El Rey León, Piratas del Caribe, Rain Man, 12 años de esclavitud, Gladiator, Paseando a Miss Daisy, La delgada línea roja, Interstellar... Enumerar las películas que cuentan con bandas sonoras de Hans Zimmer evidencia por qué el alemán es uno de los mejores compositores de la historia del cine. Un artista que se ha saltado todas las normas para innovar en sus creaciones, y que a día de hoy continúa haciéndolo.
Mi hermosa lavandería, largometraje dirigido Stephen Frears en 1985, fue el pistoletazo de salida a una prolífica carrera que Francis Hanly revisa en el documental Hans Zimmer: La BSO de Hollywood, ya disponible en Movistar Plus+. Un valioso filme que desgrana su método de trabajo a través del testimonio de su protagonista y varios de los directores con los que ha colaborado.
“No quiere leer el guion, lo que quiere es que le cuentes qué es realmente la película que estás haciendo. Es como si te psicoanalizara. Quiere que le expliques la historia y por qué quieres contarla”, afirma Gore Verbinski, responsable de Piratas del Caribe (2003), “te hace preguntas de todo tipo y de repente, lo tiene”. “Al principio nos dijo que le resultaba materialmente imposible aceptar el encargo. Sinceramente creo que pensaba que iba a ser un fracaso”, recuerda riendo, “pero cuando le llevé el montaje lo vio de otra forma. Teníamos tres semanas para terminar. Se fue a casa y esa noche compuso todos los temas”.
Una de las partes más llamativas del documental es ver al propio Zimmer describiendo sus procesos de creación. En este caso, comenta que las notas que acompañan al personaje de Jack Sparrow (encarnado por Jonny Depp), “siempre suben porque es divertido e inocente. Tiene cierta esperanza ingenua. También un toque malicioso, como un acorde fuera de lugar”.
La visita que lo cambió todo
La música le ha acompañado siempre. El artista nació en el seno de una familia judía en la Alemania de 1957. “Sabía lo que los nazis habían hecho a los judíos y se hablaba mucho sobre ese miedo a que si se lo decías a los vecinos, hasta tu mejor amigo podía volverse contra ti”, dice sobre su infancia. Su padre falleció cuando tenía seis años, la misma edad en la que su madre le propuso aprender a tocar el piano. Aquella experiencia duró dos semanas, pero prendió la mecha para siempre. Llegó a ser expulsado hasta de ocho colegios por no respetar la disciplina que exigía. “Un profesor de música me tiró una silla”, comenta. En busca de una solución, la familia se mudó a Inglaterra donde tras graduarse, se unió a un grupo con el que tocaba en clubes sociales.
“Éramos muy malos, el número a quien nadie hacía caso”, rememora sobre aquella etapa que coincidió con los años 80 en los que hubo una revolución en el mundo de la música, el vídeo y la producción cinematográfica. Los ordenadores y sintetizadores cambiaron la forma de componer. Zimmer apostó por hacerse experto en nuevas tecnologías y montó su primer estudio con Stanley Mayers.
A finales de la década su reputación gracias a sus aportaciones a títulos británicos propició una visita que cambió su vida para siempre. Barry Levinson quería que compusiera la banda sonora de su siguiente película: Rain Man. Y con ella llegó su primera nominación al Oscar en 1988. Su primera estatuilla la recibió en 1994, por la banda sonora de El rey león. Ha sido nominado en otras nueve ocasiones más y en 2022 fue de nuevo premiado por la música de Dune.
La conocida apertura de la cinta de Disney surgió por error. A Zimmer le habían dado la instrucción de que la canción de Elton John sonaría durante veinte segundos y que al terminar, entraría una escena con diálogo. “Se me olvidó”, reconoce el compositor, “me emocioné con todo lo que cantaba e hice hasta un arreglo. No me di cuenta hasta el momento en el que enseñé el resultado a los productores y directores. Ellos se fueron a un rincón a hablar y yo estaba convencido de que me sustituirían. Les pedí perdón pero me dijeron que no, que iban a rehacer toda la animación. Aquella grabación era un experimento pero es lo que finalmente salió en la película”.
