Leonardo Sbaraglia: “En la escuela deberían enseñarnos a enfrentar el dolor”
Hay actores que pueden con todo. No hay reto del que no salgan bien parados. Leonardo Sbaraglia es uno de ellos. Da igual que el papel sea pequeño, ahí esta su escena en Dolor y gloria para demostrarlo. Es un intérprete al que le gustan los retos, los triples saltos mortales sin red. Un riesgo que ha hecho que en su filmografía haya películas como Plata quemada, Intacto o En la ciudad sin límites. El último de esos saltos se llama Ámame, una película en la que sale en todos y cada uno de los planos y en la que se desnuda física y emocionalmente para dar vida a un hombre destrozado.
La segunda película de Leonardo Brzezicki es una radiografía de una persona sin herramientas emocionales. Pega su cámara al cuerpo de Sbaraglia a la vez que vaga por fiestas llenas de sexo y alcohol mientras intenta arreglar su vida y su relación con su madre, su hija y su exnovio. Una interpretación siempre en el filo pero que él consigue controlar en todo momento con un trabajo que recuerda al de Michael Fassbender en Shame y por el que ha ganado el premio al Mejor actor en el Festival de Málaga
¿Cómo llega a este proyecto tan arriesgado?
Superarriesgado. El guion lo vio primero mi representante, que es mi amigo y trabajo con él desde 1995. Lo leyó antes y me dijo “hay un guion que quiero que leas”. No quería contarme, quería que lo leyera. Fue muy insistente. Y entonces, por otro lado me llama un amigo director de casting, me escribe Diego Lerman, me escribe otra directora de casting, y todos me dicen “lee ese guion, vale la pena”. Por suerte, llegan muchos guiones y muchas veces no tienes tiempo de leer todos y este me encantó. Me dieron dudas, porque dije, “esto cómo se hace”. Está muy bien, pero quién lo va a hacer. No conocía al director, había hecho antes una película, La noche, que era bastante experimental y yo no la había visto y quise conocerlo. Nos conocimos, me tomé un café, él vino muy nervioso, como mi personaje, muy ansioso. Hablamos de Cassavetes y él quería darle algo de esa estética narrativa y, salvando las distancias, me habló de Gena Rowlands. Me gustó cómo veía el personaje y ahí dije “vamos para adelante”. Mi duda eran los tiempos, porque yo me había comprometido con la serie de Maradona de Amazon y estaba en Italia filmando, pero tuve un mes y lo logramos.
Está en cada plano del filme, ¿es difícil de soportar el peso de toda la película?
A veces es hasta mejor estar siempre, porque sabes que tú llevas la película. Sabes que tú la narras. Tienes mucho conocimiento de lo que vas enhebrando. Cuando tienes un personaje así, con todas las escenas, que me ha pasado más veces como En la ciudad sin límites, pues ahí vas enhebrando, sabes cuál es la última costura, el último punto para seguir. Manejas la narración y eso es muy bonito. Me encanta cuando me toca un personaje así y este fue un regalo, pero es difícil que te toquen, con este riesgo. Yo estoy muy agradecido de haber tenido un personaje así sobre todo porque cada vez se hacen menos películas como esta, tan personales. Es una película muy personal del director, una película que forma parte de una herida. Es lo que tiene el arte, la posibilidad de curar la herida, de sanarla, y yo desde mi lugar actoral me sentí con la posibilidad de sanar esa herida a través de esta película y eso me pareció sagrado.
Su personaje está perdido y busca sentirse querido todo el rato, ¿cree que la sociedad nos empuja a estar en pareja?
No lo había pensado desde ese lugar… yo la verdad que no sé cómo estamos ahora en ese sentido… Creo que, desde mi percepción, la gente está bastante sola, muy sola. En el sistema hay algo que nos lleva a la autosatisfacción, como si pudiéramos satisfacernos solos siempre, como si no necesitáramos del otro. Mira las redes sociales, parece que tú puedes hacerte la foto, buscas tener seguidores, tener tu propio negocio… Al menos en Argentina pasa esto, que las redes pasaron a ser todo. Yo justamente creo que es al contrario, que las cosas funcionan cuando uno puede relajarse, parar y encontrarse con el otro, con un equipo, con un proyecto en común.
Ha mencionado que la película nace de una herida del director y que el cine puede sanarla, ¿a usted le ha servido para curar también alguna herida?
Obvio. Sí, por supuesto. Me da la sensación, y no quiero parecer pretencioso ni pedante, pero mi sensación es que uno a veces tiene la oportunidad de agarrar un personaje y que ese personaje dialogue con uno y te ayude a enfrentarte con algo personal, con una herida personal. A veces no sabes ni cuál es ese miedo o ese vacío, pero está ahí presente. Nosotros también somos nuestro dolor. Es así, somos nuestros miedos y nadie nos enseña a enfrentarnos a eso y deberían enseñarnos en la escuela a quererse a uno mismo, a enfrentarse al vacío.
En el sistema hay algo que nos lleva a la autosatisfacción, como si pudiéramos satisfacernos solos siempre, como si no necesitáramos del otro
En la película, hay un momento en el que su personaje discute con su pareja y apunta a la diferencia de clase como un elemento de disputa, ¿cree que son cuestiones que afectan a las relaciones de pareja?
Leo, el director, nos decía mucho que es que Santiago, mi personaje, no está psicoanalizado. Es un chico hecho a sí mismo, que ha salido de un barrio, con una educación elemental, sin muchos recursos y sin herramientas emocionales y él enseguida se siente inferior frente a su expareja y se lo dice, pero en realidad podríamos decir que el que objetivamente está más centrado es el otro. Santiago puede llegar a ser insoportable, es intolerable porque él no se tolera a sí mismo y, si uno no se tolera y no se quiere a sí mismo… Santiago no puede soportar estar solo.
La película aquí se estrenará en cines, pero en Latinoamérica en HBO. Usted ahora ha protagonizado una serie de Amazon… ¿cómo vive este momento de cambio de paradigma en la industria?
Uno busca, en principio, tener trabajo. Como todos. Tener una continuidad. Y, en ese sentido, las plataformas han expandido el trabajo. Hay más alternativas. Es raro todo lo que está pasando porque ya las películas no pasan por el circuito normal. Antes sabías que estrenabas en cines y a ver cuánta gente iba. Ahora ya sabes que van al cine 80.000 personas y luego en una plataforma la van a ver cinco millones, y eso es una realidad. De alguna forma, las plataformas pudieron absorber lo que hace cinco años era piratería. Sigue habiendo piratería, pero se tomó ese negocio, y se empezó a organizar, cobrar y tener algo de rédito de algo que ocurría. Con la pandemia se ha intensificado todo y la gente no está volviendo al cine. Solo vuelven a ver Batman, pero las películas de autor o más modestas o más chiquitas, quizás la gente dice: “la veo en casa”. Y es una pena, porque el cine es el cine, y no va a dejar de serlo como un ritual, como lo es el teatro. Espero que eso nunca se pierda. Al mismo tiempo, creo que se ve mucho más pero también creo que las plataformas están sustituyendo a las cadenas de televisión, al menos en Argentina lo siento así. Mira las telenovelas, que ahora están en las plataformas. Mira Café con aroma de mujer. Veamos a ver en qué queda todo esto.
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