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Cinco películas de John Carpenter para pasar la Noche de Brujas

Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976). Películas como esta hacen que amemos el cine. Carpenter escribe personajes como nadie y Napoleon Wilson es tan carismático como el que más. Sus líneas de diálogo podrían pertenecer a cualquier noir de los 40, de los que nos enseñaron a querer el cine desde pequeños, pero está rodada en los 70 y cabalgando sobre el homenaje hawksiano, que se transmite en su forma de rodar más que en su argumento; transpira sensaciones y emociones en cada uno de sus fotogramas: tensión, sensualidad, terror e, incluso, un cínico sentido del humor.

Halloween (1978). Precedente involuntario del slasher, ha sido tan imitada que la memoria colectiva tiende a olvidar todos los logros del modelo original. Como buen alumno de Hitchcock, Carpenter tomó buena nota de los trucos del británico para prolongar el suspense y manipular las expectativas del espectador tirando de economía de guerra y una steadycam que nos convierte, literalmente, en asesinos.

La cosa (1982). Ejemplo palmario, que no único, de lo que pueden aportar elaborados efectos visuales y la figura del remake. En este caso, la concreción de una de las pesadillas más angustiosas de la historia del cine. Sus argumentos: el espejismo de la conciencia y la individualidad, la ferocidad de lo biológico.

El príncipe de las tinieblas (1987). Mezcla de lo viejo y lo nuevo, lo malo y lo bueno, lo pasado y lo futuro de la obra de Carpenter, con una película de tripas con mucho cerebro y aún más corazón.

2013. Rescate en L.A. (1996). Un relato ácido, directo y eléctrico sobre un mundo en ruinas, en lo social y en lo político, que tan solo puede salvarse si se reinicia por completo por alguien como Snake, un héroe increíble en la actualidad al que no se puede seguir, pero al que necesitamos, porque hacer surf sólo nos puede salvar momentáneamente.