de cineasta social y comprometido, aunque reniega de las etiquetas limitadoras.
“En cualquier caso”, afirma, “me interesa, sobre todo, la ficción como herramienta para acercarme a la realidad”. En esa línea Loving Pablo resulta un buen ejemplo de cómo mostrar un personaje tan desmesurado en todos los sentidos, como el narcotraficante Escobar, partiendo de la realidad para trasladarlo a la gran pantalla.