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Entrevista

Javier Gutiérrez: “Los hombres tenemos que revisar actitudes que hasta hace nada se daban por buenas”

Javier Zurro

7 de abril de 2024 22:11 h

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Javier Gutiérrez dice que no tiene físico para ser Supermán, tampoco le hace falta. Tiene algo más difícil, la capacidad de hacer de gente normal. De ser el vecino de al lado, el hombre que te encuentras en la cola del supermercado. Una cercanía que hace que el espectador sienta que le conoce desde siempre. Parece fácil, pero para ser Supermán basta el gimnasio y una capa, y para lo otro una naturalidad que cada vez es más complicado encontrar en el cine. 

Vuelve a demostrarlo en Pájaros, donde da vida a un hombre perdido, en plena descomposición, igual que la Europa que recorre en un coche destartalado junto a Luis Zahera, más contenido que nunca y con el que forma un dúo quijotesco que se complementa a la perfección. Dos señores en crisis dándose cuenta de que es el momento de avanzar y de cambiar. 

¿Qué había en Pájaros para decir sí a este proyecto?

Bueno, lo primero trabajo, porque parece que los actores podemos elegir, que estamos en casa esperando a que llegue el guion perfecto con la dirección perfecta y el personaje perfecto. Yo siempre digo que para hacer una buena película pueden pasar cinco años, y no siempre se dan esos condicionantes para que uno pueda elegir. En este caso me apetecía mucho contar esta historia de dos perdedores y soñadores. Sobre todo me gustó el guion, me pareció fantástico. Era una oportunidad para que los actores pudiéramos transitar por el drama, por la comedia, defendiendo unos personajes muy apetitosos y además estar al lado de Luis Zahera, que es uno de los actores más interesantes de nuestro panorama.

¿Qué tienen los perdedores que son tan bonitos para el cine? Quizás es que todos somos perdedores realmente.

Yo creo que tienen que ver más con nosotros, con lo terrenal, son más humanos que los héroes. A mí me parece un poco aburrido hacer de héroe. Me parece que los antihéroes, o los perdedores, son mucho más interesantes… y más con este físico. Yo no podría hacerlo, ¿qué voy a hacer yo, de Clark Kent?

Son personajes que están muy perdidos, por muchos motivos, pero parece que ahora mismo es casi imposible no estarlo entre tantos estímulos para perderse.

Es imposible. Sobre todo es que nos alientan a estar perdidos, a tener menos sentido de la realidad que nunca. Creo que las redes sociales, este ruido ensordecedor que nos rodea, la polarización… todo eso contribuye a que uno no esté relajado y no sea consciente del aquí y del ahora.

Pájaros también habla de un tipo de masculinidad, su personaje es un hombre que empieza a ver que las cosas no son como le habían contado.

Sí. Es cierto que los hombres tenemos que resetear, tenemos que revisar actitudes y comportamientos que hasta hace nada se daban por buenos, por válidos. Y creo que en ese terreno entra esta historia. En la fragilidad, en la vulnerabilidad de lo masculino, de esos hombres perdidos que, como le ocurre a mi personaje, Colombo, huyen hacia adelante porque no quieren ver o enfrentarse a los problemas que le rodean.

Nos alientan a estar perdidos, a tener menos sentido de la realidad que nunca. Las redes sociales, este ruido ensordecedor que nos rodea, la polarización… todo eso contribuye

Ha mencionado su personaje, al que llaman Colombo, ¿le gustaba de pequeño ese detective de la serie de televisión?

¿Cómo no me va a gustar Colombo? Me gustaba Colombo, me gustaba el increíble Hulk, me gustaba Sandokán. Fíjate, yo tengo una anécdota muy hermosa y a la vez muy ingenua. En nuestra casa se veía la tele en blanco y negro, a pesar de que ya había algunas en color, y yo siempre creí que Lou Ferrigno era negro, vamos, que La Masa no era verde, sino que era negra. Imagínate la decepción cuando vino por primera vez una tele en color a casa. 

