Yorgos Lanthimos decepciona con 'Kinds of kindness', una comedia cruel, retorcida y sin gracia
El cine de autor tiene grandes ejemplos de autores que han hecho de la crueldad la materia prima de muchas de sus películas. Casi todos han sido encumbrados por los festivales de cine, con Cannes a la cabeza. Los primeros nombres que siempre vienen a la cabeza son los de Michael Haneke y Lars Von Trier. El primero tiene dos Palmas de Oro; el segundo, una. Pero incluso ellos han bajado el pie del acelerador en algún momento. De vez en cuando, en sus películas se colaba un resquicio de algo parecido al humanismo. De hecho, la segunda Palma de Haneke llegó por una película como Amour, que aunque muchos vieron en ella un nuevo ejercicio cruel, su giro final era el acto de amor más extremo que alguien podía hacer por el ser querido.
El griego Yorgos Lanthimos entró en el circuito festivalero con una apuesta que lo unía a ambos cineastas. Canino y Alps, su segunda y tercera obra, sacudieron a todos los cinéfilos con su apuesta por un cine incómodo que nunca daba un respiro ni un asidero emocional al espectador. Sin embargo, su tono y sus propuestas eran claras. No podía haber guiño a la bondad en la familia de Canino y al espectador no le importaba. Lanthimos se convirtió en uno de los enfant terribles del cine europeo, pero al contrario de sus compañeros, el griego aprovechó su fama para hacer proyectos más grandes en Hollywood.
Por mucho que él diga que no, y lo repitió en la rueda de prensa de Cannes donde ha presentado su nueva película, Kinds of kindness -algo así como Formas de bondad-, los datos no le dan la razón. Desde que rodó en inglés Langosta todos sus proyectos han sido cada vez más grandes y con más estrellas. En La favorita conoció, además, a Emma Stone, y la dupla creativa se ha prolongado en Pobres criaturas, que llegó el año pasado y le dio a Stone su segundo Oscar, y ahora en esta nueva aventura conjunta en la que recurre al guionista de sus primeras películas, el griego Efthymis Filippou, pero sin renunciar a un star system rendido a sus propuestas, mucho más provocadoras y a contracorriente que el cine de Hollywood habitual.
Los actores y actrices buscan en estos cineastas la oportunidad de hacer filmes más arriesgados, y Lanthimos lo está aprovechando para sacar adelante proyectos que de otra forma nunca podría haber rodado en inglés ni con esos presupuestos. En Kind of kindness el cineasta apuesta por una comedia muy negra, negrísima, con toques de tragedia griega que presenta tres historias independientes donde los mismos actores interpretan diferentes personajes con Emma Stone a la cabeza.
El problema es que como comedia le ocurre lo peor que le puede pasar, y es que no es graciosa. No lo es porque Lanthimos está constantemente preocupado por provocar y epatar. Por ser incómodo y retorcido. Tanto que se pasa de vueltas todo el rato. Disfruta torturando a sus personajes hasta los límites más insospechados. Nunca les da una salida ni una oportunidad. Un cineasta cínico en tiempos donde es cinismo precisamente lo que sobra y obras humanistas como la de Kaurismaki, por poner un ejemplo reciente, lo que falta.
Kinds of kindness es un elogio a la crueldad. La prueba de ello, y de lo que disfruta Lanthimos haciendo sufrir al espectador y a sus creaciones está en el gag final de su última historia. El último giro sádico en forma de chimpún final supuestamente divertido. Lanthimos es como el humorista que solo hace bromas negras y le echa la culpa al público que no se ríe de ser unos pacatos.
En su arsenal de provocaciones hay dedos amputados, sangre, vísceras, sexo supuestamente incómodo, muchos desnudos (oh, sorpresa, principalmente femeninos) y todo tipo de perversiones que agotan por acumulación. No se trata de una cuestión moralista, sino de que la propuesta no cuadra por su obsesión de hacer que nos sintamos mal e incluso no miremos. Si en sus anteriores dos filmes de EEUU se había contenido, aquí ha vuelto a desatarse. La apuesta por el humor no le viene bien a esta propuesta. Lanthimos comienza a dar síntomas de ser un cineasta que repite las mismas fórmulas sin encontrar nuevas formas de abrir diálogos con los espectadores.
Al menos abandona el ojo de pez, aunque siempre encuentra trucos efectistas de puesta en escena para que le miremos también en ese sentido. Aquí hay bailes hechos para ser memes; coches morados que aparcan derrapando, flashbacks en un blanco y negro precioso y una paleta de colores y trajes que parecen un catálogo de Pantone. Eso sí, con un reparto que se les nota encantados de estar allí pasándoselo pipa en ese circo de la crueldad. Todos están perfectos (con Jesse Plemons a la cabeza), aunque algunos que incluso salen en el tráiler y el cartel tienen meros cameos.
Es una pena que esa tendencia al retorcimiento le haga desperdiciar una propuesta tan interesante. Porque en el fondo de Kind of kindness hay una disección sobre el poder y la dependencia en todos los sitios. En el trabajo con el jefe idolatrado; en la pareja con el novio al que le darías tu vida y en la religión por la que abandonarías a tu familia. Pero cuando su propuesta va a tocar hueso, cuando va a calar, siempre aparece un nuevo giro con el que Lanthimos subraya su mirada misántropa de un mundo en el que es imposible la bondad.
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