Venom solo compartió universo con Spider-Man durante unos meses, entre los estrenos de Venom: Habrá matanza en octubre de 2021 y Spider-Man: No Way Home en diciembre del mismo año. Hacia el final de la secuela protagonizada por Tom Hardy, el personaje de Eddie Brock era introducido junto a su simbionte en un mundo donde Spider-Man tenía el rostro de Tom Holland, lo que implicaba pisar el mismo suelo que los Vengadores junto al resto del panteón de Kevin Feige. Pero en la escena poscréditos de No Way Home, una vez solventada la crisis multivérsica, Venom era devuelto a su lugar. Así de fácil.
A lo largo del fenómeno Venom, Hardy ha sido muy explícito con sus deseos de que Eddie Brock se enfrente algún día a su histórico enemigo de las viñetas. Con lo que ocurrió entre Habrá matanza y No Way Home no lo fue tanto, quizá porque solo había sido una transgresión velozmente frenada. Los derechos de Spider-Man siempre le han pertenecido a Sony. Si Spidey ha llegado a formar parte del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) ha sido gracias a un acuerdo entre Sony y Disney que es ajeno a lo que la primera major quiera construir sobre las licencias que posee. Esto es el llamado SSU (Sony’s Spider-Man Universe), poblado por personajes secundarios de Spider-Man pero sin Spider-Man como tal.
El SSU, donde al fin y al cabo Feige no tiene injerencia alguna, probó en Habrá matanza a llevar a Venom a otro universo cinematográfico. No Way Home, en manos de Feige, se apresuró a darle con la puerta en las narices, así que el SSU se quedó como estaba y a solas con sus descalabros: iban a seguir haciendo películas sobre personajes vinculados a Spider-Man –meses después llegaría Morbius– y aprovechando los despojos que le dejara Marvel Studios, hasta que en algún punto fuera posible ese crossover. No es algo que dependa enteramente de Sony, lo que nos lleva a una coyuntura muy curiosa en un género cuyo flujo depende tanto de las escenas poscréditos y la promesa de aventuras futuras. Puesto que la protagonista de Madame Web tiene el poder de ver el futuro y la nueva película del SSU carece de escena poscréditos, es fácil intuir el despropósito que se nos viene encima.
Todos somos Dakota Johnson
El alternativamente llamado Universo de Personajes Secundarios de Spider-Man –las siglas “UPSS” parecen más adecuadas– no engaña a nadie. Es posible que las dos películas de Venom estimulen la complicidad de ciertos espectadores por lo ligeras e intencionadamente estúpidas que son, pero más allá de su gracia hipotética no dejan de suponer la parte más demencial de la inflación superheroica en Hollywood. Una que quizá llegue a evaporarse este año, puesto que la maquinaria de Feige tocó fondo con The Marvels –Deadpool y Lobezno es el único estreno del UCM previsto para 2024– y DC hizo lo propio con Aquaman y el reino perdido a la espera del posterior reinicio a cargo de James Gunn en 2025.
Madame Web, en cambio, precede a dos películas más del UPSS: Kraven el Cazador en agosto y Venom 3 en noviembre. Se podría pensar que es la oportunidad de Sony para recuperar la credibilidad una vez las marcas de Disney y Warner Bros han caído en combate, pero es que el problema persiste: resulta imposible creerse estas películas. La única forma sana de relacionarse con ellas es desde la burla y el meme: por eso la relevancia de Morbius quedó cifrada en los chistes tuiteros de It’s Morbin’ Time –capaces de mover a Sony a reestrenar la película de Jared Leto para volver a fracasar, y así reforzar el pitorreo–, y por eso del tráiler de Madame Web el público rescató una frase absurda que repetir una y otra vez: “He was in the Amazon with my mom when she was researching spiders right before she died” (“Estaba en el Amazonas con mi madre cuando investigaba arañas justo antes de morir”).
Pero hubo alguien que al parecer no se enteró de que el UPSS es el peor lugar de Hollywood al que arrimarse ahora mismo: la propia Dakota Johnson, que aquí interpreta a Cassandra Webb. Johnson cambió de representante al poco de que saliera el primer tráiler de Madame Web. Era inevitable deducir entonces que Johnson no era consciente del ruinoso estado de la marca cuando firmó el contrato, y el mundo terminó de confirmarlo durante la memorable promoción del filme que ha dirigido S.J. Clarkson (en su debut al largometraje tras trabajar durante años en series de televisión). La actriz de Cincuenta sombras de Grey apenas ha podido disimular su desagrado, hablando con desdén de la película o sosteniendo entrevistas tensísimas al tiempo que contribuía a reforzar el lado hilarante de todo el asunto.