¿Siempre ha querido ser actor o no? Ha mencionado a Sandokán, a Lou Ferrigno… ¿Había ya ahí una fascinación por la interpretación?

Mi madre dice que siempre he sido muy soñador, muy introvertido y muy imaginativo. Recuerdo que tenía tres ideas claras de por dónde iban los tiros. Una era ser misionero comboniano, porque yo iba al colegio La Salle, igual que Luis Zahera, y estaban aquellas revistas donde se reflejaba el día a día de las misiones de los hermanos y tenía esta cosa bondadosa que yo creo que tengo, de ser empático y de ayudar al otro. Otra era ser detective privado, de novela negra. Incluso antes de ser actor quise estudiar criminología. Y luego, ser actor. Ser actor me ha ayudado mucho a huir de esta timidez enfermiza que yo tengo desde pequeño, y el hecho de imaginarme haciendo otras vidas me ha ayudado siempre.

La película navega en esa línea entre el drama y la comedia, siempre se dice el tópico de que la comedia es más complicada, ¿es cierto?

El drama siempre está mejor revestido. La comedia es infinitamente más difícil, y eso encima de un escenario de teatro se nota mucho más. Si la gente no acaba de vibrar con lo que haces o de divertirse o de emocionarse, es mucho más complejo, porque en el cine no eres consciente de eso. Muchas veces los equipos no son termómetro. A veces haces comedias en las que no se ríe nadie en el equipo y luego funcionan. Y al revés, hay veces que el equipo se lo pasa cojonudamente y luego no funciona.

Tiene que ser difícil estar en un teatro y ver que abajo no esta funcionado, ¿cómo sigue uno ahí?

Pues es muy difícil, pero para mí el teatro es sanador también. Yo he llegado con 39 de fiebre y se te pasa todo en esas dos horas en las que te tienes que enfrentar al personaje, al público y a la historia. Decía en sus memorias Núria Espert una cosa muy interesante, y es que el actor siempre en el escenario tiene tres focos que son: uno mismo, el compañero y el público. Uno está con un ojo en sí mismo, en ver si está tenso, si está nervioso. Obviamente siempre tienes que apoyarte en el otro, en la mirada, en sus ojos. Tienes que zambullirte en el otro, pero sobre todo estar muy atento a cómo está reaccionando el público, a la vibración del público, a cómo respira, a ver si hay uno, a la tercera fila que se ha dormido y está desnucado. Eso es interesante. También importante porque en esta cultura de la televisión parece que los actores no escuchamos y no vemos. 

Y ahí está la gente con el móvil en el teatro.

Joder, eso es un mal. Ya no solo es que suenen, sino que se ven reflejadas las caras con la pantallita.

Ha mencionado antes la empatía, y ahora que hay que mirar al compañero… ¿Es obligatorio ser empático para ser actor?

Hay actores que no son nada empáticos y funcionan de la hostia. Yo creo que es un trabajo que funciona mucho mejor cuanto más generoso es uno. No hay que perder de vista que los actores somos una pieza de un engranaje para contar la historia del director. Y eso que, como decía el maestro Stanislavski, yo estoy a favor del actor creativo, del actor creador. Los actores pasivos que están esperando a que la directora o el director les coloque y les diga cómo tienen que hacer… a mí me enerva un poquito. Un actor tiene que ir con propuestas al set de rodaje o al ensayo y conocer la historia como el director o como el guionista. Es nuestra labor, es nuestra responsabilidad.

