François Ozon homenajea a Fassbinder: “Los cineastas somos vampiros”
A François Ozon no le para nadie. Ni siquiera la pandemia ha detenido su torrente creativo. Si Woody Allen ha dejado de hacer películas cada año, Ozon ha cogido ese testigo y encadena proyecto tras proyecto, siempre pasando por festivales internacionales para mostrar sus trabajos. El último, de momento porque ya ha rodado el siguiente, se trata de una revisión del clásico de Rainer Werner Fassbinder Las amargas lágrimas de Petra Von Kant. Si en aquella ocasión, en 1972, la protagonista era una diseñadora de moda que vive junto a su asistente esclava y que entabla una relación tóxica de abuso de poder con una joven, aquí Ozon cambia el género y coloca como protagonista a un director homosexual, con un asistente esclavo y una obsesión en forma de efebo al que le promete convertirle en estrella.
No es la primera vez que adapta al director alemán, ya lo hizo en Gotas de agua sobre piedras calientes. Aquí apuesta por quitarle gravedad al filme de Fassbinder. Ozon mete ironía y mala leche en su filme, que protagoniza un Denis Ménochet que el propio director confiesa que tiene bastantes cosas suyas en cuanto a las manías que puede tener cualquier realizador. El homenaje a Fassbinder en esta ocasión es doble, ya que el precioso póster remite directamente al de Querelle, otra de las obras maestras del realizador.
Deja claro que esto no es un remake, y que para qué trabajar de nuevo con mujeres si él ya había superado el reto de hacerlo con ocho en 8 mujeres. Lo que le interesaba era convertirse “un poco en un director de teatro que toma un texto clásico, como si fuera de Shakespeare o Molière y da una nueva versión de la misma”. “Una versión moderna que me queda bien, una versión francesa, porque yo no soy alemán y arrojar nueva luz sobre ella y aportar algo, porque creo que es un texto universal que se puede interpretar”, dice con seguridad sobre este reto que define como el resultado de mezclar “un poco de Fassbinder”, con su imaginación y la del actor principal.
El principal cambio en el filme es de género. De diseñadora a director de cine. Ozon lo hizo porque sentía que “Fassbinder hablaba de él a través de su guion”. “Me lo confirmó la montadora de Fassbinder, Juliane Lorenz, quien me dijo que había experimentado una pasión con uno de sus actores, Gunther Kaufmann, y que escribió Las amargas lágrimas de Petra von Kant, quizás como resultado de eso”. A su versión ha traído “humor francés y más distancia”. “El personaje de Peter von Kant es una drama queen, porque los directores, cuando tienen todo el poder, son niños malcriados y a veces se comportan de manera tiránica”, añade y no se saca del grupo: “Todos los directores. Un director es un niño, un niño que quiere jugar y que quiere hacer realidad su sueño, y cuando el sueño no se hace realidad escribe sobre todos”.
Lo que más le interesó de esta revisión era poder mirar el texto de los años 70 desde “la perspectiva actual, con todo lo que sabemos ahora sobre las relaciones de dominación, sobre el caso Weinstein”. “Habla sobre las relaciones de poder. Estamos en el proceso de deconstruir todo esto, todas estas relaciones. Y lo que me pareció interesante fue mostrar a alguien que realmente tiene poder. Peter es rico, es famoso, tiene dinero, así que consigue seducir a Amir gracias a eso, si hubiera sido carnicero o panadero no estoy seguro de que Amir se hubiera mudado con él. Así que tiene el poder para empezar. Pero lo interesante es que el poder está cambiando. Fassbinder mostraba que los dominados, cuando pueden ocupar el lugar por sí mismos, dominan y las cosas cambian”, añade.
Ozon coincide con lo que proponía Iván Zulueta en Arrebato, y tiene claro que “los cineastas somos como vampiros”. “Capturamos cosas, robamos cosas de actores que ni siquiera ellos conocen. Y eso es lo que quería expresar en la escena del casting, que en un momento, Peter, se enamora a través de la cámara, es decir, que ve a Amir no como es, sino tal como está en la pantalla, y es a través de la cámara que se enamora de él”, explica sobre su filme y sobre el poder vampírico del cine.
Los directores de cine, cuando tienen todo el poder, son niños malcriados y a veces se comportan de manera tiránica
Él, de hecho, confiesa que experimenta “indirectamente las mismas sensaciones que los personajes de mis películas están pasando detrás de la cámara. Comparto las emociones de mis actores. Recuerdo que una vez, un joven actor en una de mis películas, cuando acababan de rodar una escena de amor y yo estaba detrás de la cámara me dijo, ‘François, puedes dejar de respirar tan fuerte’”.
Aunque diga que hay mucho de él en la película también aclara que él no es un tirano: “No tengo un asistente personal, tengo un asistente y no es un asistente completamente pasivo, no es un esclavo. Personalmente, no trabajo con esclavos, trabajo con personas con las que colaboro, que me traen cosas buenas y con los que hay un intercambio. Así que no, en eso no me parezco, porque prefiero trabajar con personas que no son sumisas, sino personas que tienen su propia identidad y que pueden hablar”.
Sus películas siempre llegan a las salas, y para él es algo importante y “tal vez sea hasta algo político defender los cines contra las plataformas”. Por eso le molesta cuando “los grandes cineastas se apuntan a rodar con las plataformas y hacen películas que ni siquiera son muy caras”. “Recuerdo, por ejemplo que en París conocí a Noah Baumbach, que acababa de hacer Historia de un matrimonio para Netflix, que me parece magnífica, y me acerqué y le dije, pero por qué la has hecho con Netflix. No hay superhéroes, ni Vengadores ni efectos especiales, y me dijo una cosa muy sencilla, que lo hizo porque consiguió tener el corte final de su película. Eso era todo. Y es ahí donde se hacen fuertes, eso es lo que le dan a los autores, el corte final, y por suerte yo en Francia tengo siempre el corte final de mis películas”.
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