La sala diseñada por “un alemán loco”
Pese a que lo que imperaba en la industria era que los compositores enseñaran sus temas tocándolos ellos mismos al piano, Zimmer propuso —y asentó— presentar versiones grabadas previamente con sintetizadores. “No era buen pianista y me di cuenta de que así se entendería mejor cómo iba a sonar”, argumenta. Para la llegada de los 2000 ya era uno de los compositores más solicitados y se construyó un nuevo estudio en Santa Mónica, California. “La sala en la que trabajo parece que la ha diseñado un alemán loco”, bromea, “iba a pasar el 90% de mi tiempo y quería que fuera divertido”. “Ese lugar te desconecta del mundo”, afirma Samuel L. Brooks, con quien trabajó en Mejor... imposible (1997). “Tiene algo como de templo budista”, añade Steve McQueen.
El director de Shame (2011) se había inspirado en el estilo de Zimmer para el sonido de su largometraje y, tras estrenarlo, recibió la llamada del compositor preguntándole por qué no le había propuesto directamente trabajar juntos. “No pensaba que pudiera”, replicó gratamente sorprendido el cineasta. En ese momento estaba inmerso en 12 años de esclavitud y el alemán aceptó sumarse al filme pese a que no tenían presupuesto.
“Estábamos sin blanca y empezó a traer a gente en aviones. Músicos de primer nivel”, indica el editor Joe Walker. “Me gustó mucho trabajar en esa película. Me parecía importante pero nadie creía en ella”, reivindica Hans. Eso sí, acabó alzándose con tres premios Oscar a Mejor Película, Guion adaptado y Actriz de reparto para Lupita Nyong.
La simbiosis con Christopher Nolan
El talento de Hans Zimmer funciona como si formara parte del ADN del cine de Christopher Nolan desde su participación en Batman Begins (2005). “Nunca me ha gustado la música que parece superpuesta sobre la película como quien le echa salsa a un filete”, defiende el director, “tiene que estar integrada y él se compromete a fondo en ese proceso”. Después llegaron El caballero oscuro (2008), Origen (2010), El caballero oscuro: La leyenda renace (2012), Interstellar (2014) y Dunkerque (2017).
Entre ellas fue clave en su forma de trabajar la protagonizada por Matthew McConaughey. “Le di solamente una carta explicándole los sentimientos de la especie de fábula en la que se basaría la película. Estaba todavía escribiendo el guion”, señala el Nolan. “Me hizo trabajar la música sin ver la imagen. Pude componer con toda la libertad sin estar condicionado por el montaje visual”, describe el músico.
Denis Villeneuve es otro de sus principales valedores, con quien firmó su reinvención más radical hasta la fecha, Dune. El objetivo era crear lo que el realizador calificó como “banda sonora alienígena”. “Tenía que hacerse con instrumentos desconocidos. Que fuera un sonido de otro tiempo y de otro lugar. También era importante que tuviera algún tipo de contenido espiritual, porque uno de los elementos principales que se exploran en la película es la religión y el peligro de mezclarla con la política”, argumenta. “Volvimos locos a los creadores de software”, confesa Zimmer, “fue muy provocador”.
A sus 65 años, el compositor continúa encadenando largometrajes. Los dos últimos, Top Gun: Maverick y The Son. También sigue de gira por Europa, en la que hará dos paradas en España: 11 de mayo en Bilbao y el 16 del mismo mes en Madrid. “Antes me daba miedo subir al escenario y ahora es como ir a una cena con 12.000 personas”, asegura el compositor que mantiene intacta la pulsión por aprender. “Quiero usarlo todo. Jugar con mis sintetizadores, contar historias y trabajar con muchos directores”, concluye, “todo va muy rápido. La vida no es tan larga como parece y tienes que escoger. No pasa nada por alborotarlo todo un poco y reírte”.