El 'increíble' éxito de los taquillazos de Pixar que también enamoran a la crítica, en siete gráficos
Hay muchas formas de medir la grandeza cinematográfica. Los millones de recaudación en taquilla y las candidaturas a los premios más prestigiosos del mundo son los baremos universales, pero lo realmente importante es la huella que queda en el imaginario del público. Pixar es de los pocos estudios que puede presumir de haber conquistado estas tres cimas durante 30 años y con un producto improbable como es la animación.
Aunque es complicado no contabilizar al menos una obra maestra entre su catálogo, la factoría ha tenido sus altibajos y la crítica coincide en que las secuelas son su particular talón de Aquiles. Cars 2 y 3, Buscando a Dory o Monstruos University hicieron saltar las alarmas sobre la carestía de ideas en la productora que llevó la originalidad a la costa oeste de EEUU. Y, sin embargo, aquí estamos, proclamando a Los Increíbles 2 como la película más taquillera de la historia de Pixar y el estreno más potente en su primer fin de semana en las salas.
La tradicional y al mismo tiempo disfuncional familia de superhéroes norteamericanos regresa 14 años después desbancando al grupo de peces tropicales que atrajo a los bolsillos del público. Buscando a Nemo se estrenó en 2003 con 108 millones de recaudación y solo fue superada siete años más tarde por Toy Story 3 y por su propia secuela en 2016, Buscando a Dory, que hasta hace un mes ostentaba el puesto de mejor estreno de animación de la historia de EEUU.
Tanto la segunda parte de Los Increíbles como el spin-off de la compañera de Nemo han roto la maldición de las secuelas que Pixar había arrastrado en taquilla hasta hace dos años. Si bien ninguna de las dos son reconocidas entre lo mejor de la firma, ¿qué ha provocado ese efecto llamada a los cines durante ambos veranos?
Un juguete arriesgado (y ganador)
Todo empezó a principios de los años 90, cuando un grupo de jóvenes inconscientes se apostó todo el dinero de un contrato de Pixar con Disney en producir Toy Story. Ese 22 de noviembre de 1995, ante el estreno de la primera película animada por ordenador, su fundador Ed Catmull y el director John Lasseter pudieron respirar tranquilos. Había sido un éxito indiscutible de crítica y taquilla, y más tarde sería aclamada como la mejor cinta que han producido en la casa del flexo.
No solo sentaron las bases estéticas para un nuevo tipo de animación que heredaba la técnica tradicional de Walt Disney y ofrecía una experiencia futurista, sino que dieron un golpe en la mesa a nivel argumental.
“No queremos hacer películas seguras. Queremos seguir rompiendo barreras en cuanto a la historia y a la animación. Tenemos ideas para películas increíbles y originales. Eso es lo que queremos hacer”, le espetó Lasseter a Steve Jobs, entonces presidente de la compañía, en una reunión privada que relatan en el libro De Pixar al cielo.
Desde entonces, los de Lasseter (desde hace meses descabezados por acusaciones de abuso sexual) han apostado por personajes muy humanos incrustados en cápsulas fantasiosas. La factoría es experta en imprimir sentimientos universales y complejos a dinosaurios, ratas y coches que transforman el visionado en una experiencia emocional también para los adultos. La muerte, las relaciones maternofiliales, el incómodo paso a la adolescencia o a la vida adulta, y el miedo al rechazo son tratados con infinita maestría y cuidado para digerírselos a los niños, el público más exigente de todos.
Gracias a esa dualidad, los que ya están lejos de sus años bisoños siguen recordando a Toy Story, Up o Wall-E como una obra maestra. No como una cinta nostálgica o una película bonita, sino como una absoluta pieza de arte animado.
Los expertos hablan de una “edad dorada” de Pixar que acabó con el estreno de Toy Story 3 y que dio rienda suelta a las segundas partes (terceras y cuartas). En el caso de las aventuras de Andy, Buzz Lightyear y Woody, las secuelas se salvarían de la criba por el vínculo emocional que estableció la ópera prima con los espectadores y por la calidad de sus guiones. El momento más dulce de su trayectoria se encuentra entre los años 2007 y 2010, cuando lanzaron Ratatouille, Wall-E, Up y Toy Story 3, todas valoradas por encima de un 87% por la crítica.
Esta buena acogida suele traducirse también en la taquilla, donde estas cuatro cintas recaudaron algunas de las mejores cifras de la historia de la compañía. Lo difícil, como demuestran los blockbusters veraniegos de superhéroes, es que ocurra al contrario y que la crítica suscriba los taquillazos. Batman v Superman: El amanecer de la justicia, Escuadrón Suicida y La Liga de la Justicia fueron un éxito en las salas y un fiasco absoluto entre la prensa especializada.
Es más, aunque los millones recaudados no son nada desdeñables, excepto en el caso de Cars 3, el público suele ser menos generoso en sus notas que los críticos. Una prueba elocuente es, precisamente, Los increíbles, a la que los espectadores valoraron con una media del 75% y la prensa especializada con un 97%. Algunas de las que despiertan más consenso entre ambos, en cambio, son Toy Story, Up y Monstruos S.A.
Amplitud de miras
La reutilización de los cuentos clásicos, con toda la carga retrógrada que eso supone, ha sido uno de los grandes recursos y a la vez debilidades de Disney. Pixar no solo rechazó limitarse a las narrativas y personajes ya conocidos en contra de su empresa matriz, sino que fue capaz de poner un ojo fuera del ombligo estadounidense para atender a otras culturas o crear universos extensibles a todo el planeta
El viaje comenzó con Ratatouille, continuó con Brave y alcanzó su cima el año pasado con Coco, una oda a México en tiempos de Trump. Esa mirada globalizada le ha procurado el respeto de la crítica mundial, pero curiosamente ha sido un atrevimiento castigado por la taquilla de su propio país.
Los ejemplos más elocuentes son los de Coco y Ratatouille, con más del doble de taquilla mundial que nacional. Algo que, como muestran los datos, no ocurre con películas ambientadas en EEUU o que atienden a realidades puramente yankees, como Los increíbles o Monstruos University, que refleja la vida en los campus norteamericanos.
Las más repartidas son, sin embargo, las que se sitúan en terrenos reconocibles y no demasiado específicos de un lado determinado del planeta. La habitación de Andy, la casa voladora de Up, el universo de Wall-E o la profundidad del océano de Buscando a Nemo son nuestros destinos favoritos. El equipo creativo de Pixar sabe cómo hacer que el público se sienta bienvenido en el entorno natural de sus personajes, sin importar lo extravagantes que parezcan.
¿Peliculones navideños?
“Agosto es un mes de desaceleración, y es una manera de poner una película de estilo Pixar en un período en el que el mercado generalmente se rinde ante la audiencia familiar”, dijo un experto en la taquilla estadounidense para justificar el desastre de Aviones. Sin embargo, resulta que la factoría de ficción suele lanzar sus grandes obras en los meses de invierno, cuando las salas de cine se convierten en un perfecto refugio familiar contra el frío.
Aunque los estrenos en verano responden a la inteligente estrategia de las vacaciones escolares, la crítica ha premiado más a las películas de Pixar invernales. ¿Tendrá algo que ver con el espíritu navideño que tanto han exprimido en la factoría del ratón y del flexo?
La otra opción es que los de Pixar se guarden los platos fuertes para el invierno por su cercanía temporal con el periodo de premios. El estudio ha ganado veintiséis Oscar de la Academia, cinco Globos de Oro y tres Grammy. Aunque, siendo honestos, ¿alguien se atreve a competir contra el gigante de la animación sea cual sea la estación del año?