El terremoto Megalópolis siguió en su segundo día en Cannes. El Festival se paró por completo con la llegada de Francis Ford Coppola y su séquito para presentar la película más esperada de esta edición. La expectación era máxima por ver qué había hecho el cineasta que ha regalado obras maestras como El padrino o Apocalypse now (por la que ganó su segunda Palma de Oro tras la primera por La conversación). Hay una palabra que está en todas las críticas sobre la película: locura. La propuesta del director es tan abrumadora e hiperbólica que no parece la obra de alguien de 85 años.
La llegada de Coppola fue ayer el evento, y este viernes lo ha sido la rueda de prensa, la más multitudinaria de momento, en la que él, junto a los actores y actrices del filme, se enfrentaban a las preguntas de los periodistas. Recordó de forma emotiva que la primera vez que vino a Cannes llevó a Sofia Coppola en sus hombros. Ella tenía cinco años. “Es tanta la emoción que siento que no puedo describirla. Es una alegría haber podido hacer un trabajo que llevaba conmigo tantos años. Haber podido rodar esta idea que cogí, dejé, luego recuperé… es un sentimiento muy bonito”, dijo el cineasta.
El reparto, a su lado, confesó que hasta que ayer vieron la película no sabía qué iba a pasar en la pantalla, porque durante el rodaje todo fue confuso. “Cuando vi la película anoche me puse a llorar. Es un genio, nos inspira a buscar una nueva forma de pensar”, dijo Giancarlo Esposito, que interpreta a Cicerón en esta traslación de la Conjuración de Catilina a un futuro distócico en el que Nueva York se llama Nueva Roma y las bacanales y las carreras de cuadrigas han vuelto a celebrarse.
Recordó como cuando tuvo la idea de “hacer una epopeya romana ambientada en la América moderna” la gente le pregunto que por qué, pero él tenía claro que “EEUU se fundó sobre las ideas de la República Romana”. “No queríamos un rey, igual que Roma no quería un rey. Entonces inventaron una nueva forma de gobierno llamada república, con un senado y con derecho romano y con todas las cosas que abrazamos. Incluso construimos nuestras ciudades para que se parecieran a Roma”, dijo Coppola.
Un paralelismo que en la actualidad se ha hecho escalofriante, porque igual que el imperio romano cayó, EEUU puede caer si no se hace nada, y ahí es donde pone el foco Megalópolis, en cómo debemos elegir la forma en la que queremos vivir como sociedad. “No tenía ni idea de que la política actual haría que esto fuera tan relevante. Lo que está sucediendo en EEUU, en nuestra república, en nuestra democracia, es exactamente igual a como Roma perdió su república hace miles de años. Nuestra política nos ha llevado al punto en que podríamos perder nuestra república”, dijo con contundencia el cineasta que ve “una tendencia a la derecha, incluso al fascismo, que es aterrador”.
El arte ahora mismo es como una hamburguesa. Te la comes, pero no contiene nutrientes. Mi esperanza, es que sean los artistas de nuestro país quienes arrojen luz sobre lo que pasa
Para financiar Megalópolis ha vendido parte de sus viñedos y fundido su fortuna, o al menos parte de ella (el filme cuesta más de 100 millones de dólares), pero Coppola asegura que “el dinero no importa”, y subraya a lo que él si le da valor. “Lo importante son los amigos, porque un amigo nunca te decepcionará, mientras que el dinero puede evaporarse”, señaló. Amigos como Richard Gere, que ayer se encontraba en el Gran Teatro Lumiere de Cannes entre la multitud que le aplaudió a pesar de las reacciones polarizadas que Megalópolis encontró entre la crítica.
El director de El padrino reflexión sobre la función del cine y del artista, quien cree que tiene “el papel de iluminar la vida contemporánea, ser el faro”, algo que no encuentra en la actualidad. “El arte ahora mismo es como una hamburguesa. Te la comes, pero no contiene nutrientes. Mi sueño, mi esperanza, es que sean los artistas de nuestro país quienes, con su trabajo, arrojen luz sobre lo que está sucediendo y permitan que la gente lo vea, porque no se puede actuar en consecuencia si no puedes ver lo que ocurre. Una vez le pregunté a Joseph Papp cómo elegía los proyectos y me dijo algo que nunca he olvidado. Dijo: elijo proyectos que iluminen la vida contemporánea. Y eso es lo que creo que todos los artistas deberían hacer”, zanjó
Con 85 años, Coppola no tuvo problemas en hablar de la muerte y de su legado. Y se encuentra tranquilo y sin miedo: “Hay muchas personas que cuando van a morir piensan que desearían haber hecho esto o aquello, pero cuando yo me muera diré: pude ver a mi hija ganar un Oscar. Pude hacer vino y pude hacer todas las películas que quería hacer. Y lo conseguí. Y estaré tan ocupado pensando en todas las cosas que tengo todavía que hacer que cuando muera ni lo notaré”.