Pájaros es una road movie, un viaje en carretera, y a través de ahí se hace una mirada a Europa. Está la guerra de Ucrania, los refugiados sirios… 

Creo que eso se fue aportando a medida que se acercaba el rodaje. Es interesante ver a estos dos con su propio viaje interior, pero también ver cómo recorren esa Europa enferma, llegando a encontrarse con migrantes sirios a los que tienen que proporcionar comida, o ser ayudados por exiliados ucranianos que huyen del conflicto bélico. Traspasan fronteras casi infranqueables para ellos. Nos consideramos ciudadanos del primer mundo, españolitos que decimos que hemos ganado el Mundial. Les cuesta sortear esas fronteras. La radiografía que hace yo creo que viene muy, muy a cuento con esa Europa que cada vez nos la pintan más, más negra. Y hay un retrato desolador.

Decía Fernando Trueba que aunque uno diga que no quiere ser político, al final la política siempre le acaba salpicando. 

Es que la gente que dice ‘a mí no me interesa la política’, ‘yo no entiendo de política’… ¡Política es todo! Desde que pones un pie en la calle. Política es tu comunidad de vecinos, política es el AMPA en el colegio de tus niños. Política es absolutamente todo. No solo la política, pero volvemos otra vez al ruido ensordecedor y a la baja estofa a la que estamos rodeados en nuestro Congreso.

¿Escoger papeles es política?

Yo siempre digo, cuando me junto con guionistas o con directores amigos, que por qué no hacemos una película sobre la política en este país, sobre la corrupción. Nosotros estrenamos en el mes de mayo en La Abadía El traje, un texto de Juan Cavestany, que habla sobre la corrupción política y, como le gusta decir a él, del alma. Sí, a mí me gusta enfrentarme a ese tipo de proyectos. No siempre llegan, pero evidentemente creo que es interesante. En televisión quizás sea más complicado, pero el cine y el teatro están para divertir, para entretener, pero sobre todo, también tenemos una responsabilidad, que es poner el dedo en la llaga, enfrentarnos a nuestras miserias, a nuestras realidades cotidianas.

La gente que dice ‘a mí no me interesa la política’... ¡Política es todo! Desde que pones un pie en la calle. Política es tu comunidad de vecinos, política es el AMPA en el colegio de tus niños

Ahora que habla de obras políticas, usted estuvo en Alejandro y Ana, que era una sátira sobre la boda de la hija de Aznar, ¿Se podría hacer Alejandro y Ana ahora mismo?

Hombre, podríamos. Se han cumplido 20 años del estreno y, de hecho, Willy Toledo quería volver a hacerla. Quizá no con esos personajes, pero se podría dar una vuelta. Con Andrés Lima a la cabeza, con Alberto, con Juan Mayorga y Juan Cavestany, que estaban también capitaneando los textos de Alejandro y Ana… ¿Por qué no? Se podría hacer perfectamente. Lo último que se ha hecho parecido fue El rey, que era un viaje a través de la vida del rey emérito, que esperemos volver a poner en pie. No sé cuándo, pero estaría bien volver a revisitar la vida de Juan Carlos.

¿Cómo fue la reacción a aquella obra, sería ahora más furibunda?

Fue tremenda. Hubo una mano negra desde la sombra. Recuerdo que teníamos incluso una subvención de la Comunidad de Madrid, y desde ella mutilaron el título, que era Alejandro y Ana: lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente, donde cuatro actores, entre ellos, Roberto Álamo, Alberto San Juan y yo, representábamos a 200 invitados de aquellos fastos, de aquella boda del Escorial. Hubo una mutilación y se quedó en Alejandro y Ana, simplemente, obviando el resto del título. Recuerdo que, como había muchos teatros gobernados por el PP en ayuntamientos y comunidades que nos negaban el hacerlo allí, decidimos hacerlo en restaurantes y lugares donde se hacían eventos como bodas para poder ir de gira con el espectáculo. Fue todo un éxito. 

¿Levantaría muchas ampollas hacerlo ahora?

Bueno, ahora mismo ha habido en el Teatro de la Abadía, por Altsasu, el espectáculo de una compañía vasca, 200 o 300 manifestantes en la calle insultando, gritando y generando muchísima crispación a los asistentes al espectáculo.

