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Lo habitual es que una película trascienda su rodaje, por muchos problemas que genere. Lo raro es que un rodaje tenga más peso que un filme, como le ocurrió a Terry Gilliam con El hombre que mató a Don Quijote, cuya versión de 2018 nunca alcanzará el culto de documentales tan hilarantes como Lost in La Mancha sobre el aborto de película del año 2000. Pero lo realmente extraordinario acontece cuando las circunstancias que rodean la creación de una obra son tan célebres como la obra en sí misma.
¿Ejemplos? La Cleopatra de Mankiewicz, Blade Runner de Ridley Scott, La puerta del cielo de Cimino, Aguirre, la cólera de Dios de Herzog... Y, por supuesto, Apocalypse Now de Francis Ford Coppola. Filme bélico inspirado en El corazón de las tinieblas de Joseph Cornad.
Ahora, Apocalypse Now llega a los cines con un nuevo montaje. El corte 'realmente definitivo' de la cinta que obsesionó al director de El Padrino. Una película que lo llevó a rodar en Filipinas en condiciones surrealistas, enfrentarse a mil contratiempos, empeñar todos sus bienes y vadear la bancarrota. Así lo cuenta Eleanor Coppola, su esposa, en el libro Notas a Apocalypse Now: crónica de un rodaje maldito que, justamente, acaba de publicar en nuestro país Barlin Libros.
Apocalypse Now: Final Cut
llega a los cines españoles como una versión restaurada en 4K a partir de negativos originales rescatados por el propio Coppola. Cuenta con un metraje ni tan escaso como el estrenado en 1979, ni tan generoso como el de Apocalypse Now: Redux, que añadía 49 minutos de aventura selvática. Pero nada fue tan largo ni costoso como el rodaje de la cinta en sí.
La película de Coppola iba a costar 13 millones de dólares, pero acabó duplicando su coste. Llevó al realizador a empeñar la fortuna que le habían granjeado las dos primeras películas de El Padrino. Además, iba a rodarse en Filipinas durante cinco meses de 1976. El proceso se alargó años.
En marzo de 1976, Eleanor Coppola viajó a Filipinas con su marido y sus tres hijos, Gio, Roman y Sofía. Los chavales vivirían en una casa en Manila, mientras ella acudía al rodaje de Apocalypse Now para grabar material que terminaría conviertiéndose en el célebre documental Corazones en tinieblas: el apocalipsis de un cineasta —disponible en Filmin—. También escribiría un diario publicado en el 79, pero inédito en castellano hasta ahora, que acaba de ser publicado por Barlin Libros, con traducción de Mar Vidal.
“El guion narra el viaje de Willard y los acontecimientos que le van sucediendo. Cuando Willard llega finalmente a su destino, el periplo lo ha transformado en una persona distinta. Muchas de las personas que trabajaron en la película también cambiaron”, advertía Eleanor al inicio de su libro.
“La película refleja la actitud de los americanos en Vietnam. Estábamos en medio de la jungla. Éramos demasiados. Teníamos acceso a demasiado dinero. A demasiado equipo. Y perdimos el juicio poco a poco”, afirmaba rotundo el propio Coppola en Cannes donde ganó, por cierto, la Palma de Oro.
El parecido entre los paisajes de Filipinas y los de Vietnam nunca fue la razón principal de rodar en el país del sur de Asia. La cinta iba a mostrar la parte más cruda de un conflicto bélico que había sacudido a la opinión pública en los Estados Unidos, así que el ejército norteamericano no estaba por la labor de prestarle a Francis Ford Coppola los helicópteros, pilotos y material militar que iba a necesitar para la cinta.
Por toda respuesta, el realizador llegó a un acuerdo con el gobierno filipino para poder alquilar sus equipos militares, de los que dispondría a placer mientras extendiese los pertinentes cheques. Pero acababa de arrancar el rodaje cuando el acuerdo por el que había decidido instalarse en las selvas filipinas, empezó a mostrarse muy débil.
Cada dos por tres, los pilotos que habían contratado tenían que marcharse con sus respectivos helicópteros a sofocar una rebelión. Un conflicto armado que pronto se fue extendiendo por el país y que llegó a producirse a escasos 15 kilómetros de las cámaras de Coppola.
En otras ocasiones, los vehículos sí estaban disponibles pero el gobierno enviaba a pilotos que no habían estado en el rodaje antes, que no entendían el inglés y, mucho menos, sabían seguir las órdenes del director de El Padrino.
Es más, la misma presencia del realizador en el país resultaba conflictiva. “Francis lleva guardaespaldas permanente, proporcionado por el gobierno”, escribe Eleanor Coppola en Notas a Apocalypse Now. “El gobierno parece pensar que si los rebeldes secuestraran a Francis crearían un problema que atraería la atención internacional”.