Mientras Madame Web se acercaba a la cartelera para culminar el bochorno, los despachos en llamas de Sony expedían novedades sobre otros personajes secundarios de Spider-Man. Bad Bunny estuvo a punto de interpretar a El Muerto, Donald Glover se ha comprometido a ser alguien llamado Hypno-Hustler. Son nombres ignotos, que precisan de bastante más dominio de la historia comiquera del que pueda necesitar Madame Web. Aunque esta tampoco lo ponga fácil: como pasó antes con Morbius, nunca antes había lidiado con Spider-Man en el cine, y además la versión del personaje que conocemos en el filme es algo peculiar.
Originalmente Madame Web era una señora anciana, ciega y paralítica, que desde su elaborada silla de ruedas veía el futuro y ayudaba al trepamuros. No se parece mucho al aspecto de Dakota Johnson, y la razón es que Madame Web pretende ejercer de precuela para esa historia de Spider-Man que todos conocemos… pero tampoco terminamos de entender cuál es concretamente en la franquicia de Sony. La película se ambienta en el año 2003, tras unos reshoots que trataron de rectificar el hecho de que en sus primeras versiones la historia tuviera lugar en los años 90. Es todo realmente complicado, y de este monumental embrollo surge una virtud inesperada para la película: la interpretación de Johnson.
Casandra Webb es una mujer arisca y de escasas habilidades sociales, que según adquiere poderes precognitivos ha de salvar a tres mujeres que en un futuro podrían ser variantes de Spider-Woman (o algo así). Su visible confusión ante esta tesitura, su incomodidad ante tamaño percal, es la confusión e incomodidad de Johnson. Y también la nuestra.
La lenta cancelación del futuro
La idea de ambientar Madame Web en el pasado justificaría que una Cassandra Webb más mayor guiara a Peter Parker una vez fuera picado por la araña radiactiva años después: es por ello que su célebre tío Ben aparece en la película de Clarkson, con los rasgos de Adam Scott. Igualmente son detalles en los que es mejor no pensar mucho, porque nada tiene demasiado sentido ni justifica el entretenimiento tan mustio que ha perpetrado Sony. Por propia naturaleza Madame Web ha de plantar semillas para próximas películas y se supone que sus personajes harán mucho más de lo que les vemos hacer aquí, pero es poco probable que la historia dé pie a próximas secuelas o spin-offs.
Lo cual aumenta el talante paradójico del filme. Johnson brinda un humor áspero y ocasionalmente involuntario a su comportamiento durante la película, una vez tiene que proteger a tres jóvenes destinadas al superheroísmo. Son las interpretadas por Isabela Merced, Celeste O’Connor y la hoy tan en boga Sydney Sweeney, que curiosamente bajo el paraguas de Sony ha protagonizado uno de los primeros hits de 2024 con la comedia romántica Cualquiera menos tú. Ninguna de estas tres jóvenes, sin embargo, ha conseguido poderes aún, con lo que sumado a que Madame Web no tiene habilidades para el combate nos topamos con otra circunstancia de lo más curiosa, y es que la película apenas puede tener escenas de acción como tal. Sus protagonistas son superheroínas, pero no pueden luchar.
Bajo estos mimbres absolutamente desquiciados, Madame Web se queda muy cerca de inspirar simpatía. La retranca de Johnson, deseosa de recoger el cheque cuanto antes, se alinea con la necesidad de que sus predicciones modulen secuencias de ensayo y error, donde el inane villano de Tahar Rahim no puede ser derrotado a guantazos, sino a base de jugarretas estilo Solo en casa. Esto conduce, para qué nos vamos a engañar, a instantes novedosos en la abotargada iconografía del cine superheroico, donde algo tan inaudito como calcular el minutaje de Toxic de Britney Spears resulta indispensable para salvar la vida y poder seguir esperando a que estos personajes hagan lo que suelen hacer los superhéroes.
Pero no dejan de ser chispazos excéntricos. Al final Madame Web sucumbe a todos y cada uno de los vicios de un género en coma profundo, agigantados ominosamente a través de una realización espantosa, una abismal caracterización de personajes –menos mal que Sweeney ya es una estrella que ha dominado lo de hacer malabares con el ridículo en Euphoria, porque si no esto le hundía la carrera– y los efectos digitales previsiblemente horrendos. No es nada que no hayamos visto antes, en la propia Morbius o en las últimas entregas de DC y Marvel Studios, pero en Madame Web todo brilla más por la actitud de Johnson y la insistencia del guion en prometer un futuro heroico y espectacular.
Un futuro que, por supuesto, ya está cancelado. Solo parece que no lo está por los simulacros de película que el aparato industrial se obstina hoy por hoy en seguir generando, pero hay señales en Madame Web de que alguien se está dando poco a poco por enterado. Cargarse las escenas poscréditos es definitorio, porque sin escenas poscréditos estas películas no son nada. Nunca lo han sido, en realidad, así que demos gracias a Madame Web por haber dado ese paso.