Crítica

‘Furiosa’ ruge en una precuela de ‘Mad Max: Fury Road’ que vuelve a llevar al cine de acción a su cima

Cannes —
15 de mayo de 2024 22:49 h

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Fue en Cannes donde George Miller se plantó en 2015 para dejar a todos con la boca abierta. Nadie se esperaba que la secuela tardía de la saga postapocalíptica que comenzó en 1979 con Mel Gibson a la cabeza regresara convertida en una imponente película de acción que conseguía lo más difícil, esa sensación de preguntarse todo el rato cómo habrán hecho eso. Mad Max: Fury Road sorprendía al convertirse en una sucesión de 'set pieces' apabullantes. Todo en ella lo era. Desde su dirección de arte, al diseño de los vestuarios y, sobre todo, la forma en la que Miller concebía la acción. 

Lo hacía casi a contracorriente al cine del género del momento, donde los efectos digitales estaban sepultando todo. La idea de crear el más difícil todavía había provocado un abuso del CGI causando un efecto agotador. En Fury Road se apostaba, y así se trasladaba al patio de butacas, por un realismo que devolvía al género al pasado, pero actualizado al momento actual. Los numerosos making of publicados por su distribuidora posteriormente subrayaban esa apuesta por la artesanía de Miller y hacía que todos abrieran la boca un poco más si era posible.

Más allá de la sorpresa, había algo en Fury Road que concentró parte de los halagos y que se convertía en el corazón de la película. Un corazón que no estaba en su protagonista, sino en esa Imperator Furiosa que se comía la pantalla a bocados gracias, también, al diseño del personaje y a la presencia y carisma de Charlize Theron, pura energía con su pelo rapado y su cara llena de grasa. No se podía apartar la mirada de ella. Apostando por su historia el filme conseguía, además, trascender su clásico mensaje ecologista y entrar de lleno en una reivindicación de la mujer como heroína de acción olvidada por la historia del cine.

Tras su proyección fuera de concurso en Cannes el filme salió convertido en la película que había que ver y consolidó su estatus en los Oscar de aquel curso, donde acumuló diez nominaciones de las que se llevó seis, todos los técnicos. Era la validación de la industria de una artesano como George Miller y del cine de acción que tantas veces había denostado. Miller, proclive a seguir explorando sus universos cinematográficos, había encontrado, además, la fórmula de resucitar su saga Mad Max gracias al personaje de Furiosa, por lo que rápidamente aseguró que quería dirigir un filme sobre ella, que sería una precuela que contaría los orígenes mencionados en Fury Road.

La primera tarea fue encontrar a la actriz que sustituyera a Charlize Theron, y Miller apostó por una estrella en ciernes como Anya Taylor-Joy, cuya popularidad post Gambito de Dama subió como la espuma y le dio ese estatus de estrella con el que llega al estreno, en Cannes cómo no, de esta Furiosa que llega con el ortopédico titulo de Furiosa: de la saga Mad Max. Para no alargar la espera seamos claros desde el principio: Furiosa es una película que vuelve a impresionar, que divierte y que lleva la acción a cimas donde solo Miller las puede colocar. 

La única piedra que lastra esta Furiosa es, curiosamente, Fury Road. Al lado de la anterior es una película algo menor, que sorprende menos, y cuyo mensaje feminista queda diluido. Pero sería injusto que todo se base en la comparación con su antecesora, porque George Miller vuelve a demostrar que es un genio en la construcción de mundos, de personajes, y, sobre todo, de excelentes 'set pieces' de acción. Algunos de los que se ven en Furiosa son, de lejos, los mejores de lo que va de año y puede que en bastantes años (quizás, desde Fury Road). 

La primera persecución masiva en la carretera, larga, tensa, ruidosa y aparatosa, es puro goce. Miller sabe cómo colocar la cámara para que todo sea cristalino. No hay un montaje frenético que marea, sino una apuesta porque la acción sea el centro sobre el que gravita el filme, y por eso presta tanta atención en ellas. Unas escenas de acción que tenían una dificultad añadida, hacer guiños a la anterior sin sonar a vistas. Lo consigue. 

A pesar de su excesiva duración (un mal del blockbuster actual), uno está dentro todo el rato. Y cuando se va le despiertan a golpe de ruido de motores rugiendo. Furiosa es una película que, aunque chirríe algo más el CGI, vuelve a ser una experiencia que casi se mastica y, sobre todo, se huele. Huele a gasolina, a sudor y a sangre. Miller no se corta con la violencia. Todo mantiene esa esencia de derroche excesivo. En los trajes, en los decorados, en el diseño del último accesorio del atrezo.

Lo bueno de Mad Max es que ese despiporre visual no viene acompañado de un mal del blockbuster ‘serio’ que puso de moda El caballero oscuro. Ese tono afectado, grave y pretenciosamente importante que parece que tiene que tener una película para ser considerada por la crítica. Para ser validada. George Miller no cree en eso, y excepto una voz en off inicial no hay cantos al aire, reflexiones de Paulo Coelho sobre la naturaleza y el mundo. Aquí apenas hay diálogos –ya se han encargado de publicar que Anya Taylor Joy solo dice 30 frases–. Hay muchas carreras, muchos palos, mucho polvo y mucha suciedad. 

Cine de acción del bueno, del muy bueno, para soltar adrenalina. Para pasarlo bien y para alucinar en la pantalla más grande posible con el sonido lo más alto posible que además tienen en Anya Taylor-Joy una sustituta perfecta para Charlize Theron; un Chris Hemsworth que se ríe de sí mismo y que pone el tono de humor necesario y un Tom Burke pura presencia y con una de las voces más bonitas del cine del momento (no es casualidad que Fincher le cogiera para ser su Orson Welles en Mank). George Miller lo ha vuelto a hacer, y ojalá le dejen hacerlo muchas más.