El juicio que enfrenta al actor Johnny Depp y a la actriz Amber Heard ha marcado un antes y un después en la cultura mediática. No era difícil adivinar el interés que iba a levantar un caso entre dos personajes de Hollywood, con gravísimas acusaciones de por medio y retransmitido en abierto ante los ojos del mundo. Lo realmente insólito es que los usuarios hayan tomado un papel activo en la causa a través de plataformas de entretenimiento como TikTok o Instagram.
Ha sido una película de 122 horas y 30 minutos –el juez le dio a cada parte 61 horas y 15 minutos para testificar– que los espectadores han consumido a placer: de golpe, a través del directo del canal Court TV, o por capítulos en las redes sociales. Y la verdad es que ha conseguido números de taquillazo. Los estadounidenses han mostrado cuatro veces más interés por este tema que por el aborto y cinco veces más que por la guerra de Ucrania, según la empresa de ciberseguimiento NewsWhip. Los tuits que citan a Depp y a Heard se cuentan por millones y los visionados en TikTok en miles de millones.
El 11 de abril de 2022 comenzó el litigio en el estado de Virginia. Desde ese mismo momento las comunidades de fans empezaron a torpedear con mensajes y hashtags repartiendo justicia a ambos lados, sobre todo contra ella. Es algo que ocurría mucho antes de que Depp denunciara a su exmujer por describirse en una columna del Washington Post como “una figura pública que representa el abuso doméstico”. Pero ahora se ha exacerbado más que nunca.
Corría el año 2018, en plena efervescencia del Me Too, y hacía dos que Heard había pedido el divorcio y una orden de alejamiento contra el actor de Piratas del Caribe por presunto maltrato físico y psicológico. Ambos llegaron a un acuerdo millonario y ella retiró la orden. Ahora es él quien exige 50 millones de dólares a Heard por difamación y, según Depp, por hundir su carrera. Ella respondió con una contrademanda de 100 millones alegando lo mismo.
Durante las seis semanas que ha durado el juicio, el tribunal ha investigado si hubo o no hubo difamaciones. No si hubo maltrato ni si este fue bidireccional. Sin embargo, las redes sociales han llevado a cabo su relato paralelo y muchas veces mayoritario. Es la consecuencia del show mediático de la justicia. “Están haciendo un espectáculo de forma consciente y asesorada porque ambos se juegan su carrera, que está muy dañada a día de hoy”, expresa Carolina Fernández Castrillo, profesora de Cibercultura y Transmedialidad en la Universidad Carlos III de Madrid.
Están haciendo un espectáculo de forma consciente y asesorada porque ambos se juegan su carrera
Independientemente de lo que dicte el juez, la guerra de la imagen pública la está ganando Johnny Depp por varios frentes. Sus seguidores en Instagram se han multiplicado de 6 millones a 18 desde la primera denuncia en 2020, su abogada se ha convertido en una figura pop impresa en tote bags y sus comunidades de fans han copado el debate con crueles memes sobre Heard, con vídeos comparándole con Jack Sparrow o con fragmentos seleccionados del juicio clamando justicia para Johnny.
Frente a los 52 millones de visionados en Tiktok que tienen los vídeos en apoyo a ella, los de él acumulan 15.000 millones. De hecho, Heard abandonó sus redes sociales justo antes de que el juicio comenzara y dejó su imagen en manos de un equipo de relaciones públicas.
“Todo el mundo tiene mucha prisa por opinar en las redes sociales y eso puede vulnerar los derechos más fundamentales de los afectados en el juicio”, afirma la abogada Marina Blaya González. “En mis años de estudio sobre juicios mediáticos nunca he visto nada parecido”, asegura, y advierte de la dificultad de explicar a los fans “por qué la sentencia va en contra de lo que ellos piensan”. “Eso es muy nocivo porque revierte en una pérdida de confianza en las instituciones”, asegura. En su opinión, no es tan relevante que los afectados sean famosos como que el tema a tratar sea sensible (maltrato, abuso sexual o corrupción).
Blaya cree que “los juicios mediáticos son muy peligrosos por muchas razones”. Primero, son un anticipo del fallo judicial donde la gente “se erige en juez, en fiscal y en abogado”. Además, la condena social no admite un recurso o una segunda instancia. “Se les suele dar al principio mucho bombo en los medios, pero si hubiese un error en el fallo, este no recibirá la misma atención”, avisa la letrada.
En mis años de estudio sobre juicios mediáticos, que son muy peligrosos por muchas razones, nunca he visto nada parecido
Sin embargo, en los juicios mediáticos es muy difícil que la gente cambie de opinión “sea cual sea la sentencia”. “El partido se está librando en las redes. Quien gane (y va ganando Johnny Depp) va a salir menos herido”, coincide Carolina Fernández. Y no solo a nivel de la opinión pública, también a nivel industria. Algunos vetos se han levantado y otros nuevos están empezando a caer.
Dos carreras cinematográficas heridas
Johnny Depp alega que después de la columna de Amber Heard en The Washington Post, Disney le despidió de la saga Piratas del Caribe y contrató a Margot Robbie en su lugar. Después llegó la cancelación de su contrato en Animales fantásticos, donde ha sido sustituido por el danés Mads Mikkelsen en el papel de Grindelwald. “No entendí cómo, tras una relación tan larga y bastante satisfactoria para Disney, de repente fui culpable hasta que se demostrara que era inocente”, declaró él en el juicio.
