Javier Bardem: “El Gobierno de Israel está cometiendo crímenes contra la humanidad en Gaza”
Cuando en 2008 Javier Bardem recogió el Oscar al mejor actor de reparto por No es país para viejos se lo dedicó a su madre, Pilar, ejemplo de compromiso y tesón, de una actriz que sufrió la dictadura y que nunca calló, que luchó por los derechos de su sector y encabezó las manifestaciones por todas las causas sociales. “Mamá, esto va por ti, por los abuelos Rafael y Matilde. Va por los cómicos de España que llevaron la dignidad y el orgullo a nuestro oficio. Esto es para España”, dijo en el momento en el que Hollywood le encumbraba y en su lengua, el español.
A Bardem le define mejor esa palabra, cómico, que la de actor. Porque hay en él un trabajo insaciable de búsqueda, pero también de coherencia y compromiso a la hora de elegir los papeles y a la hora de alzar la voz desde el púlpito privilegiado que tiene el que es, y de eso no hay ninguna duda, uno de los mejores actores en activo en todo el mundo. Él, como su madre, ha estado al frente de manifestaciones, ha producido documentales y ha levantado la voz cuando se le ha necesitado.
Por eso, el Premio Donostia que le concedió el año pasado el Festival de Cine de San Sebastián y que ha recogido él un año más tarde por la huelga de actores de 2023, sabe a justo y necesario. No solo por lo interpretativo, sino por lo que hay detrás de este cómico que transforma su cuerpo hasta desaparecer en cada uno de los papeles que interpreta. Bardem podía haber sido un intérprete encajonado por sus rasgos marcados, por su masculinidad que tan bien supo ver Bigas Luna en sus primeros papeles como Jamón, Jamón o Huevos de oro.
Sin embargo, rápidamente hizo ver que era plastilina capaz de pasar de aquellos machos ibéricos a la debilidad del yonqui de Días contados, por la que ganó la Concha de Plata en San Sebastián, o a la fragilidad y ternura del Reinaldo Arenas que le dieron la Copa Volpi en Venecia -premio que volvería a ganar con Mar adentro- y su primera nominación al Oscar.
Contra la autocensura
Ese compromiso se vio en todas sus respuestas en la rueda de prensa por el Premio Donostia que recogerá esta noche. De hecho, aseguró que tal cual está el mundo no tiene “espíritu de celebrar nada”. Bardem nunca ha callado, y aunque ha asegurado que alguna vez ha pensado si no sería más cómodo hacerlo, cree que “si uno se autocensura no hay posibilidad de cambio, porque ganan entonces aquellos que piensan que el ataque frontal al que denuncia los abusos de los derechos humanos o sociales está legitimado”.
Lo trajo al presente, a lo que ocurre en Palestina y mostró de forma contundente su opinión: “Lo que está sucediendo en Gaza es inadmisible, es terrible, es deshumanizante. Creo que el Gobierno de Israel es el gobierno mas radical de su historia y está cometiendo crímenes contra la humanidad y contra los derechos internacionales. Los ataques atroces y condenables de Hamás el 7 de octubre no justifican el castigo global, el castigo masivo que esta sufriendo la población palestina. La impunidad que goza el Gobierno de Israel en sus acciones en Gaza tiene que cambiar”.
Por eso pidió que países como Alemania o EEUU cambien su apoyo internacional ante esta violación de los derechos humanos. “No podemos ser impasibles frente a eso. Lo que diga yo no va a cambiar nada, pero la sociedad está empezando a cambiar. El derecho a la crítica a un Gobierno nada tiene ver con la falsa acusación de antisemitismo. O criticar a Hamás no es islamofobia. Somos todos víctimas de lo que está sucediendo. Tenemos la obligación moral y ética de denunciar lo que consideramos injusto. También reconocer que el actual Gobierno israelí, de extrema derecha, no representa a la comunidad judía ni siquiera a la sociedad israelí. Nos estamos dirigiendo hacia un lugar terrible que creo que nos asusta y necesitamos una voz social que ponga voz a la impunidad de Israel”, añadió.
El actual Gobierno israelí, de extrema derecha, no representa a la comunidad judía ni siquiera a la sociedad israelí. Nos estamos dirigiendo hacia un lugar terrible que creo que nos asusta y necesitamos una voz social que ponga voz a la impunidad de Israel
Ese compromiso centró gran parte de sus respuestas, porque cree que “no hay otra opción”. “Es que no es una voluntad ni un deseo de hacer. Es una imposibilidad de que sea lo contrario dentro de la circunstancia de cada uno. La mía es una circunstancia de una persona afortunada y bendecida por la vida e incomparable a otras atrocidades que hay fuera. Esto va de aprender mirando a los que realmente producen cambios. Y elegir a esas personas que producen progreso en los derechos humanos, los derechos civiles, sociales. Y también saber quiénes son aquellos que los retardan o que los anulan. Ahí vamos todos aprendiendo y sabiendo que hay que elegir un bando. Desgraciadamente hay bandos. Ojalá el mundo fuese un lugar sin tanta competencia y sin tanta rivalidad, pero hay cosas que son inadmisibles y que no se pueden no evidenciar. Sí, hay que tener la motivación de señalar aquellas cosas que uno considera injustas”.
En la rueda de prensa y al mencionar este activismo fue inevitable no acordarse de su madre, Pilar Bardem, de quien aprendió todo. “Es que todo eso tiene que ver con la educación, y en este caso con mi madre, y siguió con mi profesión, que es una profesión también muy, muy concienciada con las necesidades humanas de todos nosotros. No conozco actor o actriz que no sea una persona altamente sensible y empática. Y esto es una cosa hermosa de nuestra profesión”, añadió.
Desgraciadamente hay bandos. Ojalá el mundo fuese un lugar sin tanta competencia y sin tanta rivalidad, pero hay cosas que son inadmisibles y que no se pueden no evidenciar. Sí, hay que tener la motivación de señalar aquellas cosas que uno considera injustas
Por eso cree que una de sus mayor suerte es: “Haber nacido y crecido en el seno de mi madre, porque la parte masculina no ha estado tan presente”. “Hoy, tres años después de su muerte, me doy cuenta de la vigencia de su existencia en mi historia personal y en mis hijos. Eso tiene ver con la ética, la dignidad, la humildad y la empatía. No soy un santo, tengo días que soy un gilipollas, pero no quiero perder de vista que pertenezco a una sociedad, y que individualmente poca cosa podemos hacer, pero como grupo hay cambios que se pueden producir y eso lo he visto en mi casa”, dijo.
Recordó una anécdota de su madre que le cuenta siempre su hermano, que esta noche será uno de los que le den el premio: “En casa no teníamos casi nada. Mi madre era una mujer separada en una época donde no se permitía el divorcio. Tenía tres hijos, y era casi llamada prostituta y perseguida por una derecha terrible en las calles. Trabajaba sin parar para darnos chuletas de cerdo y pasta con tomate. Eso los días que había suerte. Pero si llamaban a la puerta y era gente que recaudaba para las mujeres saharauis, les daba la mitad. Eso no se enseña desde lo didáctico, sino desde la acción, porque eso es lo que nos representa como humanos. Lo que hacemos, no lo que decimos”.
Aprovechó la rueda de prensa para anunciar, además, que volverá a rodar una película en español. Será el nuevo filme de Rodrigo Sorogoyen y junto a Victoria Luengo. Serán un padre y una hija en una historia escrita por el director junto a su habitual guionista Isabel Peña y que se rodará a partir de enero en Fuerteventura.
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