¿Eso genera miedo en la gente de la cultura? El no querer mojarse en una entrevista, el no posicionarse para que no le provoque ninguna reacción negativa...

Hay una especie de autocensura. Uno mismo tiene que controlarse a la hora de decir ciertas cosas porque, evidentemente, te pueden pasar factura. Hay gente como Pepe Sacristán que están ya curados de espanto. Y ahí sigue, al pie del cañón haciendo un espectáculo de Juan Mayorga en La Abadía y hasta hace poco de gira haciendo un monólogo, haciendo papeles en cine, y además puede decir lo que le venga en gana. O Lola Herrera. Estoy pensando ya en gente que sabe que no le va a pasar nada, pero hay otra gente más joven como yo, por ejemplo, a la que sí le puede restar papeles o proyectos.

Uno aspira a ser José Sacristán.

Yo aspiro a ser Pepe Sacristán. Yo aspiro a ser Lola Herrera. Yo aspiro a ser María Galiana, tantos y tantas compañeras que siguen dando lecciones de oficio, de entrega, de compromiso, pudiendo quedarse en su casa. O Núria Espert, que sigue yendo al teatro y y sigue haciendo trabajos superlativos. Yo sigo soñando con eso, fantaseando con la idea de que lleguen las cinco o las seis de la tarde, y después de cuidarse durante todo el día, llegues y vayas al teatro a hacer tu función.

Ha mencionado antes que para que una película salga a veces pasan cinco años. Luego, sin embargo, a veces se os juntan varios estrenos. ¿Cree que a veces se da una imagen distorsionada de lo que es la realidad del actor?

Creo que ha salido un estudio hace poco de AISGE que decía que más del 90% de nuestra profesión no puede vivir dignamente del oficio, con lo cual te puedes hacer una idea de la tragedia que viven muchísimos compañeros y compañeras. Somos un pelotón, un saco de privilegiados los que podemos vivir de esto. Muy pocos. Entonces se da una idea muy distorsionada en galas como la de los Goya, en alfombras o en eventos. Pero es que eso tiene que existir porque tiene que haber una visibilidad. Hay compañeros y compañeras que no trabajan y que no pueden mostrarse si no es gracias a ese tipo de actos.

A eso hay que sumar que encima se recuperan mantras como lo de ‘los señoritos’. Con ese 92% de paro imagino que da mucha rabia. 

Me gustaría preguntar a esa persona que hizo ese comentario tan absurdo cuántas películas ha visto de cine español, cuántos trabajos ha visto en el teatro. ¿Qué sabe de nuestro oficio? El cine español recibe ayudas, evidentemente, como se subvenciona casi todo. Pero ingresa en las arcas del Estado mucho más de lo que recibe. Y eso es un dato objetivo. Las cifras están ahí, pero eso no se cuenta a la opinión pública de una forma interesada también, porque desde la guerra de Irak, desde el Prestige, hay una confrontación con la derecha de este país, con sus votantes de este país, y con medios de comunicación afines a la derecha, que nos tienen tomada la matrícula. Lo hagamos bien, muy bien, mal o rematadamente mal, el discurso va a ser siempre el mismo.

Hablamos mucho, sobre todo en los medios, del gran momento del cine español, ¿se nota eso en los guiones también?

Hay un buen momento. Yo siempre digo que hay media docena de películas al año de muy altísimo nivel, y así lo atesoran los festivales fuera de nuestras fronteras, festivales muy importantes que premian el cine español. Y no solo a actores o directores y directoras consagradas, sino a gente que empieza. Es muy interesante el momento en el que vivimos. Simplemente tendría que haber esa comunión con el público y con los medios de comunicación, o con ciertos medios. Esa toxicidad yo creo que no es buena para nadie y mucho menos para nuestro cine.

Vídeo de la entrevista completa

Vídeo: Javier Cáceres y Rocío Bermejo