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Johnny Depp decepciona con su biopic de Modigliani: “Este festival adoptó una postura muy valiente conmigo”

Javier Zurro

Donostia —
24 de septiembre de 2024 22:13 h

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Johnny Depp llevaba 27 años sin dirigir un largometraje. Su primer filme, The brave, se presentó en 1997 en el Festival de Cannes, donde compitió por la Palma de Oro. Sin embargo, aunque posteriormente muchos han reivindicado su película como si fuera casi de culto, el actor nunca repitió experiencia. Mucho se ha especulado si el fracaso comercial de aquella experiencia le complicó despegar como cineasta, pero es evidente que alguien que ha sido la estrella más importante de Hollywood gracias a la saga Piratas del Caribe, podría haber repetido la experiencia sin problema.

Han tenido que pasar casi tres décadas para volver a ver una película dirigida por él, y tras ver su Modi, three days on the Wings of madness, uno se plantea si es que quizás no tuviera nada que contar. Su biopic sobre el artista italiano, presentado fuera de concurso en el festival de San Sebastián, roza en ocasiones lo sonrojante. Un decepcionante filme que quiere romper el academicismo de su narración con algún arrebato supuestamente moderno (la música, partes en blanco y negro o aceleradas), sin lograrlo.

Depp no consigue encontrar el tono de su película, que navega entre la comedia de compadres (bastante machirula), el drama sobre el malditismo del artista y la historia de amor. Todos los tópicos de filmes sobre artistas encorsetados juntos, pero sin decidirse nunca por una idea concreta. Eso podría haber derivado en un filme dispuesto a romper los géneros cinematográficos, pero simplemente es que naufraga en todas sus intentonas, especialmente en la vertiente humorística que quiere homenajear al slapstick sin lograrlo.

Depp le da el protagonismo al actor italiano Riccardo Scamarcio y le guarda un cameo a Al Pacino, amigo y uno de los impulsores del proyecto, pero como en todas las buenas producciones de Hollywood, en el París de comienzos del siglo XX se habla todo en inglés con los acentos propios de cada actor. Scamarcio se entrega al delirio propuesto por Depp, pero poco puede hacer para salvar la debacle. 

El actor, cómo no, llegó a San Sebastián entre aplausos y vítores. Y cómo no, atendió a la prensa tarde. La rueda de prensa la retrasó a la tarde, y a los periodistas les atendió con una hora de demora. En Donostia se siente como en casa. Fue aquí donde le dieron el Premio Donostia en plena polémica por el juicio por difamación (que ganó) contra su exmujer Amber Heard, así que cómo no iba a ser aquí donde presentara este filme. Aquí ha encontrado un refugio creativo, y él mismo lo reconoce. 

“Este Festival adoptó una postura muy valiente en un momento muy confuso para mucha gente, especialmente para mí. Tomaron una posición. Y tuvieron que pensar en las posibles repercusiones en ese momento por decir algo remotamente positivo sobre mí en ese momento. Lo pensaron y tomaron una decisión muy valiente, así que siempre estaré agradecido. Siento un parentesco muy especial con este festival de cine, también porque incentiva el cine y alienta a soñar a las nuevas generaciones en vez de estar pendiente de la lista de celebridades que pueden venir. Este festival no va de eso, y yo tengo un lugar en mi corazón para este sitio y para esta gente”, dijo ante un reducido grupo de periodistas.

El filme muestra el choque entre el arte y la industria. Entre los que ponen el dinero y los que ponen sus ideas para que otros las exploten, y ahí Depp dice que se ha sentido muy unido al personaje. “Sí, he experimentado algo de eso. La presión de la maquinaria de Hollywood. Estoy confundido también, porque ellos ya no me confunden”, dijo entre risas en un confuso juego de palabras sobre su relación con una industria que le ha dado la espalda unas cuantas veces. 

También abordó el motivo por el que ha tardado tanto en volver a dirigir. Su experiencia en The Brave le enseñó algo, y es que no quería dirigir y actuar al mismo tiempo. Por ello fue retrasando ese regreso a la realización. “The Brave fue un proceso complicado en el que me sentí más como un gestor, asumí demasiadas profesiones en un solo filme y tuve que equilibrar demasiadas fuerzas. Demasiadas matemáticas. Por eso nunca pensé mucho en volver a dirigir..., pero Al Pacino me llamó con esta idea, me dijo, ‘creo que deberías dirigir esta película sobre Modigliani’, A priori no tenía sentido, pero cuanto menos sentido tenía, de alguna forma empezaba también a tener más sentido. Si Al vio algo en mí, conociéndolo, es porque pensó que yo sería capaz de captar la esencia de Modigliani. Y si él se sentía así, pensé, bueno, quizás sí estoy a la altura del desafío. Veamos qué pasa”, al final dijo que sí y este biopic se ha convertido en su segundo filme en más de 20 años.

A Johnny Depp le unía otra cosa con Modigliani, y es que él también pinta, aunque no tiene claro si eso le convierte en pintor. Pero lo que más le fascinó de su vida es “la forma en la que creció y el hombre en el que se convirtió”. “Él era judío en una época como la primera guerra mundial, y eso me ha fascinado, porque implica una vida rebelde. Esa sencillez, esa vuelta a sus raíces y su soledad vital, a la búsqueda de su arte, me inspira. Fue alguien que no vendió un cuadro en toda su vida, pero ahora nadie es capaz de ir a un museo y no sentir, al menos, curiosidad por ellos”. Es una pena que esa fascinación no se haya trasladado a las imágenes de su película.