A ritmo de Wagner se desarrolla una de las secuencias más célebres de Apocalypse Now. Ocho helicópteros debían llegar por el mar y soltar la artillería sobre un poblado. Los de efectos especiales ya estaban encendiendo fuegos controlados y todo parecía estar bajo control cuando empezaron a estallar los fuegos artificiales mientras los extras corrían por la playa entre explosiones.
“El humo eran tan denso que me picaban los ojos y no podía ver nada. Entonces oí el griterío”, describe Eleanor Coppola. “El almacén de pinturas y el del material de utilería, con todo el equipo de los dobles, estaba ardiendo”. Eleanor, de hecho, perdió metraje del documental que estaba filmando. No falleció nadie, por suerte, pero las llamas se fueron extendiendo hasta alcanzar una envergadura que hizo que el equipo encargado de las mangueras huyese despavorido.
Un incendio del que se pudo salvar más bien poco, con pérdidas de hasta 50.000 dólares y un viaje de vuelta a Los Ángeles para multitud de dobles y extras norteamericanos, que no podían rodar sin material. Otro retraso.
En mayo de 1976, los accidentes relacionados con Apocalypse Now, unidos al despido de Harvey Keitel con el rodaje empezado (iba a interpretar a Willard, que terminaría en manos de Martin Sheen), habían trascendido a la prensa internacional. Francis Ford Coppola andaba realmente cabreado, y aseguraba que aquella película se iba a finalizar aunque le fuese la vida en ello.
Entonces un tifón asoló Filipinas. En Manila hubo decenas de muertos. La casa de los Coppola se inundó, y los sets de Pagsanjan e Iba sufrieron grandes desperfectos. Y, sin embargo, Francis Ford no cesó el rodaje. “El monzón de Vietnam trae mucha lluvia y mucho barro. Vamos a rodar”, dijo.
Los constantes apagones, el barro hasta las rodillas y el 80% de los decorados destruidos no pararon a Coppola, que puso a los actores delante de la cámara para filmar una escena que, finalmente, no se vería hasta 2001 en la versión Redux, pues fue cortada del montaje original de 1979.
“Nunca había pasado tanto miedo en mi vida”, afirmaba el actor Frederic Forrest en el documental Corazones en tinieblas. Él y Martin Sheen tenían que adentrarse lentamente en la selva hasta encontrarse con un tigre, que saltaba en su dirección haciendo que huyesen despavoridos por la selva. El animal hambriento —llevaba sin comer una semana según los domadores—, se acercó demasiado a los actores en actitud agresiva durante la escena, aunque Coppola gritaba que se tenían que acercar aún más.
No solo los actores pasaron miedo. El animal, aunque adiestrado, había sufrido mucho durante el viaje, pues lo habían traído desde Los Ángeles en un avión. Pero de Manila había que trasladarlo otra vez hasta un set situado en el municipio de Baler. Solo que la avioneta era demasiado pequeña para la jaula, así que el felino se subió como un pasajero más.
La tripulación, muerta de miedo, se encerró en la cabina. Y según cuenta Eleanor Coppola, el piloto saltó por la ventanilla de la cabina y se negó a viajar hasta que tuviesen al animal encerrado en una jaula.
Tras sustituir a Harvey Keitel, Martin Sheen se había entregado en cuerpo y alma al papel de Willard. Pero la ausencia de un final decisivo con el que Coppola aún especulaba, las catástrofes e inclemencias a las que se había visto sometido durante el rodaje, y la llegada de un Marlon Brando que impondría su propio ritmo a un rodaje que parecía no tener fin, le pusieron al límite.
Una de las escenas más celebradas del filme nos mostraba a Willard alcoholizado y en un estado de desesperación total. En el set, Coppola puso al actor contra las cuerdas, hostigándole para que sacase el llanto y la rabia que había contenido durante los últimos meses. Sheen estalló delante de la cámara, rompiendo un espejo e hiriéndose en una mano sin interrumpir la grabación. Era el símbolo de un enfado largamente postergado. Muchos creían que iba a agredir a Francis Ford en cualquier momento, tal y como cuenta Eleanor en Notas a Apocalypse Now.
Poco después, el 1 de marzo de 1977, Martin Sheen sufría un ataque al corazón. El protagonista de una película que ya había pasado por calamitosos incidentes, había estado a punto de morir y, con todo, Coppola quería seguir rodando. “Necesitaba seguir trabajando a menos que le dijeran lo contrario, porque toda la compañía estaba en estado de shock y era preciso que se concentraran en la filmación del día para mantener los ánimos y no caer en el caos”, escribía Eleanor Coppola.
El realizador siguió adelante con un doble de cuerpo para Sheen, y dejó los primeros planos y el enfrentamiento final con Brando hasta que el actor se recuperó. Ni ataques al corazón, ni incendios, ni helicópteros, ni tifones, ni tigres consiguieron parar la realización de un filme que hoy figura entre los mejores de la historia del cine, pero que llevó al borde del colapso a centenares de personas implicadas en su producción. ¿Valió la pena? La respuesta sigue estando, como siempre, en la sala de cine.
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