Entre medias de ambos ceses, el tabloide The Sun publicó una portada con su foto en la que se refería a él como “golpeador de esposas”. Depp denunció al medio y el juez señaló que el titular era “sustancialmente verdadero”. Por su parte, la defensa de Heard ha alegado que los despidos no tuvieron que ver con la columna, sino con el ambiente que generaba en los rodajes y su “comportamiento poco profesional”, como afirmó la exagente del actor al testificar.
Ella también le acusa de haber perdido papeles y relevancia en la industria por culpa de este caso. El ejemplo más claro es Aquaman 2, donde le redujeron buena parte de las escenas y estuvieron a punto de echarla si no fuera porque Jason Momoa y el director de la cinta, James Wan, se opusieron. Por otro lado, un directivo de DC Films alegó que el despido estaba sobre la mesa por una “cuestión de [falta de] química” con Momoa. No se puede ignorar que en ese momento estaba en marcha una campaña de desprestigio hacia la actriz, que llegó a acumular tres millones de firmas para que desapareciese de la saga fantástica. Además, la actriz también perdió un acuerdo sustancial como imagen de la marca L'Oreal.
“La presunción siempre es de inocencia, por muy cliché que suene. No existe el presunto culpable, aunque los medios titulen así y sea la idea que se transmita a la gente”, advierte Marina Blaya. La abogada cree que más allá de las declaraciones de una y de otro, este juicio se tiene que leer de forma paralela a la revolución feminista que sacudió a Hollywood hace cinco años. O más bien en contra: “Se ha cogido como la antítesis del Me Too”.
Una reacción contra el 'Me Too'
“Hay una catarsis colectiva y una sed de contrafeminismo y de revitalización de la femme fatale que se está cebando con ella, más allá de quién tenga razón”, añade la experta en cultura digital y redes. Amber “cumple un perfil muy marcado: es una mujer joven, muy guapa y a la que se le atribuyen valores de perversa”. “El feminismo por primera vez ha estado en boca de diferentes clases sociales, países, etcétera, y este juicio también toma el pulso a cómo lo hemos digerido en cinco años y hacia dónde vamos”, analiza Carolina Fernández.
La experta cree que el hostigamiento hacia la “mala mujer” es “un eje del entretenimiento occidental desde hace más de un siglo”. “En los inicios del cine había muchas películas sobre este tipo de mujeres crueles que terminaban mal y a los que la industria trataba fatal”, justifica. De ahí nace este interés desmesurado hacia un juicio tan largo y no es casualidad que los hashtags más repetidos pidan justicia para Depp, digan que Heard es una maltratadora o clamen que no creen su versión.
Hay una sed de contrafeminismo y de revitalización de la 'femme fatale' que se está cebando con ella
“Es fácil. Se basa en el prejuicio. Con verla a ella y dos gestos ya nos interesa. Éticamente es muy cuestionable pero engancha mucho más rápido que otros debates racionales porque el quid de la cuestión es que es muy emocional”, defiende la profesora. Una vez entrados en el terreno de la falta de ética, los vídeos más celebrados son los más bestiales y cómicos, aunque el tema que tratan no tenga ninguna gracia.
El papel político de TikTok
Según las expertas, este es el juicio más mediático de la historia reciente junto al de O.J Simpson, hace casi 30 años. “Desde aquel no habíamos visto tanta expectación a nivel de chismorreo. La diferencia entre ambos es el papel de internet y que tenemos un feedback diario de la participación de los usuarios”, compara la profesora de la Carlos III. Dentro del mapa social en la red, TikTok se ha convertido en el nuevo tabloide. “Se privilegia la creatividad colectiva por encima del rigor. Los vídeos más virales son los que hacen una interpretación jocosa de los hechos”, explica Fernández.
Ella sostiene que es fundamental que el usuario de internet tenga su papel en la sociedad y que los periodistas deben adaptarse a ello. “Esos vídeos dan un mayor peso al fandom, que en los 90 eran los frikis que nadie quería cerca y ahora se han vuelto una comunidad de referencia e influencia”, explica.
La obligación de los medios de comunicación que han perdido la confianza del público es recuperarla a través del rigor. “No se puede parar esto, hay que convivir con ello porque suple mucha de la programación de entretenimiento que teníamos antes y los periodistas debemos acompañarlo con conocimiento y fact checking”, apuesta la experta.
Las campañas en internet ejercen una presión sobre los jueces que no debe permitirse de ninguna manera en un estado democrático y de derecho
Para Marina Blaya, “cualquier tema de interés que se convierta en trending topic durante unas horas ya hace que todos sintamos esa urgencia por opinar”. La abogada defiende que es responsabilidad de cada individuo “no creerse lo primero que le aparezca en la pantalla e indagar en busca de la información veraz”.
El problema va más allá del control y la desinformación que llegan a la opinión pública, pues estas campañas en redes “ejercen una presión sobre los jueces que no debe permitirse de ninguna manera en un estado democrático y de derecho”. Blaya sí ve problemático que el público conozca las intimidades del juicio y las manipulen porque “influye mucho en el veredicto que se pueda dictar judicialmente y en la condena social que haya en paralelo”. En el caso de Depp y Heard ya es tarde para frenar esto último: el correctivo popular ya ha sido impuesto.